Cuando escuchas la palabra “capital”, lo primero que te viene a la mente es el dinero. Si sabes algo de economía también pensarás en máquinas, ordenadores o cualquier otro objeto necesario para que una empresa produzca bienes. También es posible que hayas oído hablar sobre el capital humano y la importancia de la educación y la formación en las empresas para aumentar la productividad.
Para mí, la definición de capital es más amplia. El capital es un potencial de acción. Puede ser tangible, como un fajo de billetes, o intangible, como el conocimiento de un programador.
Hoy quiero ampliar tu perspectiva sobre el poder y el valor, extendiendo las fronteras de este concepto tan clave como es el capital. Veremos que existe también el capital cultural, el social y el erótico, y cómo pueden llegar a ser tan importantes como el capital económico. Empecemos.
Si lo prefieres escúchalo en Spotify, iVoox o Apple podcast.
***
El poder tiene que ver con la capacidad de actuar. Todo poder es un potencial de acción. El capital, que es de lo que voy a hablar hoy, es poder acumulado que te ofrece posibilidades. El capital se puede acumular, se puede usar y se puede invertir. El que no tiene capital no tiene poder y no tiene libertad.
La mayor parte de las personas entienden estos conceptos cuando se habla de dinero. Acumular capital en forma de dinero, invertir ese dinero y obtener valor en forma de más dinero o de otras cosas es algo que todos tenemos en mente.
Sin embargo, si restringimos el capital a su forma económica, nos adentramos en un túnel que nos impide ver más allá. El capital, es decir, la acumulación de valor, tiene otras formas más allá del dinero.
Con esto quiero decir que una persona puede acumular valor formándose, adquiriendo habilidades, cuidando su cuerpo, generando buenos contactos y pintándose las uñas. Además de trabajar a cambio de un salario, hay otras vías para acumular capital.
El capital humano
El capital humano es un concepto que se maneja desde mediados del siglo pasado y que se acuñó para nombrar el valor productivo que estaba contenido en los trabajadores. Una empresa necesita de capital y de trabajo para funcionar. El capital lo componen las máquinas, los ordenadores, el software, pero también las personas; concretamente los conocimientos que esas personas tienen sobre las labores productivas de la empresa. Igual que adquirir una máquina más potente aumenta el rendimiento, contratar o formar a un trabajador para que maneje con eficacia la máquina, también aumenta el rendimiento.
Todo esto está muy bien, pero a mí no me interesa demasiado la definición original de capital humano ya que el valor de una persona no está acotado a su productividad en su puesto de trabajo. Va más allá. Desde mi perspectiva el capital humano es todo aquello que una persona tiene con potencial para producir bienes o servicios de algún tipo; tanto de modo directo como indirecto. No pienses sólo en la capacidad de desarrollar un nuevo software o servir a clientes en un hotel de lujo. Esos bienes y servicios también pueden ser ayudar a personas sin hogar, dar soporte emocional a un amigo con problemas sentimentales o aumentar la felicidad propia gracias a una mentalidad positiva y de crecimiento.
Esta visión más amplia sobre el capital humano facilita explorar los distintos potenciales sin limitarnos a la típica productividad laboral. Para aterrizar todo esto, veamos las formas más importantes de capital humano.
Capital social
Cuando pensamos en acumular capital rara vez pensamos en que nuestra red de contactos es posiblemente el mayor capital del que disponemos. Cuántas veces habré escuchado frases del tipo “¿cómo es posible que ese tío se haya convertido en un gran empresario?; no parece tan inteligente”. Como si la inteligencia fuese la llave maestra para crear un gran negocio. Las habilidades técnicas y la inteligencia de una persona tienen un techo. Sin embargo, la red de relaciones multiplica las habilidades personales. Fundamentalmente es una fábrica de crear oportunidades y de ampliar nuestra siempre limitada y sesgada visión de la realidad. Las relaciones de calidad enriquecen la vida como ninguna otra cosa puede hacerlo porque somos animales sociales. Los contactos son altavoces de nuestras ideas, son multiplicadores de nuestra influencia. Un caso ejemplar lo tenemos en Nelson Mandela.
Durante sus años de encarcelamiento en la infame prisión de Robben Island, Nelson Mandela logró tejer una intrincada red de relaciones que lo ayudaron a mantener viva la esperanza y la lucha por la justicia en una Sudáfrica opresiva para los negros.
A pesar de las condiciones adversas, Mandela cultivó una red de solidaridad entre los prisioneros políticos, muchos de ellos compañeros de lucha en el Congreso Nacional Africano. A través de conversaciones nocturnas en las celdas y muestras de camaradería, construyó lazos profundos que fortalecieron su determinación y la de sus compañeros.
Además de consolidar lazos dentro de la prisión, Mandela mantuvo contactos valiosos con líderes políticos y activistas fuera de las rejas. A través de cartas secretas y mensajes codificados, logró mantener un apoyo constante de la comunidad internacional, lo que aumentó la presión sobre el gobierno del apartheid y mantuvo viva la esperanza de un cambio.
La red de relaciones que Mandela tejía con cuidado y astucia se convirtió en una fuente vital de resistencia, alimentando un movimiento que se extendía más allá de los confines de la prisión. Finalmente, con el tiempo y la perseverancia, esta red se transformó en un movimiento de liberación nacional, que derribó las barreras del apartheid y allanó el camino hacia una Sudáfrica más igualitaria y democrática.
Esta historia ilustra cómo se puede ejercer el poder usando el carisma, la pasión y la determinación. El poder no sólo emana del dinero y de la fuerza; la persuasión, la influencia y el prestigio son fuerzas arrolladoras cuando se utilizan con astucia.
El capital cultural
El capital cultural abarca una amplia gama de conocimientos, incluyendo los conocimientos técnicos, científicos y artísticos que una persona posee. En la Biblioteca Polymata, me rodeo de individuos que tienen un gran capital cultural. Al conversar con ellos, observo cómo han invertido ese capital en incrementar su felicidad, mejorar su salud y enriquecer sus vidas en todos los aspectos. Escribiendo esto, he caído en la cuenta de que Polymatas y la Biblioteca Polymata tienen como objetivo primordial potenciar tu capital cultural.
La adquisición de cultura amplía tus opciones al revelar rincones de la realidad ocultos hasta entonces. Por ejemplo, aquel que carece de conocimientos no ve las múltiples formas de generar ingresos, como limpiar zapatos en la calle, abrir un restaurante, establecer una comunidad de lectores privada, desarrollar software para hospitales, donar esperma o tocar la guitarra en el metro. La perspectiva del ignorante se circunscribe a su propia experiencia. Si cree que la única vía para ganar dinero es trabajar incansablemente en el campo o en la obra, entonces no dejará de trabajar de sol a sol (aún teniendo otras opciones mejores delante de sus narices). Si asume que la única solución para un dolor crónico de cadera es someterse a una cirugía y tomar analgésicos, ignorará la posibilidad de que el ejercicio de fuerza y la terapia psicológica pueden aliviar el malestar.
El conocimiento, cuando se acumula, se transforma en capital cultural, y este a su vez, multiplica el valor del trabajo. Es decir, con el mismo esfuerzo se consigue más. Por eso, las naciones innovadoras y educadas no son sólo dos o tres veces más prósperas que las no educadas, sino 20 o 30 veces más prósperas. Vamos ahora con otra forma de capital mucho menos conocido y algo tabú.
50 LIBROS PARA COMPRENDER EL MUNDO
¿Quieres que te guíe en el camino hacia la polimatía? Si no quieres comprar ni un libro mediocre más, si quieres leer solo los grandes libros y aprovechar al máximo tus lecturas y además deseas compartir este viaje con otros aprendices de polímata, la Biblioteca Polymata fue creada para ti.
El capital erótico
Este es un concepto que conozco desde hace poco, y del que me habló mi amiga Cuca Casado. Gracias a ella, pude estructurar en mi mente una intuición que tenía desde hace tiempo pero que carecía del concepto necesario para entenderla bien. En los últimos años, ciertos movimientos feministas han situado a la mujer como una víctima del sistema patriarcal y de los hombres. Es cierto que a lo largo de la historia el hombre ha tenido mucho más poder político que la mujer, y también ha contado con mayor fuerza física. Sin embargo, en la narrativa de estas corrientes feministas, había algo que me chirriaba, una ausencia que considero relevante.
La socióloga británica Catherine Hakim explica en su libro Capital erótico: el poder de fascinar a los demás, que la mujer siempre ha tenido poder, y no ha sido una mera víctima a expensas de la voluntad del hombre. El ejemplo paradigmático que siempre me viene a la cabeza es la ilustre Cleopatra, y la influencia que ejerció sobre dos grandes figuras de la época como Marco Antonio y Julio Cesar. También pensaba en Marilyn o en la cortesana Madame de Pompadour. Pero el capital erótico no es exclusivo de esas mujeres excepcionales. Lo podemos apreciar en muchas influencers, presentadoras, artistas, cantantes, camareras, incluso deportistas que obtienen mejores trabajos, más contactos y mayores patrocinios gracias a su encanto y atractivo. En el mercado sexual, la mujer, sobre todo en su etapa de juventud, tiene la posición dominante. Lo habitual es que, en sociedades libres, la mujer sea más selectiva y exigente a la hora de elegir pareja que el hombre. Sólo hay que ver las estadísticas de aplicaciones de citas como Tinder que muestran cómo la mayor parte de las mujeres consiguen citas y sólo una minoría de hombres.
En El arte de la seducción, Robert Greene describe así el capital erótico de Cleopatra:
“En el año 48 a.C., Tolomeo XIV de Egipto logró deponer y exiliar a su hermana y esposa, la reina Cleopatra. Resguardó las fronteras del país contra su regreso y empezó a gobernar solo. Ese mismo año, Julio César llegó a Alejandría, para cerciorarse de que, pese a las luchas de poder locales, Egipto siguiera siendo fiel a Roma. Una noche, César hablaba de estrategia con sus generales en el palacio egipcio cuando llegó un guardia, para informar que un mercader griego se hallaba en la puerta con un enorme y valioso obsequio para el jefe romano. César, en ánimo de diversión, autorizó el ingreso del mercader. Este entró cargando sobre sus hombros un gran tapete enrollado. Desató la cuerda del envoltorio y lo tendió con agilidad, dejando al descubierto a la joven Cleopatra, oculta dentro y quien, semidesnuda, se irguió ante César y sus huéspedes como Venus que emergiera de las olas. La vista de la hermosa joven reina (entonces de apenas veintiún años de edad) deslumbró a todos, al aparecer repentinamente ante ellos como en un sueño. Su intrepidez y teatralidad les asombraron; metida al puerto a escondidas durante la noche con solo un hombre para protegerla, lo arriesgaba todo en un acto audaz. Pero nadie quedó tan fascinado como César. Según el autor romano Dión Casio, «Cleopatra estaba en la plenitud de su esplendor. Tenía una voz deliciosa, que no podía menos que hechizar a quienes la oían. El encanto de su persona y sus palabras era tal que atrajo a sus redes al más frío y determinado de los misóginos. César quedó encantado tan pronto como la vio y ella abrió la boca para hablar». Cleopatra se convirtió en su amante esa misma noche.”
Papiro con dibujo de Cleopatra
El capital erótico tampoco es exclusivo de la mujer, por supuesto, sólo hay que ver el efecto devastador que Elvis Presley tenía en sus fans cuando movía las caderas, pero podemos afirmar sin miedo a equivocarnos que la mujer lleva la delantera. Esto sucede porque, por razones evolutivas el hombre da prioridad a la belleza facial y las curvas femeninas. Y aunque la mujer también valora un rostro simétrico y un hombre alto y fuerte, esas características no son su máxima prioridad (ver más).
El hombre valora tanto la belleza de la mujer porque es un signo de fertilidad. La mujer también aprecia el capital erótico del hombre, su belleza facial y su físico, pero ha dado siempre más importancia a su poder económico y a su estatus porque son indicadores de su potencial para proveer y cuidar de la familia. Por eso es más habitual ver a hombres mayores con mujeres jóvenes que al revés. Los hombres mayores suelen tener más estatus, poder y dinero (capital económico, social y cultural) y las mujeres jóvenes suelen tener más belleza (capital erótico).
«Married Couple Family Groups, By Presence Of Own Children Under 18, And Age, Earnings, Education, And Race And Hispanic Origin Of Both Spouses». U.S. Census Bureau, Current Population Survey, 2017 Annual Social and Economic Supplement. Retrieved 14 August 2020.
Dicho esto, en la época moderna la emancipación de la mujer ha llevado a que muchas mujeres sean independientes económicamente y den más importancia al capital erótico del hombre, sobre todo para relaciones esporádicas. Y por supuesto, el hombre valora muchas otras cosas más allá del capital erótico de la mujer.
Mi sensación es que muchas mujeres tienen que lidiar con una especie de culpa por usar su capital erótico. Que una mujer use su feminidad y su atractivo para conseguir lo que quiere se ve con cierto recelo, al contrario que si usa su capital cultural o social. ¿Los motivos? Quizás el capital erótico está mal visto por la herencia religiosa que demoniza el erotismo y la sexualidad. Quizás las propias mujeres vean la exhibición de la sexualidad de otras mujeres como una amenaza. Quizás crean que el uso del capital erótico condena a la mujer al rol de mujer objeto que tanto esfuerzo está costando eliminar. Quizás tenga que ver con la percepción de que el capital erótico es “un regalo de la naturaleza” y no tiene mérito poseerlo, y por lo tanto, es injusto que unas tengan más que otras.
Los mensajes que reciben las mujeres por parte de la sociedad parecen contradictorios. Por un lado está la hipersexualización de la mujer, presente en gran parte de los medios y las redes sociales. La hipersexualización también es ubicua en la música urbana que escucha la gente joven. Las canciones de reggaetón (tanto las letras como los videoclips) son el mejor ejemplo de subversión contra el puritanismo de parte del feminismo actual. Pero, por otro lado, los medios y redes sociales también nos bombardean con críticas a la cosificación de la mujer y la promoción de estereotipos machistas que reducen a la mujer a un mero objeto para el disfrute del hombre.
Personalmente creo que el capital erótico es uno más de los potenciales humanos que están ahí para ser usados y disfrutados. No veo un mayor valor en el capital cultural o el social que en el erótico. Esto tiene su explicación, ya que yo no creo en el mérito, y por lo tanto, para mí es indiferente que seas atractiva y utilices tu encanto para prosperar, o tengas dos carreras y utilices tu conocimiento para prosperar. En esencia, nada de lo que eres es por tus propios méritos o deméritos. Si hubieses tenido la mala suerte de nacer en Botswana o sufrieras una discapacidad cognitiva tampoco sería responsabilidad tuya no haber triunfado en la vida. Tienes dos carreras porque has tenido suerte, igual que la chica agraciada que nació con una buena genética.
Obviamente, si crees en el mérito, es decir, en el libre albedrío, entonces me llevarás la contraria y dirás que el capital erótico es principalmente genético, mientras que esforzarte para estudiar dos carreras requiere de tu voluntad y esfuerzo. Déjame que lo ponga en duda. Por un lado, el capital erótico es mucho más que ser guapa. También está formado por habilidades y características que se pueden potenciar con trabajo y esfuerzo. Puedes ir al gimnasio, comer sano, usar cremas, hacerte la cirugía estética, aprender a bailar, ir a clases para aumentar tu carisma o hacer talleres de tantra.
Mi punto de vista es que las feministas, y la sociedad en general, deberían dejar (o incluso fomentar) que la mujer use su capital cultural, social y erótico como mejor considere y alejarse de posturas puritanas que parecen salidas de otra época. ¿Cuál es exactamente el problema moral de que una mujer atractiva use sus armas para conseguir lo que quiere?
Resumiendo
Si lo piensas, todas las actividades que llevan a acumular algún tipo de capital nos satisfacen. Crear nuevas relaciones, aprender nuevas habilidades o ponernos en forma son actividades intrínsecamente satisfactorias. La evolución es sabia y ha hecho que desarrollemos un interés por crear y acumular capital porque eso aumenta lo que los biólogos evolutivos llaman “fitness”, que no es otra cosa que nuestro potencial para legar nuestros genes a una siguiente generación.
El capital humano tiene muchas formas. No lo reduzcamos a la habilidad para rendir en nuestros trabajos y producir beneficios. El capital se encuentra en las relaciones sociales que cultivamos, en el conocimiento nuevo que adquirimos y también en el atractivo sexual. Conocer la diversidad y el potencial de nuestros poderes es importante, y no tener reparos en usarlos de forma ética nos permite desarrollar todo nuestro potencial. Pocas personas tienen dinero, muchos amigos, un gran conocimiento y una buena planta. Pero la mayoría tenemos algunos de estos poderes, esperando para ser utilizados.
Loren dice
Comparto contigo que la parte genética es muy importante.
Para tener dos carreras debes de tener una buena genética tanto en cuanto a inteligencia como en funciones ejecutivas de autocontrol que te facilitan estructurar tu vida para conseguir tu objetivo.
Igualmente, para usar un capital erótico debes tener una buena genética que te conceda un gran físico y tambien funciones ejecutivas de autocontrol que te faciliten hacer ejercicio físico y comer bien para no arruinarlo.
Pero no crees que eso «solo» son importantísimos puntos de partida o cartas que te da la vida, pero luego depende de ti utilizarlas? Que sí, que seguir el camino o no también depende de la genética y el ambiente… pero al final del día esa persona puedo elegir el camino fácil y no estudiar esas carreras o no cuidar su cuerpo y tendría el mismo contexto y la misma genética.
Es que de otra manera, parece que la persona está predestinada a tener dos carreras o físico increible y para mí eso no puede ser así. De hecho, que esta persona crea en este predeterminismo o no seguro que hará que su actitud cambie, se deje de esforzar tanto (total pa qué) y por tanto no llegue tan lejos como si pensara que depende de su esfuerzo.
Por eso, aunque te compre casi todo lo que dices sobre esto. Creo que a nivel práctico es mejor creer en el mérito, que no hacerlo. Porque fijo esta idea te va a llevar a mejores puertos
Val Muñoz de Bustillo dice
Hola Loren:
Muy buena pregunta. Todo depende de la postura que tengas respecto al libre albedrío. La mía es la que postula Sam Harris en Free Will, en la que concluye que no existe el libro albedrío. Si compras esa tesis, incluso tu voluntad para cambiar estaba ya predeterminada. En ese caso, el mérito esencialmente no existe.
En todo caso, como dices, en el día a día no puedes estar pensando en eso, y la idea de mérito es útil.
Saludos!
Mikel Salazar dice
Desde la no existencia de libre albedrío, no me parece moral aprovecharse de la diferencia entre mi capital y el de otra persona, sea del tipo que sea.
Hace poco escribí afirmando que vestir sexy puede ser una forma de violencia, ya que genera respuestas fisiológicas en otras personas, y estas deben reprimir su deseo sexual, por el código ético de nuestra sociedad.
Gracias por tu artículo, me ha servido para ampliar mi visión al respecto.
David. dice
Buenos días Val. Felicidades por tu trabajo. El artículo y el episodio del podcast son muy interesantes. Tan solo me gustaría indicar un desliz, una errata. Cuando mencionas el capital erótico de Cleopatra, figura histórica fascinante, mencionas a Julio César y Marco Aurelio, en realidad se trataba de Marco Antonio, no de Marco Aurelio, el emperador filósofo. Un saludo. Felicidades por tu podcast.
Val Muñoz de Bustillo dice
Toda la razón, David, se me coló 🙂
Gracias, lo cambio.