El pensamiento de segundo orden es tan escaso como necesario. Ir más allá del resultado inmediato de nuestras decisiones y pensar en las consecuencias de las consecuencias es el primer paso para el pensamiento profundo.
Henry Hazlitt comienza su obra maestra del pensamiento crítico: Economía en una lección con la siguiente frase:
“El mal economista sólo ve lo que se advierte de un modo inmediato, mientras que el buen economista también ve más allá. El primero solo contempla las consecuencias directas de la medida; el segundo no desatiende las indirectas y más lejanas.”
El pensamiento de segundo orden también ha sido puesto en valor por grandes inversores como Charly Munger, Ray Dalio y Howard Marks. Este último dice en su libro titulado Lo más importante para invertir con sentido
“El pensamiento de primer orden es simplista y superficial, y todo el mundo lo puede llevar a cabo. Todo lo que los pensadores de primer orden necesitan es una opinión sobre el futuro como “Las perspectivas de la empresa son favorables, lo que significa que las acciones subirán”. Por contra, el pensamiento de segundo orden es profundo y complejo.”.
Lo que está diciendo Marks es que el inversor que practique el pensamiento de segundo orden tendrá una ventaja competitiva sobre el resto. Esto podemos extrapolarlo a cualquier empresario, líder, diplomático o economista.
El coche eléctrico y sus consecuencias de segundo orden
El cambio progresivo del vehículo de motor de combustión interna al eléctrico tiene dos consecuencias de primer orden:
- Se van a fabricar más coches eléctricos
- Se van a fabricar menos coches de gasolina
Esto es algo que cualquiera puede deducir.
Pero no nos quedemos ahí. La construcción de más coches eléctricos hará que se necesiten más baterías, por lo que la industria de las baterías va a despegar. Un coche eléctrico tiene hasta 10 veces menos piezas móviles que uno convencional, por ende, el sector del recambio sufrirá una transformación radical a largo plazo. Algo parecido pasará con los talleres, e incluso con las gasolineras. Al poder cargar el coche en tu propia casa muchas gasolineras cerrarán y el consumo de electricidad aumentará. Las emisiones directas de CO2 de los vehículos bajarán drásticamente, pero para conocer la reducción neta habrá que tener en cuenta el exceso de CO2 emitido por las centrales eléctricas. El impuesto sobre los carburantes recaudará cada vez menos y eso hará que el gobierno tenga que recaudar de otras partes.
Este es solo un ejemplo de la gran cantidad de efectos de segundo, tercer y cuarto orden que puede suponer un gran cambio tecnológico como el coche eléctrico.
Cambios menores, consecuencias mayores
En el caso anterior la importancia del pensamiento de segundo orden es muy obvia. Por otra parte, tal y como dice la teoría del caos algunos cambios o decisiones menores también pueden desencadenar efectos de segundo orden considerables.
Steve Blank, emprendedor en serie de Silicon Valley, dice en uno de sus artículos que constantemente ve cómo las startups crecen hasta un punto donde tiene sentido contratar a un Director Financiero. Para conseguir un impacto inmediato, el nuevo Director Financiero busca formas de recortar gastos que permitan ahorrar dinero a la empresa. Entonces, calcula el coste anual de los snacks y refrescos que la empresa ofrece gratis en la cocina, y ve que suman unos cuantos miles de dólares. Parece un derroche de dinero, así que decide cobrar unos céntimos por cada refresco, al fin y al cabo, los empleados tienen muy buenos sueldos.
Blank comenta que, en su experiencia, el resultado es siempre el mismo. Los empleados que ayudaron al crecimiento inicial de la compañía perciben cambios en la forma de hacer las cosas y empiezan a pensar que la empresa no es como antes. Sí, ellos se pueden permitir pagar los refrescos, pero tener que hacerlo de un día para otro es un símbolo de que la cultura de la empresa está cambiando. En algunos casos, esto puede ser suficiente para que algunos de los empleados más valiosos salgan del barco. Así, el ahorro de una pequeña suma de dinero acaba costando mucho más de lo esperado.
La rareza del pensamiento de segundo orden
No es raro que el pensamiento de segundo orden sea raro 😉
Hay muchos motivos por los que escasea. En mi opinión, el principal es nuestra tendencia innata a evitar pensar en profundidad. El pensamiento lento o de tipo 2, según los términos de Daniel Khaneman es costoso, aumenta nuestra carga cognitiva y, por lo tanto, evitamos usarlo todo lo posible.
Por si esto fuera poco, el pensamiento de segundo orden también se ve entorpecido por varios sesgos cognitivos y heurísticos que están grabados en nuestro ADN. Por ejemplo, el sesgo optimista nos hace pensar que la primera idea que nos ha venido a la mente será la buena. Una vez enamorados de esta idea (los coches eléctricos reducen las emisiones de CO2), el efecto de anclaje y el efecto de dotación harán todo lo posible porque no profundicemos más y defendamos nuestra idea a capa y espada.
También somos cortoplacistas por naturaleza y solemos pasar por alto los efectos de largo plazo o simplemente no les damos la misma importancia que a los inmediatos.
Por último, el pensamiento de segundo orden no es eficaz cuando nos faltan conocimientos sobre el sistema en el que estamos interviniendo. Un especialista puede profundizar mucho en las consecuencias de una decisión que esté dentro de su ámbito de conocimiento, pero permanece ciego al resto de efectos secundarios. Esto lo veíamos en el ejemplo del financiero que probablemente era incapaz de ver las secuelas culturales de sus recortes.
El pensamiento de segundo orden en las políticas públicas
La ley de las consecuencias imprevistas dice que cualquier acción política tiene consecuencias no previstas. Economistas y políticos toman medidas que perturban sistemas complejos como el económico, el social o el ecológico. Dada la infinidad de componentes e interacciones de estos sistemas, cualquier modificación en una parte tendrá consecuencias, en ocasiones gigantescas, en el resto del sistema.
Más allá de la intención del político: facilitar a la gente que pueda alquilar una casa, evitar desahucios o reducir la pobreza, sucederán cosas imprevistas, algunas positivas y otras negativas. Y es que el comportamiento del sistema suele ser ajeno a las intenciones del reformador.
Un caso paradigmático de la ley de las consecuencias imprevistas fue cuando el gobierno colonial británico ofreció una recompensa a aquellos ciudadanos de Delhi que entregasen cobras muertas en un momento donde estos animales resultaban un peligro para la ciudad. Al principio la medida funcionó, pero también generó un incentivo perverso y algunos ciudadanos empezaron a criar cobras para conseguir más dinero. Al enterarse los británicos, eliminaron la recompensa, por lo que los criadores soltaron las cobras en la calle y el resultado es que terminó habiendo más que al principio.
El arte de no hacer nada
Cuando pensamos profundamente sobre los efectos secundarios, nos puede venir a la mente una idea: a menudo es mejor no hacer nada. Charlie Munger dice que una de las cosas más difíciles para un inversor es sentir que deja pasar buenas oportunidades. Él y Warren Buffet apenas hacen unas pocas inversiones al año, a pesar de que tienen la capacidad de hacer cientos. Sin embargo, según Munger, muy pocas inversiones son realmente interesantes y, para tener éxito, hay que elegir solo las realmente excepcionales. En general nos resulta muy difícil estar parados sin «hacer nada» porque tenemos la sensación de no trabajar o de que desaprovechamos oportunidades, pero la realidad es que, a menudo, la mejor decisión es no hacer nada.
A G.K. Chesterton, periodista de principios de siglo XX se le atribuye la frase
“No hay que derribar una valla hasta que sepas la razón por la que fue puesta”.
Chesterton criticaba la tendencia a cambiar lo que hay por “algo mejor”, muchas veces sin saber porqué las cosas eran como eran. Generalmente el estado de las cosas tiene una buena razón de ser y es de personas inteligentes entender por qué está como está, antes de reformarlo.
Cómo ser un pensador de segundo orden
En la mayor parte de tus decisiones vas a seguir usando un pensamiento rápido, de primer orden, donde la intuición lleva la voz cantante. Esto te va ahorrar tiempo y energía y está bien. La evolución nos ha “diseñado” así por algo. Sería inviable estar siempre profundizando en todas y cada una de las disyuntivas ante las que nos enfrentamos.
En cambio, en unas pocas situaciones será necesario aplicar el pensamiento profundo. Si diriges una organización o tomas decisiones que modifican sistemas complejos (todos los que involucran a los seres humanos lo son) necesitas ir más allá en tu proceso de toma de decisiones.
A continuación voy a explicarte, mediante un ejemplo práctico, cómo potenciar tu pensamiento de segundo orden. Me voy a poner en el lugar de un político que tiene que decidir si su gobierno promueve el coche eléctrico a través de ayudas de 3.000€ a los compradores.
Usa la pregunta “¿Y entonces qué?”
Damos una ayuda a los compradores de 3.000€, ¿y entonces qué?
- Aumentarán las ventas de coches eléctricos, ¿y entonces qué?
- Disminuirán las compras de coches de combustión, ¿y entonces qué?
- Bajará el consumo de gasolina, ¿y entonces qué?
- …
Usa esta pregunta por cada cadena de acontecimientos. Otra diferente podría ser.
Damos una ayuda a los compradores de 3.000€, ¿y entonces qué?
- Tenemos que subir los impuestos o reducir los gastos en sanidad, ¿y entonces qué?
- Subimos los impuestos, ¿y entonces qué?
- Perderemos votos, ¿y entonces qué?
- …
Usa este proceso de pensamiento en todas las líneas posibles y con la profundidad que creas necesario. Este ejercicio te forzará a pensar más allá. Idealmente compleméntalo con expertos en distintas materias. Puedes usar un sencillo árbol de decisiones para ir anotando todas las ramificaciones.
Piensa en el largo plazo
En vez de limitarte a pensar en las consecuencias inmediatas de una decisión, piensa qué efectos diferidos pueden tener lugar dentro de unos meses, años o décadas.
Si aumenta la flota de coches eléctricos, a largo plazo:
- Disminuirán las emisiones de CO2
- Se reducirá el ruido en las ciudades. Esto también podría llevar a más atropellos porque los peatones no escuchen a los coches que vienen
- El sector de los recambios se reducirá lo que provocaría un aumento del desempleo, lo que a su vez puede favorecer a otras industrias que tendrían mano de obra cualificada con salarios más bajos
Piensa en todos los posibles afectados
¿Cómo afectará la innovación disruptiva a la industria del automóvil? ¿Caerán algunos fabricantes de coche tal y como sucedió en la industria de la telefonía móvil cuando surgieron los smartphones?
¿Será capaz la industria de los recambios de adaptarse o entrará en crisis como la de la prensa tradicional cuando se popularizó internet?
¿Cómo afectará a la recaudación de impuestos? ¿Impondrá el gobierno nuevos impuestos a la electricidad o cubrirá la caída con impuestos a las baterías?
Identifica los riesgos
¿Deshacerse de las baterías tendrá alguna consecuencia medioambiental importante?
¿Subirán los fabricantes de coches y los concesionarios los precios artificialmente por lo que los consumidores no se verán beneficiados por las ayudas?
¿Provocará la medida un problema de stock y capacidad en la industria?
Presta atención a los incentivos
El incentivo en este caso está claro, la medida anima a los consumidores a comprar un coche eléctrico y a hacerlo en el periodo durante el cual el gobierno ofrece las ayudas. También podría haber un aumento en las ventas y una caída posterior cuando se eliminen las ayudas porque muchos compradores hayan adelantado la compra.
Busca los bucles de retroalimentación
En el ámbito de los sistemas complejos, un bucle de retroalimentación es un mecanismo por el cual, el cambio en una variable provoca la amplificación o amortiguación de dicho cambio. Por ejemplo, cuantos más coches eléctricos se vendan, más coches eléctricos se fabricarán, por lo que se abaratarán los costes de producción y los precios de venta y por lo tanto se venderán más coches y esto a su vez hará que se abaraten más los precios de venta.
Apóyate en otros expertos y en la información histórica
Para tener una visión más amplia de las consecuencias de la medida te ayudará ser un experto en el tema, pero todo experto tiene sus puntos ciegos, por lo que pedir ayuda a terceros es fundamental. Por último, leer sobre las críticas que se hacen a este tipo de medidas te ayudará a mitigar el inevitable sesgo de confirmación que te empuja a buscar información alineada con tus ideas iniciales. En esta búsqueda será muy valioso que investigues las consecuencias de medidas similares en el pasado.
“Aquel que no aprende del pasado, está condenado a repetirlo”.
George Santayana
Conclusiones
El pensamiento de segundo orden es un modelo mental que, junto con el coste de oportunidad del que hablé en mi primer artículo, nos ayuda a tomar decisiones importantes y complejas de forma óptima, sin dejarnos arrastrar por instintos, sesgos e ideologías que nos llevan a tomar decisiones subóptimas y que en muchos casos podrían ser peores que no hacer nada. La historia está llena de ejemplos de medidas políticas, económicas y empresariales tomadas sin profundizar lo suficiente y que han tenido consecuencias nefastas. Ahora está en tu mano usar estas herramientas para pensar con mayor profundidad y mejorar tu vida y la de los demás.
Andoni Ripoll Jarauta dice
Hola Val.
Me encanta tu podcast y en concreto este episodio me ha parecido muy interesante.
En el podcast hablas de herramientas para que te asistan a pensamiento de segundo orden. ¿Podrías recomendar alguna?
Muchas gracias.
Saludos,
Andoni