Escuchar y contar historias es, junto con el baile, los juegos y la música, uno de esos entretenimientos comunes a todos los seres humanos de todas las épocas y lugares.
Si lo prefieres, puedes escuchar el podcast en Spotify, iVoox, Apple o Google
¿Por qué nos fascinan las historias?
No es casualidad. Según el experto en literatura y evolución Brian Boyd, los seres humanos hemos encontrado en las historias un gran aliado que podría habernos acompañado desde hace unos 500.000 años, cuando surgió lenguaje. Quiero dejar claro que no hay consenso sobre cuándo surgió el lenguaje tal y como lo entendemos hoy, hay autores que lo sitúan antes y otros después, pero para la finalidad del artículo lo importante es que lleva con nosotros muchísimo tiempo.
En esos tiempos pretéritos, cuidar del fuego, cazar en grupo, cuidar de los niños, compartir comida y crear herramientas requería un alto nivel de comunicación. El lingüista Daniel Dor, en The Instruction of Imagination propone que la necesidad de una mejor comunicación pudo llevarnos a desarrollar el lenguaje y éste, a la narración de historias. A partir de ahí, el afán de juego llevó a los humanos a crear historias de ficción.
“Primero inventamos el lenguaje y después el lenguaje nos transformó”
Daniel Dor
El lenguaje también permitió a nuestros ancestros compartir aquello que no se puede enseñar mediante la experiencia. No necesitas el lenguaje para mostrar algo a otra persona, tampoco para hacerle ver cómo te sientes: tu expresión y tus gestos son suficientes, pero solo el lenguaje permite compartir nuestro mundo interior, las cosas que nos ocurrieron hace tiempo y los planes que tenemos para el futuro. Tenemos vidas únicas, definidas por nuestro pasado y nuestra biología; las historias son el medio para que los demás puedan imaginar, de algún modo, vivir nuestra propia vida.
Contar historias nos ayudó a sobrevivir como tribu. Las historias de los cazadores expertos ayudaban a los novatos a mejorar sus habilidades. Los cuentos sobre el bien y el mal ayudaban a aumentar la cooperación del grupo reduciendo los comportamientos egoístas (free riders).
El éxito de los contadores de historias de los Agta
Un estudio publicado en Nature en 2017 sobre la tribu de los Agta de Filipinas, nos arroja mucha luz sobre la importancia de las historias. Los investigadores descubrieron que los grupos de esta tribu que albergaban a los mejores contadores de historias cooperaban más entre sí, y que los mejores contadores de historias eran más apreciados y tenían más parejas sexuales y más hijos.
La evolución no solo ha premiado a los mejores contadores de historias, también ha premiado a los mejores escuchadores. Sí, por eso estamos tan enganchados a Netflix 🙂 Cuando escuchamos una buena historia nos quedamos completamente absortos, vivimos los miedos y deseos del protagonista a través de sus ojos. No tenemos que hacer un esfuerzo para abstraernos con una buena historia. A este fenómeno los psicólogos le llaman transporte narrativo.
Hechos vs Historias
Sin embargo, leer un estudio académico de un tirón puede ser un reto incluso para los más frikis (entre los que me incluyo). Esto no es casualidad, los estudios suelen limitarse a contar una serie de hechos y datos sin argumento ni emoción. Pero el ser humano no tiene demasiado interés por los hechos ni por las verdades y mucho menos por las gráficas de dispersión. Damos más importancia a las creencias de la tribu que suelen venir acompañadas de una buena historia. Para nuestros ancestros era más útil seguir las creencias de la tribu, aunque fuesen erróneas, que abrazar verdades que fuesen contrarias a ellas.
Tal y como sugiere Yuval Noah Harari en Sapiens, el nacimiento de las religiones no podría haber ocurrido sin ficción, pero tampoco los estados ni la democracia. Para que estas instituciones hayan perdurado durante siglos y estén firmemente arraigadas en nuestras mentes, han tenido que utilizar el poder de persuasión de historias y mitos, la fuerza que tienen para arraigar en nuestra mente y convertirse en algo tan real para nosotros como un árbol o una piedra. Seguramente no habrían llegado muy lejos solo a base de hechos, datos y razones.
El poder de las historias se basa en que son pegadizas y se adaptan como un guante a nuestra mente. Son a nuestra mente lo que el azúcar a nuestros paladares. A nadie hay que convencerle de que coma un poco de chocolate después de la cena. Por el contrario, las estadísticas y los razonamientos lógicos son como el brócoli: son buenos porque nos acercan a la verdad, pero son difíciles de “tragar”. Nuestra mente no disfruta con los hechos, sobre todo si son aburridos, y sufre con el razonamiento estadístico, pero es muy hábil recordando buenas historias.
Por eso el razonamiento científico y las ramas más duras de la ciencia siguen siendo difíciles para la mayoría. Las matemáticas, la física teórica y la economía avanzada nos resultan tediosas.
¿En qué consiste una buena historia?
Las buenas historias son aquellas donde el protagonista se enfrenta a un gran problema y lo acaba resolviendo, a menudo, de forma inesperada. Nos gustan ese tipo de historias porque nos identificamos con el protagonista y sentimos que evolucionamos con él, que aprendemos a través de su experiencia. La sorpresa también es fundamental, una historia predecible no nos interesa ya que no hay aprendizaje ni novedad y nos aburre. Si la historia es impersonal no nos identificamos con sus personajes, perdemos el interés porque nos nos interesan tanto los hechos como las vivencias, sobre todo, aquellas vivencias de alguien con quien nos podemos identificar.
La profesora de literatura y escritora Suzane Keen mantiene en Empathy and the Novel que las novelas nos sumergen en el mundo íntimo de los personajes que habitan en ellas. Por eso, la gente que lee más novelas es también algo más empática y es capaz de asumir más perspectivas que quien no las lee. Sí, leer novelas no es una pérdida de tiempo 😉
Historias simples en un mundo complejo
Recapitulando, las historias nos fascinan, aprendemos de ellas, nos unen más a nuestra tribu y nos permiten experimentar cosas que han vivido otros incrementando nuestra empatía. Visto así, Harari parece tener razón cuando dice son uno de los grandes inventos humanos. Sin embargo, bajo mi punto de vista, las historias tienen un gran problema: suelen ser simples.
Para que una historia funcione mejor debe ser simple. Esto quiere decir que existe una clara diferencia entre buenos y malos, que los sucesos ocurren por causas concretas, normalmente asociadas a la intención de uno de los personajes, y que hay una solución concreta a los problemas. Estoy generalizando, sé que hay muchas películas donde los personajes son complejos y tienen matices, y donde los problemas no se resuelven porque no tienen una solución sencilla y obvia. Pero, las grandes historias, mitos y fábulas han perdurado por siglos gracias, en parte, a su simplicidad.
Así que vivimos en un mundo cada vez más complejo pero navegamos por él usando los aprendizajes de historias simples. No dudo que las historias simples como La cigarra y la hormiga o El cuento de la lechera sean útiles para enfrentarnos a situaciones concretas, pero cuando las historias simplifican asuntos complejos como la economía, la sociedad moderna, la ciencia, la educación, la política o la religión, entonces, comienzan los problemas. Usamos modelos mentales sencillos y encajamos en ellos realidades extremadamente complejas. Es decir, despojamos a estas realidades de todos sus matices y caemos en graves errores porque las historias simples sobre asuntos complejos son necesariamente equivocadas.
Bajo mi punto de vista, el camino es usar la estrategia de “Érase una vez la vida”, “Cosmos” o “Sapiens”, tres grandes ejemplos de cómo usar las historias para explicar realidades complejas como el funcionamiento del cuerpo humano, la historia del universo y la historia de la humanidad. Como decía Richard Feynman, “Es más importante ser claro que ser preciso”. Aunque la precisión es necesaria en algunos contextos académicos, los que amamos la ciencia y buscamos la verdad, debemos convertirnos en grandes contadores de historias que lleguen a todas las personas. Esto no significa renunciar a la complejidad. Tenemos el difícil reto de contar buenas historias que integren la complejidad pero que inspiren, que sean accesibles a nuestros cerebros narrativos y que planten la semilla de la curiosidad.
Las claves y la fisiología de una buena historia
Las buenas historias se sienten, no se escuchan. Una buena historia tiene la virtud de capturar nuestra atención a través de la tensión creciente y también de transportarnos dentro de la historia consiguiendo que empaticemos con el protagonista.
Las mejores historias nos enseñan algo, de forma directa o a través de la metáfora. Por ejemplo, El Señor de los Anillos nos enseña que con voluntad y valor podemos derrotar al mal. Lo hace usando la fantasía, pero el mensaje de fondo es ese. Cuando Frodo está apunto de morir en las garras de Ella-Laraña, ya hemos empatizado con él. Esa sensación de sentir lo que él siente surge gracias a la oxitocina, también llamada “hormona del amor”. Así que cuando vemos sufrir a Frodo podemos sentir, literalmente, su terror.
Debido a la situación de peligro también habremos segregado adrenalina y cortisol, dos hormonas que nos predisponen a luchar o huir si fuese necesario. Nuestra mandíbula estará apretada y nuestro cuello rígido. Incluso podrían sudarnos las manos. Las grandes historias provocan estas reacciones en el que las escucha. Esa es la clave de su éxito: suscitar atención y generar empatía.
Finalmente Frodo se escapa, todo termina bien y de paso hemos aprendido que necesitamos a un fiel amigo como Sam cuando nos enfrentemos a un gran peligro. Esa sensación de alivio que sentimos cuando un peligro ha pasado ocurre gracias a la dopamina.
En esta escena de El Señor de los Anillos podemos ver otra de las claves de una gran historia: el villano. La presencia de un gran villano hace que segreguemos más oxitocina, despierta en nosotros el instinto de protección.
Se ha comprobado que los cambio de los niveles hormonales mientras escuchamos una historia, predicen nuestro cambio de comportamiento. Es decir, aprendemos más o somos más influidos por la historia cuando nuestras emociones son más intensas.
La persuasión del relato: peligros y oportunidades
Las historias también pueden usarse como herramienta de persuasión, su propia naturaleza, nos hace vulnerables a ser manipulados por ellas. Como toda tecnología, puede ser usada para el bien o para el mal. El exterminio judío basaba su legitimidad en un relato sobre la superioridad de la raza aria y el peligro que suponían los judíos. La preocupación por la protección del planeta también surge de un relato apocalíptico que habla del colapso del planeta si no hacemos algo con urgencia. Obviamente un relato está basado en ficción y el otro tiene base científica, pero eso no es lo importante aquí. Lo importante es entender que la fuerza del relato no depende de su veracidad. Cuando estamos completamente inmersos en una historia, suspendemos nuestro juicio, y esto da al relato y al contador de la historia un gran poder.
Si piensas en las historias modernas más exitosas: La Guerra de las Galaxias, Harry Potter o El Señor de los Anillos, verás que todas comparten los mismos elementos. Un protagonista con el que nos sentimos identificados, un gran problema por resolver, un personaje que aprende y evoluciona y un gran villano. En definitiva, todas estas historias son el Viaje del Héroe, la historia más contada desde que existe el lenguaje.
Conclusiones
Inventamos las historias y ahora estas nos moldean. Cada día nos emocionamos y aprendemos con ellas leyendo novelas, viendo películas y escuchando a los grandes contadores de historias. Durante miles de años han sido utilizadas para llevarnos a la guerra y para unirnos en la paz. Su éxito reside en que capturan nuestra atención hasta el punto de sumergirnos en ellas como si nosotros fuésemos sus protagonistas. Cuando vemos una buena historia sentimos lo mismo que sus personajes y nos enfrentamos a sus mismos retos. Sumidos en el relato suspendemos nuestro pensamiento crítico y por eso somos más moldeables.
¿Son los mejores contadores de historias los que dirigen nuestro mundo?
Profundiza
Durante la investigación de este artículo he dado con artículos alucinantes. Si te ha gustado el tema, no dudes en leerlos.
Deja una respuesta