“Nuestra tierra está degenerando durante estos últimos tiempos; hay signos de que el mundo está dirigiéndose rápidamente hacia el fin; el soborno y la corrupción son comunes; los niños ya no obedecen a sus padres … el fin del mundo está acercándose.”
Tabla de arcilla Asiria, alrededor de 2800 AC
Hace 4800 años los Asirios ya estaban en modo apocalíptico y a buen seguro que antes de ellos otras civilizaciones y tribus han tenido estos mismos pensamientos. Las predicciones sobre el fin del mundo son tan habituales en nuestra historia que tienen una página dedicada en la Wikipedia.
El mundo tras el COVID-19 y la Guerra de Ucrania no son diferentes. El pesimismo sobre los efectos catastróficos del cambio climático, nuevas pandemias o una guerra nuclear nos aplasta; ¿llegó el fin de la historia?
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Diseñados para el miedo
Si llevamos 5000 años prediciendo el fin del mundo y todas las predicciones han resultado erróneas, ¿por qué seguimos atemorizados?
La preocupación es consustancial al ser humano. Sin ella hoy seríamos pasto de los gusanos. Muchas cosas pueden salir mal y por eso siempre estamos vigilantes ante la nueva amenaza. El miedo es el instinto primordial, lo que nos ha hecho llegar hasta aquí. Los psicólogos llaman sesgo de negatividad a la tendencia a fijarnos mucho más en lo malo que en lo bueno. Por su parte, los medios de comunicación y la gente en redes sociales adaptan sus contenidos a lo que prestamos más atención. Y esa combinación explosiva se convierte en una profecía autocumplida.
Los pequeños progresos diarios que vienen ocurriendo desde la Ilustración, que han convertido el actual momento de la historia en el mejor para estar vivo, nos pasan desapercibidos porque son lentos y a nadie le importan demasiado. Que vivamos en un mundo mucho más seguro, con menos pobreza y menos violencia no vende periódicos.
“El mundo ha hecho avances espectaculares en cada uno de los indicadores de progreso y bienestar y lo más chocante es que nadie lo sabe.”
Steven Pinker
Las catástrofes e ideas apocalípticas tienen otra característica que las transforman en memes poderosos y pegadizos de los que no podemos desprendernos. Son llamativas, interesantes, perturbadoras y nos dan un sensación de sufrimiento compartido que refuerza la identidad de grupo.
Una vez han infectado nuestros cerebros, estos memes no desperdician la menor oportunidad de reproducirse y asomar a nuestra consciencia. El sesgo de disponibilidad del que ya he hablado en múltiples ocasiones nos lleva a interpretar el mundo que nos rodea a través de esos memes; el fin está cerca.
No comprendemos los cisnes negros
Todo el tiempo pasan cosas a nuestro alrededor. La mayoría son inocuas, neutras, insípidas, repetitivas y a nadie le importan; pero de repente, ocurre una guerra, una inundación, una erupción volcánica o una pandemia. El conjunto de estos eventos improbables se vuelven comunes a la luz de la Ley de Littlewood, también conocida como la ley de los números realmente grandes. Esta ley dice que sucesos extremadamente improbables terminarán ocurriendo si pasa el tiempo suficiente.
Lo esencial para comprender por qué estamos rodeados de sucesos catastróficos es que hay muchas cosas malas que pueden suceder. Cada año es improbable que ocurra una guerra civil, una pandemia mundial o un terremoto destructivo pero es muy probable que ocurra alguna de las múltiples cosas que pueden ir mal. Esto es así y siempre ha sido así. Incluso períodos aparentemente tranquilos de la historia están llenos de desgracias cuando los observas con detenimiento.
Lo que diferencia a estas últimas décadas del resto de la historia, es que ahora tenemos acceso a la información de todo lo que pasa en el mundo en tiempo real. Además, el mundo se ha vuelto más complejo y está más interconectado que antes, lo que hace que una guerra a miles de kilómetros pueda afectar a los precios de nuestros alimentos o de la electricidad. Pero cuidado, antes de demonizar a la globalización, piensa que esa misma globalización es la que nos permite comprar todo tipo de productos baratos la mayor parte del tiempo.
Tiempos oscuros pero más luminosos
Por todo ello, seguimos pensando que vivimos “tiempos oscuros” cuando la realidad es que la mayor parte de la historia en la mayor parte de los lugares de la Tierra han sido “tiempos oscuros”.
Lo que viene ocurriendo en los últimos 300 años, debido a las revoluciones científicas e industriales, es que los seres humanos tenemos más poder para provocar sucesos catastróficos. Quizás los dos ejemplos más preocupantes son el cambio climático y la guerra nuclear a escala mundial. Pero también tenemos mayor poder para resolver situaciones que habrían sido catastróficas hace unos siglos. Pongamos como ejemplo la peste negra. Esa terrible enfermedad mató entre el 30% y el 60% de la población europea en el siglo XIV. Comparemos esas cifras con las muertes provocadas por el COVID-19: un 0,23% en todo el planeta según la revista Lancet. Nuestros pobres antepasados no pudieron hacer nada para curar la enfermedad y poco para prevenir su propagación. Sin embargo, a pesar de que hoy la población mundial es mucho mayor y viajamos infinitamente más, estamos mucho mejor preparados para combatir el COVID-19 de lo que lo estuvimos para pandemias anteriores.
El miedo como herramienta de manipulación
Ya hemos dicho que estamos diseñados para el miedo y que los medios de comunicación solo son culpables de llenar un hueco en la demanda de preocupaciones, pero ahí no queda todo. Ya decía Maquiavelo que quien controla el miedo de la gente se convierte en el amo de sus almas. Una persona con miedo hace lo que haga falta para que el horror no llegue a su puerta: limitar su libertad, su privacidad, agredir al que considera un peligro… Los que buscan aumentar su poder lo saben y lo utilizan. Lo hizo Bush tras el 11 de septiembre y lo han hecho muchos gobiernos durante la pandemia. ¿Tienen incentivos los políticos para amplificar el miedo de la gente? Yo creo que bastantes, y no soy el único. Cuando tenemos miedo, somos pesimistas y creemos que todo va mal es cuando hay que estar más alerta porque es cuando somos más manipulables.
Ya hemos visto las principales necesidades básicas que explotan las redes sociales y por qué tienen tanto éxito. Ahora vamos a ver cuál es el ingrediente secreto por el que son tan adictivas.
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¿Por qué no ha llegado todavía el fin del mundo?
En parte por pura suerte, pero supongo que esperas que te cuente algo más 🙂
Tendemos a fijarnos en todo lo que va mal y lo que puede ir mal. Esto nos hace estar alerta y mover el culo para mitigar los riesgos. Por lo tanto, por cada riesgo que asoma en el horizonte, varios levantan la mano y se ponen a trabajar para combatirlo. Esto puede sonar naíf viendo lo que estamos tardando para poner medidas al cambio climático. El cambio climático no es un riesgo inmediato y por eso nos cuesta ponernos manos a la obra. Es como cuando sabes que tienes un examen de oposiciones dentro de un año. ¿Qué haces? Pues esperas a que queden tres meses y entonces te das el atracón a estudiar. Manejamos muy mal la planificación a largo plazo y valoramos el futuro mucho menos que el presente, pero finalmente nos ponemos manos a la obra.
Así, por cada riesgo que surge acaban naciendo iniciativas para contrarrestarlo. Pasó con el agujero de la capa de ozono en los 80, con el plomo de los carburantes en los 90, con el tabaco durante las últimas décadas y con la crisis del Covid-19, cuya vacuna se desarrolló en tiempo record. Desde que el riesgo o el daño aparece hasta que se toman medidas pasa tiempo, hay sufrimiento, víctimas y dolor; eso es innegable. Pero pensar que no hacemos nada al respecto es tan irreal como pensar que somos capaces de resolver cualquier problema que surja.
Otros riesgos simplemente acaban diluyéndose por sí solos. Por ejemplo, la catastrófica superpoblación que Thomas Malthus pronosticó a finales del siglo XVIII se está ralentizando porque en los países ricos (que son cada vez más) las mujeres tienen menos hijos.
En resumen, nos adaptamos a lo que no ocurre de súbitamente. Por eso, en mi opinión, el fin del mundo, cuando llegue, lo hará de manera fulminante, sin tiempo para la prevención o la reacción.
¿Qué nos depara el futuro?
Nadie lo sabe y eso es maravilloso y aterrador al mismo tiempo.
Lo que nos cuenta la historia es que las ideas apocalípticas van a estar siempre ahí. Agoreros del fin del mundo siempre los habrá: unos por convencimiento y otros por interés.
Como contrapunto a esta visión crítica que hago, es interesante la tesis del teólogo Bernard McGinn:
«El apocalipsis nos hace darle sentido a la historia. Le da una estructura: un principio, un periodo en el que somos y un fin. Y a menudo, en medio de las crisis y de la confusión, tanto de nuestras propias vidas como de la historia, la gente busca el sentido.”
Este es el motivo por el que McGinn piensa que siempre hablaremos sobre el fin del mundo; porque éste da sentido a nuestras vidas.
Personalmente creo que debemos cuidarnos de los mensajes apocalípticos. No hace falta ser psicólogo para saber que pueden generar ansiedad. Y esto no es ninguna tontería; según una encuesta de YouGovAmerica, casi 3 de cada 10 estadounidenses cree que el fin del mundo llegará durante sus vidas.
Mientras pienso en esto me vienen a la cabeza dos frases de Epícteto, el filósofo estoico:
“El hombre no está preocupado tanto por problemas reales como por sus ansiedades imaginadas sobre los problemas reales.”
“Solo hay una manera de alcanzar la felicidad y es dejar de preocuparse por cosas que están más allá del poder o de nuestra voluntad.”
Casi 2000 años han pasado desde que Epícteto pronunciase estas palabras y la naturaleza humana no ha cambiado. Tampoco cambiará en un futuro próximo. Estamos atados a nuestro primitivo y miedoso cerebro en un mundo que a veces lo sobrepasa. Creo que, por el bien de nuestra salud mental, debemos abrazar los mensajes del filósofo y aprender a desconectar del bombardeo de información al que estamos sometidos y también relativizar los peligros que nos acechan.
Con esto no quiero decir que nos desentendamos de los riesgos reales e importantes. Steven Pinker dice en su libro En defensa de la Ilustración que en la actualidad hay dos riesgos principales para el progreso: el cambio climático y la guerra nuclear. Según él, deberíamos poner todas nuestras energías en solucionarlos y no distraernos por otros asuntos menores.
Una última reflexión
A no ser que seas un presidente de gobierno o un líder de opinión, tu capacidad de cambiar el mundo es prácticamente cero. Esto no te lo digo para que no hagas nada por mejorarlo, sino para quitarte presión. Personalmente creo que solo desde el conocimiento, la reflexión y la calma podemos ayudar. Por eso, aunque una pequeña dosis de miedo puede llevarte a la acción, demasiada puede paralizarte y enfermarte.
Si tuviese que apostar ahora mismo, diría que la especie humana estará aquí por un largo tiempo. Pasaremos penurias y crisis como ya nos ocurrió en el pasado, pero somos más resilientes de lo que pensamos. No lo digo yo; si estudias la historia verás cómo nos recuperamos de la Peste negra, de la Gripe Española y de la Segunda Guerra Mundial y casi con toda probabilidad superaremos el COVID y la crisis geopolítica con Rusia.
Pakorrural dice
Enhorabuena por tu blog, Val.
La tesis de esta nota no carece de sentido, pero los ejemplos que pones de cómo la humanidad ha sobrevivido a otras crisis anteriores no tienen en cuenta dos puntos importantes que nos diferencian de otros momentos de la historia conocida:
1-Desde el descubrimiento de los combustibles fósiles y la primera revolución industrial, el «progreso» material y el expolio de recursos no renovables ha sido exponencial y ha permitido el nacimiento de un sistema, el capitalismo, de vocación suicida, pues solo puede pervivir con un crecimiento ilimitado.
2-Toda la historia conocida nos habla de civilizaciones que progresaron y decayeron, de colapsos civilizatorios, pero tenían lugar en regiones concretas. Ahora, con la emergencia climática y el peligro nuclear, la amenaza es global.
Claro que el planeta sobrevivirá, y probablemente buena parte de la humanidad, incluso si se cumplen las peores previsiones de calentamiento global. Pero nuestra forma de vida, el paisaje y la biodiversidad que conocemos, cambiarán enormemente y se producirá un retroceso civilizatorio global que no sé si nos devolverá a la época feudal o al neolítico.
Tienes razón cuando dices que es insano pasar ansiedad o deprimirse por aquello que no está en nuestra mano cambiar si no tenemos el poder o el capital (que no deja de ser lo mismo). Pero no me vale tu ejemplo de que la globalización también nos ha permitido comprar barato por Internet, porque la verdadera pregunta sería. ¿De verdad necesitamos comprar barato por Internet? ¿De verdad necesitamos poseer todas las cosas a las que podemos optar con solo un click?
Val Muñoz de Bustillo dice
Hola Paco!
Gracias por comentar 🙂
Respecto al primer punto, no estoy muy de acuerdo. Costaría demasiado desarrollarlo en un un comentario, pero creo que es un error ver el capitalismo como un sistema que necesita crecer de forma ilimitada. Además, aunque así fuera, la economía puede crecer de forma sostenible para el planeta. Los países más desarrollados ya están haciendo una transición hacia energías más sostenibles, más reciclaje, gestión sostenible de los bosques, ahorro energético, etc. Si la población está concienciada con los problemas medioambientales, podemos cambiar la forma en la que nos desarrollamos para no cargárnoslo todo. Al menos así lo veo yo 🙂
Respecto al segundo punto, estoy de acuerdo en que tenemos dos grandes amenazas globales (cambio climático y hecatombe nuclear) porque el mundo de hoy es global y no podemos acotar los riesgos ni tampoco los avances. En cuanto a qué pasará si no conseguimos parar con rapidez el cambio climático, no tengo ni idea, la verdad; pero parece que podría cambiar nuestra forma de vida y el equilibrio del planeta. Por eso creo que debemos poner buena parte de nuestro saber en buscar soluciones. Y creo que se está haciendo, aunque vamos más lentos de lo que nos gustaría.
Cuando digo que la globalización nos ha permitido comprar productos más baratos (ya sea a través de internet o en el super de debajo de casa) me refiero a que, en parte eso es un beneficio que ha traído la globalización. Quizás algunos de nosotros podríamos comprar la fruta o la verdura más cara de lo que lo hacemos, pero hay quien no puede. Ahora vemos normal gastar una parte relativamente pequeña de nuestros ingresos en comida, pero hasta hace no mucho la gente trabajaba básicamente para comer (esto sigue pasando en muchos países). La división del trabajo, la educación, la ciencia, la innovación y la globalización han hecho que podamos comprar productos mucho más baratos y que mucha gente ya no tenga que hacer malabares para comer. Desarrollaría más esta parte, pero creo que lo dejaré para un futuro artículo 🙂
Un abrazo!