Expediente X, Cuarto Milenio, La noche en Blanco… todos ellos han sido programas con muchísimo éxito durante las últimas décadas en España. Todos ellos explotan el interés que tenemos los humanos por el misterio y por las teorías de la conspiración. ¿Por qué tanto interés? ¿Por qué no tienen el mismo éxito los programas de ciencias como “Redes” o “La aventura del saber”?
Uno de los motivos es que nos encanta lo novedoso, lo desconocido, lo invisible y, ¿qué es más novedoso que algo sobrenatural? Pero nuestro gusto por lo desconocido no es el único motivo, hay otras razones que tienen que ver con cómo vemos el mundo, con la forma en la que nuestro cerebro procesa la realidad. ¡Vamos a verlo!
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¿Caras en Bélmez o pareidolia?
Estamos en 1971, en Bélmez de la Moraleda, un pequeño municipio de Jaén. Una vecina del pueblo avisa a sus vecinas porque en el suelo de cemento de su cocina han aparecido varias caras humanas. A los pocos días el fenómeno provoca mucho ruido en los medios. Maria, la dueña de la casa, le pide a un albañil que raspe las caras y eche yeso encima. Sin embargo, a los pocos días nuevas caras surgen en el suelo y las paredes. Desde entonces y hasta hoy los rostros van, vienen y se transforman. Dada la relevancia de los sucesos, expertos en parapsicología empiezan a visitar la casa y avalan el caso como un suceso paranormal. El fenómeno coge tal importancia que hasta el CSIC hace análisis de las manchas. Los investigadores reconocen no encontrar ningún signo de fraude o manipulación en ellas.
Tenemos por un lado a los escépticos que dicen que las caras son un fraude y por otro a los parapsicólogos que lo ven como uno de los sucesos paranormales más importantes del siglo XX. ¿Quién tiene razón?
Como casi siempre que nos encontramos ante sucesos paranormales, las preguntas no deben apuntar hacia afuera, sino hacia adentro. Es nuestra mente la que a menudo se confunde y nos hace ver cosas que no están ahí.
Nuestro cerebro tiene predilección por reconocer patrones en la naturaleza, y sobre todo cuando se trata de ver caras. De hecho, existe una parte del cerebro llamada Área fusiforme de las caras que está especializada en el reconocimiento facial. Gracias a ella somos expertos en reconocer caras y emociones en solo unas décimas de segundo. Como cualquier otro mecanismo mental que prioriza la velocidad sobre la calidad, a veces vemos caras donde no las hay. A este fenómeno se le llama pareidolia. Y a pesar de su extraño nombre, es algo que experimentas en carne propia todos los días 😉 (al ver este emoticono lo acabas de hacer).
Vemos caras en el frontal de los coches, en las nubes antes de una tormenta, en los emoticonos, etc. De hecho, cuando ves una cara en una nube, o en tu tostada ya no puedes dejar de verla.
El fenómeno está tan arraigado en la mente humana que incluso los paleontólogos australianos que estudian pinturas rupestres están preocupados por la pareidolia. Se han dado cuenta de su tendencia a realizar interpretaciones sesgadas del arte rupestre que analizan. (ver estudio).
¿Teorías de la conspiración o apofenia?
Ahora que conocemos la pareidolia, podemos entender mejor por qué algunas personas piensan que existen o existieron civilizaciones en Marte. Según el escritor Richard Hoagland, la llamada “Cara de Marte”, una montaña marciana de la región de Cidonia que ha sido fotografiada desde el aire y que recuerda a una cara humana, podría ser un monumento de algún tipo y su existencia probaría que una inteligencia extraterrestre habitó Marte o visitó el planeta en el pasado.
En el relato de Hoagland podemos intuir otro sospechoso habitual del funcionamiento de la mente: la búsqueda, casi enfermiza, de causas y de sentido. La búsqueda continua de patrones no se limita solo a la percepción de caras donde no las hay, la cuestión es mucho más profunda e importante. Los seres vivos y, muy especialmente los humanos, vemos patrones en todas partes. La pareidolia solo es un tipo más de la apofenia, término acuñado por el psiquiatra Klaus Conrad para referirse a nuestra tendencia a buscar patrones incluso en sucesos aleatorios. Es decir, a encontrar relaciones entre elementos, hechos o cosas que no tienen ninguna relación entre sí.
“Nada es tan extraño para la mente humana como la idea de aleatoriedad”
John Cohen
Las personas con trastornos psicóticos y, en mayor medida los esquizofrénicos, pueden sufrir episodios de apofenia aguda y eso les puede hacer sentirse perseguidos, pensar que los demás conspiran en su contra o sufrir alucinaciones. Esto también puede ocurrirle a personas que usan alucinógenos o drogas como las anfetaminas que aumentan los niveles de dopamina.
La falacia del jugador
Otro de los efectos secundarios de la apofenia es la llamada falacia del jugador. Vas a entender esta falacia muy rápido con un ejemplo. ¿Qué pasa si tiro un dado diez veces y siempre sale un dos? ¿Qué número saldrá en la siguiente tirada? Por extraño que parezca la tendencia es a responder que otro dos, aunque la probabilidad de que salga un dos en un dado de seis caras siempre es de un ⅙, independientemente de las tiradas anteriores.
Este error de percepción también ocurre en sentido contrario. A menudo, los jugadores de tragaperras esperan a que la máquina “esté caliente” para jugar. Es decir, a que lleve cierto tiempo sin dar premios gordos. La lógica del jugador es que si un premio lleva mucho sin salir, tiene que salir pronto. La realidad es que los premios no dependen de los resultados anteriores, la probabilidad de conseguir un premio es la misma en cada jugada. Muchos jugadores de casino y apostadores deportivos sufren de estas falsas intuiciones y por eso se le llama falacia del jugador. Una vez más, nos encontramos ante esa necesidad de ver patrones aunque el sentido común nos diga que no los hay.
¿Por qué nos engaña la mente?
La apofenia es un efecto secundario de la necesidad que tenemos de ordenar, simplificar y entender el mundo que nos rodea. Constantemente nuestra mente convierte el caos de la naturaleza en reglas sencillas que nos ayudan a sobrevivir.
En un entorno primitivo, nuestra capacidad de relacionar una mañana calurosa con que las gacelas irían a beber a la charca era muy adaptativo porque nos permitía ser cazadores más efectivos. Relacionar unas nubes densas y oscuras con una tormenta nos ayudaba a predecir el futuro y nos impulsaba a resguardarnos en la cueva más cercana.
Y todavía más crucial era entender los motivos por los que los demás hacían las cosas. Gracias a nuestra memoria, y a nuestro sentido hiperdesarrollado para ver patrones, podíamos entender la conducta de nuestros compañeros de tribu. Si cuando miento a mis amigos estos me aíslan y no quieren jugar conmigo, dejaré de mentir. Identificar los patrones de conducta social me ayuda a integrarme mejor en sociedad.
Estos tres ejemplos muestran situaciones en las que nuestra tendencia a ver patrones es adaptativa, nada que ver con la apofenia donde vemos cosas que no están. ¿Qué pasa con las supersticiones y las explicaciones irracionales y todo el tiempo y energía que les dedicamos? ¿Y los errores que nos llevan a cometer? ¿Cómo justificamos todos los efectos secundarios que acarrea la “patronitis”?
Kevin R. Foster y Hanna Kokko dan una explicación bastante convincente a esta pregunta. La “patronitis” nos ayuda a hacer asociaciones rápidas que sí pueden ser ciertas y que son cruciales para nuestra supervivencia. Por ejemplo, relacionar un intenso silencio en la selva con la presencia de un gran depredador. Así, la evolución pudo premiar este tipo de comportamientos, en algunos casos supersticiosos, absurdos o excesivamente garantistas, porque a su vez nos protegía de grandes daños.
El motivo por el que caemos en la pareidolia parece claro. Nuestra mente tiene predilección por las caras y tiene mucho sentido. Las relaciones sociales son fundamentales para los humanos y reconocer una cara y sus emociones en una fracción de segundo es clave para empatizar con los demás, entender cómo se sienten y actuar en consecuencia. Esta adaptación también podría habernos sido útil para detectar depredadores entre la maleza. Al fin y al cabo, la cara de un león o un lobo tiene los mismos rasgos que una humana: dos ojos, una nariz/hocico y una boca.
Como hemos visto, estamos tan especializados en la identificación de patrones que a veces nos pasamos de frenada. Cuando esto ocurre caemos en teorías de la conspiración, en manías persecutorias y vemos caras en el suelo de cemento.
Problemas modernos relacionados con la apofenia
Hasta ahora hemos visto que nuestra tendencia a ver patrones en todas partes es un mal necesario. Un caballo que nos suele llevar rápido a los sitios aunque de vez en cuando nos tire al suelo. Sin embargo, a veces estas caídas pueden tener consecuencias lamentables.
Veamos un par de ejemplos:
Los analistas profesionales se encuentran todos los días con datos de los que tienen que extraer información útil. Mucha de esta información se usa para hacer predicciones sobre el futuro. Pues bien, esto es algo difícil de hacer incluso para los expertos. Los analistas a menudo interpretan mal los datos porque ven “cosas” donde no las hay y también caen en la falacia del jugador, dando por supuesto que ciertas tendencias continuarán en el futuro.
No es raro que se dejen llevar por su instinto y la acaban pifiando. La Ciencia intenta evitar esto usando métodos rigurosos de análisis estadístico, muestras grandes, revisiones por pares, etc. pero, aún así también los científicos sufren de “patronitis”.
Otro problema moderno derivado de la apofenia es el auto-diagnóstico de enfermedades. Internet nos ofrece infinidad de información médica. Eso ha hecho que muchos de nosotros tiremos de Google cuando tenemos síntomas. Buscamos una causa, una explicación, un sentido a lo que nos pasa. Y encontraremos causas, pero probablemente erróneas.
¿Qué podemos hacer para evitar la apofenia?
En primer lugar es ser consciente de que existe y de que todos caemos en ella fácilmente. Eso no evitará que caigamos, pero podremos pararnos y decir: “¿esto es apofenia?”, ¿estoy viendo fantasmas donde no los hay?
Cuando nos enfrentemos a una teoría de la conspiración, bien sea sobre el Club Bilderberg, o las vacunas, es útil tener a mano un par de “navajas”:
- Navaja de Ockham. Es un principio que nos dice que en igualdad de condiciones, la explicación o solución más sencilla suele ser la más probable. Es decir, que si hay dos explicaciones para la “Cara de Marte”. La primera: que es un monumento que creó una antigua civilización marciana para la posteridad. La otra: que es una montaña que por azar y el efecto de algunas sombras se parece a una cara. La Navaja de Ockham nos sugiere que la segunda opción es la más factible.
- Navaja de Hanlon. Es un principio que nos invita a no atribuir a la maldad lo que puedas atribuir a la estupidez. Según la navaja de Hanlon, es más probable que el COVID-19 sea producto de una negligencia en un laboratorio que de un plan Chino para desestabilizar occidente.
Si trabajas analizando datos o aspiras a tener una visión más real del mundo que te rodea, necesitas aprender los fundamentos estadísticos y probabilísticos y usarlos con rigor. Necesitas entender qué muestra de datos es suficiente para extraer conclusiones, saber calcular los márgenes de error, conocer cuándo las diferencias entre datos son estadísticamente significativas, etc. Ten en cuenta que no hemos sido diseñados para hacer análisis complejos por lo que la intuición en estos casos suele ser una mala compañera.
Y para terminar, te recomiendo que seas escéptico. La actitud escéptica puede ser molesta e irritante para los demás, pero muchas veces nos salva de meter la pata, de hacer asociaciones apresuradas o análisis superficiales. Cuando «queremos ver» nuestra apofenia se agrava. Es muy habitual que cuando analizamos datos, acabemos viendo lo que queremos ver o lo que nuestro jefe espera ver. Por lo tanto, cuando esto ocurra cuestiónate todo. Vuelve a analizar los datos con otro punto de vista, o mejor aún, pídele a alguien que no esté involucrado que te ayude a analizarlo.
Conclusiones
Las teorías de la conspiración y los misterios siempre estarán ahí. Son parte de nuestra naturaleza, explotan nuestra increíble habilidad para ver patrones, algo que nos ha hecho tener éxito como especie y que nos ayuda a manejarnos en nuestro día a día. Además, disfrutamos pensando y hablando sobre los sofisticados planes del Club Bildelberg para dominar el mundo y sobre las voces del inframundo que proceden de antiguos cementerios abandonados.
Conocer la apofenia, te va a ayudar a tenerla presente cuando tu intuición te engañe y puede evitarte errores garrafales de interpretación en tu trabajo y en la vida.
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