Este ensayo nace de la necesidad de señalar uno de los males que pueden hacernos retroceder como sociedad: el relativismo moral. El relativismo lleva en su seno la semilla del estancamiento moral y social. Además, como veremos, no es cierto que la moral sea algo que depende de la persona, el grupo o la cultura; al menos, no los principios morales fundamentales. Empecemos.
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Los principios morales son universales
Varios antropólogos de la universidad de Oxford estudiaron en 2019 los principios morales de 60 sociedades de todo el mundo. Para ello partieron de la idea de que la moral es un conjunto de estrategias que han evolucionado en todas las culturas para solucionar los problemas de cooperación entre personas. Encontraron seis principios morales comunes a todas las sociedades estudiadas:
- Ayuda a tus familiares
- Ayuda a los miembros de tu grupo
- Devuelve los favores
- Sé valiente
- Respeta a tus superiores
- Comparte con justicia
- Respeta las propiedades de los demás
Tiempo atrás, el reconocido psicólogo Jonathan Haidt ya había propuesto varias categorías morales comunes a todas las culturas que iban más allá de la cooperación. Estas categorías se popularizaron en su excelente libro La mente de los justos y son las siguientes:
- Cuidado
- Justicia
- Lealtad
- Autoridad
- Santidad
- Libertad
Según Haidt y otros científicos sociales que han trabajado en su Teoría de los fundamentos morales, los seres humanos tenemos instintos morales que nos incitan a rechazar ciertos comportamientos y a ensalzar otros. Como curiosidad, también descubrió que las personas con diferentes ideologías políticas daban más peso a unos valores que a otros.
Los trabajos de la universidad de Oxford y Haidt son relativamente recientes, pero el antropólogo Donald Brown ya había hablado de los universales humanos a principios de los 90. Los universales humanos de Brown eran comportamientos, emociones y rituales humanos que compartían todas las culturas. Entre estos universales se encontraban la empatía, la justicia, la generosidad, los derechos, las obligaciones y el rechazo al asesinato, la violación y a otras formas de violencia.
Espero que estas referencias hayan quitado de tu cabeza esa idea, por desgracia tan popular, de que la moral es algo completamente subjetivo, que varía enormemente entre personas y culturas.
¿Significa esto que no hay diferencias morales entre sociedades?
Por supuesto que las hay. Aunque los principios morales universales existen, la prioridad que cada individuo, grupo o sociedad les atribuyen varían. No olvidemos que las culturas evolucionan como organismos que se adaptan a su entorno y que en ciertos hábitats unos valores pueden ser más adaptativos que otros para la supervivencia del grupo. Por ejemplo, Richard E. Nisbett sugiere en su libro Culture of Honor que históricamente las sociedades pastoriles han sido más violentas que las que vivían de la agricultura porque es más fácil robar animales que trigo o lechugas. La necesidad de defenderse de los robos ha creado culturas más violentas y dispuestas a la confrontación física.
También existen diferentes maneras de interpretar los mismos principios. El precepto moral “Comparte con justicia” variar de significado dependiendo de lo que entiendas por justicia. Lo mismo pasa con el principio de libertad. Derechas, izquierdas y liberales están de acuerdo en que el individuo debe ser libre, pero llevan siglos discutiendo sobre qué es la libertad.
Con esto podemos concluir que los principios morales son universales pero que dependiendo de la sociedad en la que nos encontremos el valor y significado que le damos a estos principios puede variar. Los relativistas se agarran a estas diferencias para justificar su idea de que la moral es relativa, pero a pesar de las diferencias, es más lo que nos une que lo que nos separa. Disfrutamos viendo cine indio, japonés, danés y nigeriano porque, una vez superadas las diferencias cosméticas, sus películas nos adentran en los mismos conflictos de siempre, los mismos dilemas morales que nos preocupan a todas las personas de este pequeño mundo.
¿Por qué la moral es universal?
Puede que te preguntes por qué estos principios morales son universales. La respuesta es más sencilla de lo que parece. La moral más básica emerge de las emociones, y muchas de ellas han evolucionado para ayudarnos a vivir en sociedad: el sentimiento de culpa, la vergüenza, la envidia, el amor o el orgullo son solo algunos ejemplos de emociones que compartimos todos los seres humanos.
Los principios morales deben ser universales
Hasta ahora me he centrado en explicar qué principios morales instintivos son comunes a todos los seres humanos, pero ¿son esos principios los mejores? Que algo exista o que sea natural no significa que sea bueno. En verdad, la ética o filosofía moral, se creó para discriminar lo que sucede de lo que debería suceder. Algunos relativistas morales, aunque son casos raros, no solo afirman que la moral de cada individuo es única (cosa que ya hemos visto que no es cierta), sino que coquetean con la idea de que así debe ser. En la segunda parte del artículo expondré por qué esa afirmación nos llevan de vuelta a la oscuridad y qué valores son los que nos sacaron de ella.
La moral en Juego de Tronos
Durante las últimas semanas he estado viendo Juego de Tronos, una serie de fantasía medieval basada en la serie de libros Canción de Hielo y Fuego de George R. R. Martin. La fantasía medieval, como sugiere su nombre, recoge elementos históricos de la Edad Media y los adorna con algo de magia, monstruos, seres mitológicos, etc. Si has visto la serie o leído los libros, párate unos segundos a pensar en los principios morales que imperan en la serie…
Los primeros que me vienen a la cabeza son el honor, la fuerza, la valentía, la lealtad y la obediencia a la autoridad. Hay más, por supuesto, pero para lo que quiero explicar solo vamos a analizar la lealtad y la obediencia a la autoridad.
La lealtad está incluida dentro de los principios universales de los que he hablado antes. Lealtad a tu familia, a tu grupo, a tu tribu; o ya en la Edad Moderna; a tu nación, a tu raza, a tu género o a las personas con tu misma ideología. La lealtad es un principio que mantiene cohesionado al grupo; algo básico para la supervivencia de las sociedades tribales. No obstante, como vemos en Juego de Tronos, la lealtad tiene una cara B: puede llevarnos a cometer atrocidades sobre los que no son de los nuestros porque los consideramos un peligro para nuestro grupo. La lealtad es un precepto moral que da más valor a unas personas que a otras.
Otro principio moral que impregna todas las tramas de la serie es la obediencia a la autoridad. Soldados, funcionarios, campesinos y sirvientes rinden pleitesía a reyes, nobles, sacerdotes y caballeros. La obediencia a la autoridad está presente en todas las sociedades por una buena razón: mantiene el orden y la paz dentro del grupo. No todos podemos liderar y si nos pasamos el tiempo cuestionando a los líderes el conflicto será permanente. Nuestra moral ha evolucionado para aceptar nuestro lugar en el grupo. Pero este principio también tiene un lado oscuro. La obediencia ciega ha sido la cómplice perfecta de tiranos y psicópatas como Hitler y Stalin. Ha llevado a personas normales a asesinar y oprimir a los más débiles con la excusa de cumplir con su deber.
Ya hemos visto las principales necesidades básicas que explotan las redes sociales y por qué tienen tanto éxito. Ahora vamos a ver cuál es el ingrediente secreto por el que son tan adictivas.
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Principios para el progreso
Parece que tenemos un buen lío montado. Resulta que ciertos instintos morales que son adaptativos y buenos en algunas circunstancias nos conducen a comportarnos mal en otras.
¿Son estos buenos principios? Para mí esa es la pregunta clave.
Conocer nuestros instintos morales es necesario, pero no suficiente para determinar unos buenos principios morales que contribuyan al progreso humano.
Un código moral basado en la lealtad y la obediencia a la autoridad podría ser necesario (que no bueno) para un caballero medieval, pero no para un mundo global y cosmopolita como el que habitamos.
Para definir unos buenos principios debemos empezar por preguntarnos: ¿qué nos ha traído hasta aquí? ¿Qué normas morales han hecho que podamos vivir en la mejor época de la historia? ¿Qué ha posibilitado que vivamos en un mundo más libre, más pacífico y mejor alimentado que nunca?
Según el escritor Steven Pinker, esos han sido los principios ilustrados. En su libro En defensa de la Ilustración (libro de la Biblioteca Polymata), el psicólogo canadiense expone de manera convincente y con infinidad de datos cómo la razón, la ciencia y el humanismo hicieron posible reducir drásticamente el hambre, la enfermedad, la mortalidad infantil, la violencia, el analfabetismo y muchos otros padecimientos de la vida premoderna.
En la Edad Media, el centro de la vida era Dios y luego el rey; tras el Renacimiento y más tarde el movimiento ilustrado, el centro pasa a ser el hombre. El ser humano como individuo es importante por sí mismo y deja de ser una pieza intercambiable de un organismo superior que tiene sus propios intereses. Esta es una diferencia crucial que los ciudadanos modernos no somos capaces de valorar en su justa medida.
La idea del individuo por encima de todo desemboca en el cosmopolitismo: somos ciudadanos del mundo. La visión cosmopolita va de la mano de la expansión del círculo moral. Primero de la tribu a la ciudad, luego de la ciudad al país y por último, del país a todos los seres humanos. Todos somos sujetos morales y tenemos derechos independientemente de nuestra raza, sexo, ideología o nación. Algunos filósofos como Peter Singer y juristas como Gary Francione, han propuesto ampliar todavía más el círculo moral para incluir a todos los seres sintientes.
La transición de una moral tribal hacia una cosmopolita ha sido progresiva y desigual. Todavía siguen existiendo sociedades tribales y pensamiento tribal dentro de las sociedades modernas. Esto se debe a que hay un conflicto eterno entre nuestros instintos morales y los principios racionales que conducen al progreso. El conflicto siempre estará ahí.
Las normas morales, para que sean justas y racionales deben cumplir dos requisitos:
Universalidad
La universalidad de los principios morales es lo que yo llamo el principio de igualdad. El principio de igualdad procede de la razón y puede chocar con nuestros instintos de lealtad al grupo y obediencia a la autoridad. Nos exige que valoremos por igual la vida de un sin techo que la vida de un rey. El principio de igualdad no tiene por qué estar respaldado por las costumbres ni nuestros instintos pero está fuertemente cimentado en la lógica y la razón.
Lo vas a entender muy fácilmente con un experimento mental. Imagina que estás en el limbo y en las próximas horas empezarás una nueva vida. Tienes la opción de elegir si la gente de la Tierra, entre los que te incluyes, se guiará por el principio de igualdad o no. No sabes si vas a ser un rey o un barrendero, no sabes en qué lugar del mundo nacerás y tampoco si serás listo o tonto. ¿Qué eliges?
Las normas morales, para que sean éticas, es decir, para que nazcan de la razón y no del puro interés personal o del arbitrio del poderoso, deben respetar el principio de igualdad. Si no quieres algo para ti, no es razonable que lo quieras para los demás. Esta es la famosa regla de oro.
Proporcionalidad
Del principio de igualdad podemos derivar otro principio que también hunde sus raíces en la razón: la proporcionalidad.
La ética se encarga de resolver los conflictos entre seres humanos. A veces las personas transgreden las normas robando, violando o agrediendo a los otros. Estos individuos pasan por encima de los derechos de los demás y la sociedad debe hacer algo para impedir que destruyan la paz. Ahora bien, todos hemos oído historias de países en los que el castigo por robar es que te amputen una mano. A menudo, estos castigos desproporcionados tienen como objetivo disuadir a otros de hacer lo mismo. En países donde algunas personas pasan dificultades para comer uno podría llegar a justificarlos… hasta que un día tú eres el ladrón hambriento y desesperado que roba la gallina y te amputan la mano.
Instituciones para el progreso
Diseñar una moral para el progreso nos debe hacer reflexionar sobre qué instintos morales pueden ser injustos o poco éticos. No para eliminarlos; los instintos no se pueden eliminar; sino para impedir que la gente se deje llevar por los más nocivos. Llevamos miles de años haciéndolo a través de instituciones como los tribunales de justicia, la policía y las democracias liberales. Con todas sus imperfecciones, estas instituciones están ahí para evitar que abusemos unos de otros y que entremos en guerras tribales que nos dañarían a todos.
El precio del relativismo moral
Negar la existencia de unos principios morales racionales que son mejores para todos y que son los que han ayudado a construir países libres, seguros y prósperos es el primer paso para volver a épocas oscuras. Caer en la deriva relativista desincentiva el debate racional porque cuestiona que se pueda razonar sobre el bien y el mal. Y también dificulta encontrar soluciones éticas sobre asuntos importantes de nuestro tiempo como los movimientos de justicia social, los derechos de los animales y los nacionalismos.
Que la ética no sea una ciencia pura como la física no nos exime de buscar y aplicar los mejores principios morales. En el fondo todos intuimos que las posiciones extremas son falsas: ni existen unos principios morales matemáticos a la espera de ser descubiertos, ni la moral de cada individuo es la buena porque es la suya. De cada uno de nosotros depende que seamos honestos y valientes para tomar partido por los mejores principios y vivir con ellos. El progreso no llega solo, hay que trabajar en él. La Ciencia y el libre mercado hacen un trabajo encomiable, pero deben ir acompañados de una ética fuerte compartida por todos los seres humanos, que nazca del conocimiento de la naturaleza humana y del uso de la razón.
Resumiendo
La moral tiene un origen biológico. La evolución ha ido puliendo nuestras emociones y comportamientos sociales para fomentar la cooperación y la cohesión del grupo. Sin embargo, no vivimos en cuevas y las sociedades modernas necesitan de códigos morales que faciliten la cooperación entre millones de seres de todo el mundo y que promuevan el progreso.
Los pensadores del Renacimiento y la Ilustración nos legaron el Humanismo, la idea de que todos los seres humanos tienen un valor intrínseco, que no son un medio, sino un fin. Gracias a la lenta expansión de esas ideas y de las instituciones que nacieron de ellas, la esclavitud ha desaparecido, las mujeres tienen los mismos derechos que los hombres, los padres no tienen derecho a maltratar a sus hijos y los animales empiezan a ser vistos como seres sintientes, conscientes y cuyos intereses han de ser respetados.
Si valoras los avances morales que hemos conseguido estos últimos siglos, defiéndelos porque no hay ninguna ley natural que impida que haya un retroceso si caemos en el cínico relativismo moral.
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