Todo gobierno termina por convertirse en una oligarquía. Incluso los partidos con un origen abierto, participativo y democrático, caen rendidos ante la Ley de Hierro de la Oligarquía. Robert Michels, sociólogo que fue alumno del ilustre Max Weber, puso nombre a esta ley que promulga que el poder de toda organización acabará en manos de unos pocos con el paso del tiempo.
La Ley de Hierro de la Oligarquía es mencionada habitualmente por los críticos más feroces de la democracia. El destino aristocrático que toda organización política contiene en su seno, ha alimentado a los más cínicos. La ley de Michels ha reforzado la idea de que la democracia no es más que una pantomima y que el poder, al fin y al cabo, siempre termina en manos de unos pocos.
En este capítulo voy a contarte en qué consiste la Ley de Hierro de las Oligarquía y si es cierto que estamos abocados a gobiernos oligárquicos o si todavía quedan esperanzas para la verdadera democracia.
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Podemos, de los Círculos a la Oligarquía
El 15 de mayo de 2011 es una fecha que quedará para la historia. Ese día, ciudadanos indignados de todas las edades e ideologías invadieron la Puerta del Sol y otras plazas españolas para reclamar democracia real, el fin de la corrupción y el fin de los privilegios de los grandes bancos. De los rescoldos de las protestas nació Podemos, un partido de fundamentos asamblearios que llegó para romper el bipartidismo que caracterizaba la vida política española desde la Transición. Podemos fue diseñado por varios estudiantes de ciencias políticas para ser un partido diferente, con un talante asambleario, plural y que rechazaba los privilegios de la casta política que, según sus propias palabras, llenaba el Congreso de los Diputados. El partido morado promovía una democracia auténtica, que nacía de las bases y que tomaba decisiones mediante asambleas. Y presumía, con razón, de dar peso político a grupos de ciudadanos que se organizaban en los famosos Círculos y que recogían propuestas para alimentar las ideas y el programa del partido.
Recuerdo perfectamente lo mucho que ilusionó Podemos a buena parte de los jóvenes y mayores españoles. No sólo con ideología de izquierdas, sino a todos los que estábamos quemados de cómo funcionaban las cosas por entonces; observando pasivos como PSOE y PP se alternaban en el poder sin aparentes cambios de calado. El mensaje de Pablo Iglesias, cabeza visible del nuevo partido, conectó rápidamente con el hastío ciudadano. Había que terminar con la casta política y con la corrupción. España necesitaba una mayor implicación política por parte de la gente.
Lo que pasó los años posteriores ya es historia, Podemos alcanzó un gran poder político de la noche a la mañana y ese profesor de Ciencias Políticas que clamaba contra la casta en las tertulias televisivas terminó por confundirse entre ella. El partido morado, plural, asambleario y democraticó acabó siendo una sombra de lo que fué cuando creció, ganó poder y pasó a ser una oligarquía en la que dos o tres personas decidían prácticamente todo.
Este no es un artículo de crítica hacia Podemos y seguro que parte de mi relato es impreciso; pero eso no es importante para lo que quiero ilustrar. Lo que quiero reflejar es que Podemos es sólo una más de las víctimas de la Ley de Hierro de la Oligarquía que bautizó Robert Michels en su libro más célebre: Los partidos políticos, publicado en 1911.
La supervivencia es el objetivo
La Ley de Hierro de la Oligarquía establece que toda organización política, económica o social, por muy democrática que sea en sus orígenes, terminará estando controlada por unos pocos. Dicho de otro modo, se convertirá en una oligarquía. Según Michels, esta tendencia ocurre necesariamente cuando la organización crece y se hace más compleja. Al crecer, es necesaria una mayor burocracia y más especialistas que sean capaces de responder a las nuevas necesidades de la organización. Estos especialistas, principalmente los líderes, se hacen indispensables y pasan a aglutinar todo el poder de la organización.
Los idealistas que en un primer momento movilizaron a ciudadanos y activistas con sus grandes valores y su pasión desaforada van quedando relegados a un segundo plano y los burócratas y expertos en asuntos políticos van tomando el poder. Otra opción es que esos idealistas terminen por mutar en burócratas que priorizan la creación de una estructura que asegure la permanencia en el poder sobre los ideales que les movían en los inicios.
Esa transición, según Michels, es necesaria para la supervivencia de la organización. Para él no es el ansia de poder de los políticos lo que convierte un sistema democrático y asambleario en una pequeña oligarquía dirigida con mano de hierro. Es la propia supervivencia de la organización la que empuja todo el sistema hacia la oligarquía. Para asegurarse de que todo siga funcionando, los líderes deben tomar decisiones de forma ágil y segura, y eso es incompatible con una participación amplia y con un debate profundo y plural.
Una vez creada la oligarquía (ese gobierno de unos pocos), la principal motivación de la misma es perpetuarse en el poder. Es entonces cuando la oligarquía toma decisiones que pueden ir en contra de los valores iniciales del partido. Los antaño revolucionarios se tornan conservadores y reaccionarios. De ahí que tanta gente que votó ilusionada a Podemos en 2015, hoy echen pestes contra ellos, ya que sienten que sus líderes han puesto sus intereses por delante de los ideales primigenios del movimiento.
Robert Michels llegó a estas conclusiones observando de cerca lo que ocurría en los partidos socialistas de principios del siglo XX en Alemania. Él se dio cuenta de que esos partidos que ensalzaban los valores democráticos terminaban por organizarse de forma nada democrática. Michels concluyó que esa deriva era inevitable. En sus propias palabras:
“Quien dice organización, dice oligarquía”.
Lo revolucionario de la tesis de Michels, es que da igual si un partido es autocrático o democrático, su organización interna terminará por ser jerárquica y las decisiones las tomarán unos pocos. Por lo tanto, la diferencia entre una autocracia y una democracia no es tanto la forma en la que toman decisiones los partidos, sino la forma en la que son elegidos. Ambos sistemas concentran el poder en unos pocos, pero en una democracia el pueblo tiene el poder de cambiar una oligarquía por otra, mientras que en una autocracia no. Bueno, hay más diferencias entre una autocracia y una democracia. En la primera, el partido no tiene limitaciones y puede hacer y deshacer a su antojo. En una democracia, existe una Constitución y unas reglas del juego que los oligarcas deben seguir.
Debemos aclarar que una oligarquía no es mala per sé. Es sólo una forma de organización. Lo que dirá si es mala o buena es si sus políticas están alineadas o no con los intereses de los ciudadanos.
Aunque Michels tenía especial interés por las organizaciones políticas, cuando formuló su ley, afirmó que era válida para todo tipo de organizaciones. Así una empresa o una fundación deberían regirse por los mismos principios. Eso significa que aunque empiecen su vida como organizaciones horizontales y democráticas, la burocracia y la jerarquía irán creciendo hasta que unos pocos tomen todas las decisiones importantes. Esto tiene muchas implicaciones y es un golpe de realidad ante el idealismo de muchos emprendedores que piensan que podrán mantener los valores democráticos y participativos cuando el tamaño de su empresa crezca.
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¿Una verdadera ley?
En ciencia una ley es algo muy serio. La Ley de Gravitación de Newton o la Relatividad General de Einstein son patrones naturales que se cumplen siempre sin excepción. Entonces, ¿es la Ley de hierro de la oligarquía una verdadera ley? La respuesta es que no. Y por cierto, esto es extensible a cualquier ley de las ciencias sociales: la Ley de rendimientos acelerados, la Ley de la oferta y la demanda, etc.
Es decir, no hay en la sociedad una fuerza imparable que lleve a toda organización a ser dominada por una oligarquía. Y esto lo sabemos porque son muchos los investigadores que han analizado empíricamente la Ley de Hierro de las Oligarquías durante los últimos cien años.
Suiza es un buen ejemplo de democracia participativa en la que todos los ciudadanos tienen un poder real sobre las decisiones políticas y donde la Ley de hierro de las oligarquías no parece tener mucho peso. Los ciudadanos suizos son convocados cuatro veces al año para votar docenas de asuntos políticos concretos. Además, reuniendo firmas suficientes, pueden proponer nuevas leyes y modificarse leyes ya existentes (ver más). Suiza está dividida políticamente en 26 cantones, cada uno de los cuales tiene una gran autonomía política, lo que dificulta la concentración del poder del país en unas pocas manos, tal y como sí sucede en otros países cuyo poder político está más centralizado. El Consejo Federal, que es el órgano de gobierno del país, está formado por siete miembros de diversos partidos políticos. Seguramente no recuerdes el nombre de ningún presidente de Suiza, ya que rotan anualmente y sus poderes son meramente representativos. Estas y muchas otras medidas contrarrestan la tendencia de las organizaciones políticas a convertirse en oligarquías.
En cuanto a la inevitabilidad de la formación de oligarquías en las empresas, tampoco está nada clara. En una revisión de 77 estudios llevada a cabo en 2022, se examinaron 83 empresas con formas de gobierno democráticas (incluidas algunas empresas de la Cooperativa Mondragón). Lo que observaron los investigadores es que muchas de esas empresas prosperaron durante décadas manteniendo una forma de organización democrática.
¿Cómo luchar contra la Ley de hierro de la oligarquía?
¿Qué tienen en común la Federación Suiza y las empresas del grupo Mondragón? ¿Qué debe hacer una organización para mantenerse democrática con el tiempo y no caer en manos de una élite?
Algunas de las estrategias de mitigación ya las hemos visto con el ejemplo de Suiza:
Participación frecuente de todos los miembros
Una organización que promueva y blinde desde el inicio la participación política de todos sus miembros hace que se reparta el poder. Los referendums son una herramienta muy útil para este fin. La tecnología actual hace mucho más sencillo que los ciudadanos podamos tomar decisiones sobre asuntos políticos importantes desde nuestro smartphone.
Existencia de divisiones políticas que compitan entre sí
Los cantones suizos, los estados de USA o las Comunidades Autónomas en España son agrupaciones locales políticas con más o menos autonomía que ponen freno a la creación de grandes oligarquías nacionales que acaparen todo el poder. En Suiza, por ejemplo, los cantones tienen mucha libertad para fijar impuestos, lo que se traduce en una competencia sana entre ellos y obliga a los políticos mirar por los intereses de los ciudadanos y fijar impuestos razonables y dedicarlos a aquello que quiere el pueblo.
Existencia de diversas facciones
Toda oligarquía busca el silencio de sus opositores. Por eso en España los líderes políticos castigan a los diputados y ministros que muestran públicamente opiniones distintas a las de su líder. No hay mayor afrenta dentro de un partido político oligárquico que la deslealtad. La libertad de expresión y las distintas posturas ponen en peligro la permanencia de la oligarquía. Por eso en Suiza el Consejo Federal está formado por miembros de diversos partidos. La diversidad promueve un debate interno que impide que se imponga la opinión de unos pocos. En otros países lo que dice el Primer Ministro o el Presidente del Gobierno, es la palabra de Dios. Los ministros y diputados se limitan a asentir y votar a favor de las propuestas de su líder perpetuando su poder.
Transparencia y rendición de cuentas
No hay mayor poder dentro de una organización que el del que controla la información. Si la información clave de un gobierno no se hace pública, los ciudadanos y los medios no pueden ejercer su papel de control ni se le puede pedir cuentas a los gobernantes. Por lo tanto, todo se da por bueno y el gobierno goza de legitimidad para seguir en el poder. Por eso, para alcanzar una auténtica democracia, la transparencia y la rendición de cuentas debe ser radical.
Resumen
La ley de hierro de las oligarquías es una tendencia natural en toda organización que va creciendo y haciéndose más compleja. Con el tamaño, la burocracia, la jerarquía y los especialistas van siendo cada vez más necesarios para mantener la máquina funcionando. Al final, un pequeño grupo de personas acaban acaparando todo el poder. Esto vale para partidos políticos, empresas, fundaciones y cualquier tipo de organización. Sin embargo, que sea una tendencia no significa que deba ocurrir necesariamente. Hay multitud de ejemplos de organizaciones que se resisten, al menos en parte, a la Ley de Hierro de las oligarquías. En este artículo he mencionado el caso del gobierno suizo porque me parece un buen espejo en el que mirarse. Pero no es el único. Las claves para evitar las oligarquías son: fomentar la participación de todos los miembros de la organización en los asuntos importantes, obligar a los líderes a compartir la información relevante e incentivar la existencia de diferentes puntos de vista y facciones que cuestionen y controlen a los más poderosos.
Próximamente publicaré un nuevo capítulo de esta serie, así que permanece atento. La mejor forma es suscribirse a la newsletter.
Jose Manuel Faro de Cela dice
Muy interesante el artículo y el vídeo.
Me gustaría saber cómo leer o ver y oír los anteriores.
Val Muñoz de Bustillo dice
Hola Jose Manuel! Si bajas al final del artículo verás una serie de artículos recomendados y ahí verás los anteriores artículos de Política en Profundidad. Que los disfrutes!
Carolina Marauri Ruiz dice
Me ha gustado mucho la serie sobre política. No conocía la Ley de Hierro de la oligarquía como tal pero se intuye observando la realidad. Me gustaría que siguieras con esta serie de política.
Para que te inspires te envío un artículo de José Antonio Marina que me ha parecido muy interesante. En realidad es propaganda de su nuevo libro «Historia universal de las soluciones» que tiene buena pinta. En el artículo, con su visión filosófica, habla de la gestión del poder versus la Gran Política (la que está al servicio del ciudadano). También comenta sobre un experimento intelectual que ha realizado creando una utópica Academia de talento politico.
https://ethic.es/2024/02/el-futuro-no-es-tan-impredecible-como-dicen/#:~:text=FUTURO%20NO%20ES-,TAN,-IMPREDECIBLE%20COMO%20DICEN
En su página web joseantoniomarina.net hay un vídeo explicando las cinco razones por las que lo ha escrito que parecen un buen resumen del mismo.
Espero que te parezca interesante.
Un saludo.
Carolina.
Val Muñoz de Bustillo dice
Gracias Carolina por compartir el artículo de Jose Antonio Marina 🙂
Seguiré con la serie de política porque me parece una de las cosas más relevantes que puedo hacer en Polymatas en estos momentos.
Un abrazo!