Desde que me hice vegano hace siete años, he perdido la cuenta de cuántas veces me han planteado la siguiente situación:
“Si estuvieses en una isla desierta sin nada más excepto una vaca, ¿matarías a la vaca para comértela?”
La respuesta es que sí lo haría. Bueno, en realidad no sé si sería capaz de matar una vaca con mis propias manos, pero si cambiamos vaca por pollo, no tengo ninguna duda de que el hambre y la desesperación me llevaría a matar para comer.
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La persona que me plantea esta rocambolesca situación seguramente quiere hacerme ver que soy un ser humano y que, en caso de necesidad, mataré para comer. Me gusta que me planteen este experimento mental porque me ayuda a explicar mejor mi visión del veganismo. Lo hago planteando una segunda variante:
“Si estuviese en una isla desierta sin nada más que una vaca y un cocotero, ¿me comería la vaca?”
En ese caso mi respuesta en firme es que no; me comería los cocos.
El experimento mental de la isla desierta es muy gráfico para explicar que el veganismo no va de si comes o no animales, va de evitar (siempre y cuando sea posible) su explotación. En la primera variante del experimento se trataba de la vaca o yo. En la segunda, tenía otra opción, menos sabrosa, pero tenía otra opción.
Una visión más extrema del veganismo podría decir que es inmoral matar a la vaca para vivir tú, igual que sería inmoral matar a un compañero de isla desierta para comértelo. Quiero dejar claro que este razonamiento es perfectamente válido y coherente con una filosofía vegana llevada hasta el final, pero en la práctica yo pondría mi vida por delante de la de una vaca, y quizás hasta de una persona… vete a saber.
Los experimentos mentales
Los experimentos mentales llevan usándose desde hace miles de años con fines didácticos y también para plantear o refutar hipótesis de toda índole. La filosofía y la física han sido especialmente prolíficas en este tipo de experimentos, pero científicos de todas las disciplinas han recurrido en algún momento a este recurso de bajo coste.
El experimento mental es un recurso muy natural para nosotros. Al fin y al cabo se trata de usar la imaginación, el ojo de la mente, esa habilidad cognitiva tan sofisticada de la que nos ha dotado la evolución. Nuestro cerebro alberga un potente simulador, un campo de pruebas barato y disponible las 24 horas del día. Usamos la imaginación para simular situaciones y pensar sobre cómo podríamos actuar de la mejor manera posible. Esta habilidad nos ayuda a planificar y ensayar para que, cuando llegue el momento, lo hagamos bien. Seguro que te has sorprendido más de una vez ensayando en tu cabeza la importante reunión del día siguiente: qué dirás, cómo responderán tus compañeros, cómo responderás a sus críticas, etc.
Nadie nos tiene que enseñar a imaginar porque viene de serie. Sin embargo, que lo hagamos instintivamente no significa que le saquemos el máximo partido a esta habilidad. Para exprimirla necesitamos saber hasta dónde nos puede llevar y cómo potenciarla. Por eso he decidido escribir sobre los experimentos mentales, porque son una herramienta mental poderosísima que seguramente tengas oxidada en el sótano por falta de uso.
¿Realmente sirven de algo?
Como he dicho, son una herramienta mental, una verdadera navaja suiza que sirve para muchas cosas. Veamos tres ejemplos para ilustrar diferentes usos.
Plantear dilemas éticos
Los filósofos han utilizado los experimentos mentales para plantear dilemas éticos desde que se recuerda. Uno de los que más me gusta es el El velo de la ignorancia.
Imagina que todavía no has nacido y un ser superior te permite participar en la creación de la sociedad en la que vas a vivir. No sabes si serás hombre o mujer, rico o pobre, negro o blanco, listo o tonto. Sabiendo esto, debes decidir los principios de justicia bajo los cuales vas a vivir.
Este experimento mental fue propuesto por el filósofo John Rawls en su Teoría de la Justicia con el fin de buscar la imparcialidad de la persona que se enfrenta a esta situación imaginaria.
Este tipo de experimentos buscan poner al lector en una posición diferente. Salirse de sí mismo, sacarle de sus rutinas mentales y golpear su mente planteándole una situación incómoda, una perspectiva nueva.
Crear mundos imposibles
En el artículo que dediqué a la relación entre el tiempo y la mente hace un par de semanas, planteé un experimento mental de un péndulo que colgaba en un universo completamente vacío. Lo hice para ilustrar el movimiento de un péndulo sin rozamiento, que se movía de un lado al otro hasta el fin de los tiempos. Como sabes, esto es imposible en el mundo real. No existe el vacío absoluto ni podemos colgar un péndulo de la nada. Sin embargo, la imposibilidad física no fue un impedimento para recrear esa idea en tu cabeza mientras la narraba. Y espero que cumpliese mi objetivo: hacerte ver que sin rozamiento, sin transferencia de calor, la flecha del tiempo desaparece.
Muchos científicos han recurrido a la imaginación para romper las barreras de la física o para simular experimentos que serían carísimos de llevar al mundo real. Lo hizo Albert Einstein con los trenes imaginarios que viajaban a la velocidad de la luz, también lo hizo Maxwell con su demonio que era capaz de separar partículas a diferentes temperaturas “anulando” su tendencia natural hacia la entropía.
Empujarnos a los límites de la percepción
El filósofo Frank Jackson plantea en su artículo Epiphenomenal Qualia de 1982 el siguiente experimento mental:
Mary es una científica brillante que está, por alguna razón, forzada a investigar el mundo desde un cuarto blanco y negro a través del monitor de una televisión en blanco y negro. Se especializa en la neurofisiología de la visión y adquiere, supongamos, toda la información física que hay para obtener acerca de lo que sucede cuando vemos tomates maduros, o el cielo, y usa términos como «rojo», «azul», etc. Ella descubre, por ejemplo, justo qué combinación de ondas del cielo estimulan la retina, y exactamente cómo esto produce a través del sistema nervioso la contracción de las cuerdas vocales y la expulsión de aire de los pulmones que resulta en la pronunciación de la oración «el cielo es azul». […] ¿Qué sucederá cuando Mary sea liberada de su cuarto blanco y negro o se le dé una televisión con monitor en color? ¿Aprenderá algo o no? Parece obvio que aprenderá algo acerca del mundo y nuestra experiencia visual de él. Pero entonces es innegable que su conocimiento previo era incompleto. Pero tenía toda la información física. Ergo hay algo más a tener que eso, y el «fisicalismo» es falso.
En este experimento Jackson nos pone en un contexto en que nuestra intuición nos dice que es evidente que la experiencia de ver un color, la qualia, va más allá del conocimiento de las leyes de la física de ondas electromagnéticas y de la fisiología de nuestro sistema nervioso.
Frank Jackson se podría haber limitado a argumentar su hipótesis diciendo algo así como: es intuitivamente obvio que experimentar la visión del color es algo completamente diferente a conocer su explicación física. Sin embargo, la imagen de Mary encerrada en el cuarto gris es mucho más poderosa. Además, experimentos como el de cuarto de Mary dan pie al debate y a iterar sobre distintas variantes del mismo. De hecho, el filósofo de la mente Daniel Dennett, defensor del fisicalismo, planteó una alternativa a la historia de Mary para refutar la tesis de Jackson.
“Resulta que Mary sale de su cuarto por fin y sus captores le llevan una banana azul. A lo que Mary dice:
¡Oye, habéis intentando engañarme!, las bananas son amarillas y esta es azul.
¿Cómo lo has sabido?, le preguntan.
Fácil, recuerda que lo sé todo acerca de las causas y efectos del color…”
La historia sigue, pero me vale para mostrarte cómo un experimento mental es un gancho perfecto para generar debate y que diferentes personas puedan realizar variantes del experimento para expresar sus posturas.
Otro famosísimo experimento mental acerca de la percepción lo llevó a cabo Tomas Nágel en su célebre artículo ¿Qué se siente al ser un murciélago?. Si te interesa el tema de la mente y la percepción, investiga sobre él porque es muy curioso.
Como ves, cuando entramos en el terreno de la mente, la percepción y la experiencia subjetiva, no nos queda otro remedio que jugar con experimentos mentales ya que de momento no contamos ninguna herramienta mejor.
Lo bueno y lo malo
Algo que no podemos negar es que los experimentos mentales, los buenos experimentos mentales, son memorables. Pertenecen al grupo de las fábulas, los refranes y los mitos en cuanto a su fuerza para invadir las mentes, como diría Richard Dawkins son memes exitosos. Esto los convierte en armas poderosas para enseñar pero también para difundir ideas erróneas de la realidad. Por su simplicidad y su viveza, los experimentos mentales pueden llegar a ser muy convincentes y hacernos olvidar que sólo son creaciones de la imaginación de alguien y que no tienen porqué funcionar en el mundo real.
El físico y filósofo Ernst Mach decía que los experimentos mentales deben ser el paso previo antes de realizar un experimento real. Es cierto que también decía que algunos experimentos mentales pueden ser suficientes para validar o refutar una teoría a través de la lógica, pero la mayoría necesitan ser contrastados de forma empírica.
Salvando el hecho de que no siempre pueden sustituir al experimento real, están llenos de ventajas: son baratos, promueven la creatividad (ya que no están constreñidos por las leyes físicas) y explotan la facilidad que tenemos las personas para crear imágenes mentales.
Por último, los experimentos mentales también tienen su parte lúdica porque nos permiten explorar libremente todo tipo de situaciones exóticas. Además, podemos hacerlo en grupo; no sabes las risas que me he echado con colegas y compañeros de trabajo planteándoles el dilema del tranvía.
¿Cómo debe ser un buen experimento mental?
Los experimentos mentales deben ser sencillos y memorables. Deben ser tan simples como sea posible porque si no, pierden su fuerza. Para ello deben contener los elementos clave, ni más ni menos. Otro requisito imprescindible es la coherencia. Incluso en experimentos locos donde hayamos alterado las leyes de la física, debemos mantener una consistencia y una lógica, en caso contrario, solo será un juego para echar el rato.
Por ejemplo, para crear experimentos sobre asuntos psicológicos, sociológicos o económicos, el recurso de la isla desierta es ideal. La gracia de la isla desierta es que tiene muy pocos elementos. Las ciencias sociales son tremendamente complejas porque en el mundo real hay muchos actores interactuando entre sí. A veces, para entender ciertos fenómenos o ponerlos a prueba, es interesante aislarlos en una isla desierta. Ya lo vimos con el ejemplo del vegano y la vaca, pero voy a proponerte otro experimento mental de cosecha propia relacionado con la psicología.
Rebeca se encuentra en una isla desierta. No hay nadie a miles de kilómetros ni tiene esperanza de que le rescaten algún día. Vive rodeada de cocoteros y conejos. Consiguió rescatar su maleta del naufragio. En ella tiene su set de maquillaje al completo. Siempre ha sido muy presumida y no le gusta salir de casa sin maquillarse. ¿Se maquillará en la isla?
Este experimento mental tiene como objetivo que te plantees por qué la gente se pone guapa. Si preguntas a tus allegados, muchos te dirán que lo hacen porque les gusta verse bien. Si fuese así, Rebeca seguiría pintándose en la isla, pero creo que estaremos de acuerdo en que no lo hará. Mi conclusión es que nos ponemos guapos para que los demás nos presten atención y eso nos hace sentir bien. Esa es mi hipótesis; te animo a que me plantees una nueva versión del experimento mental que la refute 😉
Ciencia ficción y experimentos
La ciencia ficción es una cantera magnífica de experimentos mentales. 1984, Interestellar y Matrix son experimentos mentales enriquecidos para que sean entretenidos y memorables. Estas obras de ficción, estos grandilocuentes experimentos mentales nos colocan en situaciones imaginarias, extremas, pero que tienen una base de realidad importante. Nos hacen pensar sobre la libertad, la física del tiempo y la estructura de la realidad. No tienen el rigor de los experimentos científicos pero tampoco hace falta, porque su objetivo es hacernos reflexionar, sacarnos de nuestra rutina mental, sacudirnos.
La cara B de la ciencia ficción es que puede llegar a ser muy persuasiva y pueden usarse como propaganda para ideas erróneas o exageradas. Las historias están diseñadas para que desconectes temporalmente tu capacidad de juicio y eso está bien. Pero no es mala idea que al final de la historia te preguntes: ¿es verosímil esto que me plantea? ¿el desarrollo es lógico y coherente? ¿la conclusión es acertada?
Ponlo en práctica
El experimento mental es una herramienta demasiado buena como para que no la utilices. Te reto a que durante esta semana crees un experimento mental de cosecha propia. Piensa en algo que te preocupe. Una cuestión moral, filosófica o política. Luego simplifícala al máximo y juega con ella hasta que saques alguna conclusión. No tiene que ser perfecto, no necesita pasar a la historia, lo que buscamos es que abras la puerta de la imaginación y que la uses activamente, de forma deliberada. Te aseguro que tus comidas de trabajo serán más divertidas 😉
Toni GM dice
Yo creo que existe la posibilidad de que Rebeca siguiese pintándose.
Imaginemos que la isla tiene la característica de estar llena de espejos, de modo que no puedes pasar 5 minutos sin verte en uno. ¿Se seguirá pintando Rebeca por el placer de verse guapa?
Val Muñoz de Bustillo dice
Es posible, Toni, ¿pero por qué lo haría?
Toni GM dice
Pues tras preguntar a varias personas que sí se maquillan, me comentan que «de qué se van a maquillar». Ni espejos, ni espejas.
Así que tengo que retirar mi teoría 😉
Ello dice
Interesantísimo lo que decís! No pude dejar de pensar en el tema.
Acá dejo «La esfera maravillosa», un ejercicio mental que escribí pensando en la creencia del alma o el espíritu y la función que cumple el pensamiento mágico a nivel personal:
El Rey Alfonso el Inseguro sostiene en su mano una pulida esfera de cristal negro del tamaño de una manzana.
Sabe que esta esfera contiene ocultas en su interior todas las verdades incontestables acerca de sí mismo, aún las que él desconoce.
El rey se queda extasiado admirando la perfección de su superficie, es de una belleza absoluta. Observa con atención su reflejo en la esfera maravillosa, y por primera vez se ve hermoso y poderoso, y así comienza a sentirse.
Le conviene al Rey Alfonso el Inseguro romper la esfera para poder saber si lo que ve es verdad?
Val Muñoz de Bustillo dice
Gracias Ello por la historia 🙂
Ello dice
Ah! Y por supuesto que Rebeca deja de maquillarse en la isla, aunque calculo que volverá a maquillarse en cuanto empiece a flashear que Wilson es una persona real, ja!