Este es el segundo artículo sobre la serie del conflicto entre genes y cultura. En el primero vimos cómo funciona la evolución biológica. Hoy vamos a adentrarnos en algo menos conocido: la evolución cultural. Estos serán los dos pilares que necesitamos para enfrentarnos con rigor y espíritu crítico a los siguientes artículos en los que ahondaré en algunos supuestos conflictos entre cultura y genes. Antes de empezar te adelanto que cultura y biología no van cada una por su lado como mucha gente piensa. Al contrario, la cultura ha sido una de las presiones evolutivas más fuertes durante los últimos 2 millones de años. ¡Vamos a verlo!
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No fue la inteligencia, fue la cultura
Es común escuchar y leer que la inteligencia es lo que nos separa de los otros animales y que gracias a nuestra increíble capacidad de pensar y razonar hoy dominamos el mundo. Sin embargo, Joseph Henrich, uno de los mayores expertos en evolución cultural defiende que no somos tan diferentes de otros animales en nuestras capacidades cognitivas. En su libro The Secret of our Success explica con varios ejemplos que lo que nos diferencia radicalmente es nuestra capacidad de aprendizaje social/cultural. Sin nuestra cultura apenas somos capaces de sobrevivir.
En este punto es importante dar la definición de cultura tal que usan los investigadores de la evolución cultural para que todos estemos en la misma página cuando hable de cultura.
La cultura es el comportamiento socialmente aprendido. Es decir, todo aquello que aprendemos de nuestros padres, amigos, medios de comunicación, líderes de opinión. Adquirimos la cultura imitando a nuestros referentes y mediante la enseñanza.
Para entender hasta qué punto dependemos de la cultura para sobrevivir vamos a hacer un experimento mental. Imagina que tú y diez amigos sois trasladados a lo más profundo de la selva de Irati en Navarra. Os dejan allí con ropa, agua y comida para una semana y os dicen que os recogerán en 3 meses. ¿Seréis capaces de sobrevivir?
Seguramente ninguno de vosotros tiene conocimientos sobre las plantas y frutos silvestres comestibles de la zona. Y ni hablar de las habilidades para construir un arco para cazar jabalíes o ciervos. Tampoco sabéis construir un refugio para las noches frías y lluviosas habituales en Irati. Ni cómo curar una herida infectada sin medicamentos. Nunca habéis construido una trampa para cazar conejos y aunque fueseis capaces de cazar uno, no sabríais despellejarlo ni hacer fuego para cocinarlo.
Todos vosotros sois personas inteligentes y con estudios, algunos incluso habéis visto programas de supervivencia en la TV, pero vuestra cultura no os facilita adaptaros a ese entorno. Vuestros conocimientos en estadística, escritura y cocina son inútiles en lo más profundo de un hayedo a decenas de kilómetros de la civilización.
Aristóteles dijo que somos animales sociales, pero quizás sería más apropiado decir que somos animales culturales. Aún rodeados de gente inteligente, sin la cultura adecuada no somos capaces de sobrevivir. Esto puede parecernos obvio, pero somos el único animal al que le ocurre. La mayoría de los seres vivos vienen bastante bien equipados de serie para sobrevivir en su hábitat con poco o ningún aprendizaje cultural.
¿Somos el único animal con cultura?
Antes se pensaba que los humanos éramos los únicos capaces de desarrollar una cultura y transmitirla a lo largo de las generaciones, pero ahora sabemos que eso no es cierto. Algunas bandas de chimpancés usan palos para atrapar termitas, otros cascan nueces con piedras. Estos comportamientos no son innatos porque no todos los individuos de la especie lo hacen, sino que los aprenden imitando a sus referentes.
Se sabe que las orcas de diferentes lugares usan diferentes dialectos para comunicarse entre ellas y también usan distintas técnicas de caza.
Entonces ¿cuál es la diferencia entre nosotros y ellos?
Aunque estos animales tienen diferencias culturales entre grupos de la misma especie, parece que solo los humanos acumulamos cultura. Los chimpancés llevan décadas usando palos para atrapar termitas, pero no han pasado de ahí. Los humanos empezamos creando hachas de piedra muy simples y cientos de miles de años después tenemos bombas nucleares y cohetes espaciales. Es la acumulación progresiva de cultura lo que nos diferencia de otros animales.
La presión evolutiva de la cultura
En el artículo sobre la evolución biológica explicaba cómo el entorno ejerce una presión evolutiva sobre los organismos vivos provocando que solo los más aptos sobrevivan y por lo tanto que sus genes prosperen a costa de otros menos adaptativos. En ese momento no lo mencioné, pero la cultura forma parte del entorno que ha moldeado nuestros genes desde hace unos dos millones de años. Al menos eso es lo que defiende la Teoría de la Herencia Dual.
La aparición de los primeros conatos de cultura en las bandas de cazadores recolectores ayudó a prosperar a los individuos que fueron capaces de sacar partido a esos conocimientos y tecnologías primitivas y, por lo tanto, sus genes pasaron a las siguientes generaciones. Estos sencillos avances culturales marcaron la diferencia entre la vida y la muerte. Algunos ejemplos de estas innovaciones fueron el uso de hachas de piedra para cortar la carne de las presas, la creación y mantenimiento del fuego para cocinar y el uso del lenguaje hablado para coordinar mejor a los miembros del grupo. Las bandas, los individuos y por lo tanto, los genes de aquellos que usaron estos avances prosperaron a expensas de los que tenían menos capacidades de aprendizaje social.
Joshep Henrich sostiene en su libro The Secret of our Success que aprendemos principalmente imitando. Más incluso que a través de nuestras experiencias. Así, aquellos con una mayor predisposición a imitar y aprender de otros tuvieron una ventaja crucial. A lo largo de las generaciones esta presión evolutiva nos hizo cada vez mejores absorbiendo la cultura de nuestra tribu. Esta habilidad unida a pequeñas y constantes innovaciones nos hizo ir acumulando más y más cultura. Cultura y biología se han retroalimentado a lo largo de los milenios y eso nos ha hecho desarrollar cerebros especializados en la creación y absorción de cultura.
El diseño sin diseñador
Los expertos en Evolución Cultural remarcan que el avance cultural suele ser progresivo y no deliberado. Ocurre gracias a pequeños cambios provocados por errores en el intercambio cultural y a ligeras innovaciones, muchas de ellas producto de la prueba y el error. Analicemos uno de los mejores diseños culturales que podemos encontrar: el iglú. Los inuit llevan construyendo iglús desde tiempos inmemoriales. Estas viviendas de hielo se mantienen a unos 10 grados cuando en el exterior las temperaturas alcanzan los 30 grados bajo cero. Construir un buen iglú no es tarea fácil. La estructura de cúpula permite crear un techo sin necesidad de soportes o vigas y hace que la vivienda resista fuertes vientos. El suelo del túnel de entrada se encuentra algo por debajo del nivel de la vivienda para que el aire frío permanezca ahí. Los bloques de hielo se van derritiendo con el calor de las lámparas de aceites, pero eso solo hace que los bloques de hielo se unan todavía mejor y la estructura sea más sólida. Es necesario un orificio de aireación en el lateral para que los gases no se acumulen en la estancia.
Hay muchos pequeños detalles importantes que hacen del iglú una tecnología fundamental para los habitantes del hielo. Si le preguntas a un inuit por qué lo construye de esa manera es probable que no te sepa responder. Seguramente te dirá que siempre se ha hecho así. A menudo los avances culturales y tecnológicos son producto de miles de iteraciones y los individuos inmersos en esa cultura no tienen porqué conocer los motivos ni el origen de esa práctica, tecnología o creencia.
Estamos muy acostumbrados a hablar del inventor del teléfono, del avión, de internet, pero la realidad es que esos inventos son, en gran medida, producto del avance cultural al que miles de individuos durante cientos de generaciones han ido contribuyendo, muchas veces sin ser conscientes de ello. Durante los últimos tres milenios ha habido personas dedicadas a la filosofía, a la ciencia y a la tecnología, pero durante cientos de miles de años no fue así. Los avances culturales ocurrieron sobre todo de forma accidental, progresiva e inconsciente. Incluso ahora, los científicos y pensadores necesitan de toda la cultura acumulada para poder realizar pequeñas innovaciones.
“Si he logrado ver más lejos ha sido porque he subido a hombros de gigantes”
Isaac Newton
La coevolución genes-cultura
Para entender la coevolución entre genes y cultura, lo primero es comprender que todo empezó con cierta predisposición biológica a crear y acumular cultura. Sin esos cimientos genéticos nunca habría habido acumulación cultural. Existen muchas evidencias de cómo la cultura ha ido dando forma a nuestro genoma desde entonces.
Una de las más obvias son nuestras limitaciones físicas. A pesar de ser los depredadores más temibles del planeta carecemos de las mandíbulas del león, la velocidad del guepardo, las garras del oso o la vista del águila. Nuestras mandíbulas son relativamente débiles: intenta comer carne cruda sin cortar y cocinar y verás a qué me refiero. Hace más de 2,5 millones de años ya fabricábamos sencillas piedras afiladas para desgarrar la carne y hace más de medio millón de años seguramente empezamos a utilizar el fuego para cocinar. Estos cambios tecnológicos y culturales nos ayudaron a procesar la comida antes de ingerirla por lo que ya no necesitábamos una mandíbula poderosa, grandes caninos ni un sistema digestivo tan potente. La digestión se aligeró por lo que necesitábamos menos energía para realizarla que pudimos invertir en otros órganos como un cerebro cada vez más grande y sofisticado.
Estos cambios evolutivos en nuestra biología, provocados por los cambios culturales, nos han hecho cada vez más dependientes de la cultura y de las herramientas y seguramente han ido potenciando progresivamente nuestras capacidades para el aprendizaje social.
Puede que te surja la duda de si la coevolución sigue ocurriendo en nuestros días. La respuesta es que sí. Salvo raras excepciones los humanos somos el único mamífero que bebe leche de adulto como parte de su dieta. Antes de la domesticación de animales los seres humanos no digeríamos bien la leche después del destete. A partir de cierta edad el intestino dejaba de segregar lactasa que es la enzima que nos ayuda a digerirla.
Con la domesticación de animales hace unos 9000 años nuestros antepasados vieron la oportunidad de beber la leche del ganado, un alimento rico en calorías, proteína y grasa. La mayoría se sentiría fatal después de beber, pero una mutación genética hizo que unos pocos pudiesen digerir bien la leche y eso les supuso una ventaja adaptativa frente al resto de la población. Por eso, los habitantes de las partes del planeta donde había más ganadería en el pasado ahora no tienen problemas para digerir la leche. Principalmente las zonas más al norte. Por el contrario, en el sudeste asiático, zona tradicionalmente agrícola, gran parte de la población es intolerante a la lactosa.
Conclusiones
La predisposición genética a aprender de los demás nos ha ayudado a acumular ingentes cantidades de cultura. Las tradiciones, tecnologías y normas sociales aceleraron la evolución biológica acentuando cada vez más nuestras capacidades de aprendizaje y transmisión cultural y quitando importancia a capacidades físicas que pasaban a un segundo plano gracias a nuestros conocimientos y herramientas. Sin la cultura hoy somos seres indefensos incapaces de sobrevivir, pero con ella somos el ser más dominante del planeta Tierra. No somos el único animal con cultura, pero sí el único capaz de acumularla de forma exponencial.
No hay una mente pensante detrás de la evolución cultural, igual que no lo hay detrás de la biológica. Los cambios suceden de forma ciega y progresiva. Los rasgos culturales que nos hacen prosperar se quedan, los demás, desaparecen.
Próximo artículo
Debido a la complejidad del tema, he decidido dividir el artículo de la evolución cultural en dos, así que la próxima semana tendrás la segunda parte en la que explicaré cómo sucede la evolución cultural, veremos que hay muchas similitudes con la biológica y también algunas diferencias que la hacen única.
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