Una antigua compañera de trabajo me contó durante un café que le gustaba mucho la empresa porque las chicas no se maquillaban. Decía que de donde venía, tenía que maquillarse todos los días porque todas iban “super puestas”. Sí, lo dijo con esas palabras. Y según ella, era un verdadero incordio.
¿Qué tiene en común esta historia con la manía de los políticos de tomar medidas populares y cortoplacistas? ¿Y con la tendencia a cooperar de los seres humanos?
Pues un principio universal que está muy extendido en nuestro planeta y que necesitas conocer, así que te lo voy a contar 😉
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Chicas “obligadas” a maquillarse
Cuando le pregunté a mi compañera por qué era tan importante para ella si las otras se maquillaban o no, me miró con incredulidad, como si viviese en Marte. Es obvio, dijo, si todas se maquillan y yo no lo hago, ¡quedo fatal! Pero si ninguna se maquilla, todas estamos en igualdad de condiciones y nadie me va a mirar raro.
En una situación ideal como esa, en la que las chicas no tienen que levantarse media hora antes para pintarse, existe la posibilidad de que llegue una chica nueva que sí lo haga. Las demás, no queriendo quedarse atrás, empezarán a maquillarse y llegará el momento en el que todas lo hagan. El resultado es que todas saldrán perdiendo, al menos en tiempo libre.
Además, tal y como me hizo ver mi compañera, una vez que todas van maquilladas, es difícil que alguna deje de hacerlo. A no ser que se reúnan todas un día y se pongan de acuerdo. Al fin y al cabo, si ninguna se maquilla todas podrán dormir media hora más todos los días.
Imaginemos que sucede la improbable reunión y dejan de ir maquilladas. El problema de esta situación es su fragilidad. Cualquiera de ellas podría aprovechar el momento para destacar sobre las otras rompiendo el acuerdo y volviéndose a maquillar. También podría entrar a trabajar una nueva chica perfectamente maquillada y empezar la escalada de belleza otra vez.
De esa charla de café pude extraer una conclusión: la decisión de maquillarse depende, al menos en parte, de lo que el resto de compañeras hagan. Después de pensar un rato sobre el tema me di cuenta de que había dos situaciones estables que podían darse:
- Todas van maquilladas
- Ninguna va maquillada
Pero como hemos visto, una de las situaciones es más estable que la otra, en concreto la A (Todas van maquilladas).
El drama de esta historia es que la situación más estable, y por lo tanto, la que con el tiempo es más probable que suceda, es la peor para el conjunto de trabajadoras. Todas dormirán menos y ninguna destacará sobre las demás, al menos no por su maquillaje.
El equilibrio del miedo o de Nash
Cuando se dan este tipo de situaciones, decimos que estamos ante un equilibrio de Nash. Este estado de equilibrio debe su nombre a John Nash, matemático que recibió el Nobel de economía por sus trabajos en la Teoría de Juegos. Sí, el de Una mente maravillosa 😉
En un equilibrio de Nash todos los participantes conocen la estrategia de los demás y nadie podrá mejorar su situación cambiando de estrategia mientras los demás mantengan las suyas.
El ejemplo de las compañeras de trabajo es un poco frívolo, lo reconozco, así que vamos ahora con algo importante, que repercute en las vidas de todos y que hace que estas sean un poco más miserables de lo que podrían ser.
Bajo mi punto de vista, en una democracia el juego de partidos se encuentra en un equilibrio de Nash. Me explico.
Los líderes de los partidos juegan a un juego infinito cuyo ganador gobierna el país durante cuatro años. Para conseguirlo, cada candidato debe convencer a los votantes de que si le votan a él su vida y su país mejorarán. Los ciudadanos no tienen forma de saber qué candidato será mejor para el país, así que votan al que mejor les cae, tiene creencias similares a las suyas y al que le promete el oro y el moro. Como era de esperar, los políticos que finalmente llegan al poder no son necesariamente buenos mejorando la vida de la gente, sino que son muy buenos en llegar al poder. Para ello usan sus conocimientos sobre la psicología humana. Por ejemplo, saben que la gente suele votar a candidatos que ofrecen soluciones buenas, bonitas y baratas, personas que transmiten seguridad y que conectan con la gente: de ahí que el populismo tenga tanto éxito.
“En general, los hombres juzgan más por los ojos que por la inteligencia, pues todos pueden ver, pero pocos comprenden lo que ven.”
Nicolás Maquiavelo
Como resultado nos encontramos con un grupo de partidos populistas que se van alternando en el gobierno. ¿Es esto un equilibrio de Nash? Veámoslo.
¿Qué pasaría si un día un líder de un partido, alguien realmente preocupado por la gente, se cansa de la estrategia populista y la cambia por una más honesta? Hastiado de la situación, al día siguiente da una rueda de prensa y se sincera: “Para conseguir la prosperidad a 10-20 años vista necesitamos tomar medidas urgentes que a corto plazo empeorarán la situación de todos, pero que son necesarias. Vamos a cambiar el sistema de pensiones, recortaremos gastos en todas las partidas y aumentaremos un 5% los impuestos. Si todo va bien, el año que viene empezaremos a reducir la inmensa deuda que tenemos”.
Me atrevería a decir que en las próximas elecciones ese partido desaparecerá del mapa. Y su puesto lo ocupará un nuevo partido… sí, populista.
La estrategia populista es mala para el país, pero a menudo es buena para acceder al poder. Es posible que muchos políticos no quieran ir por esos derroteros, pero la triste verdad es que nadie conoce a los que no lo han hecho.
Al igual que pasaba en el caso de las chicas y el maquillaje, los políticos también podrían ponerse de acuerdo para cambiar el discurso y las políticas y así mejorar el país. Si todos lo hacen, el resultado sería mucho mejor para los ciudadanos. Pero una vez más, con que solo uno rompa el pacto y vuelva al discurso populista, volveremos al punto de partida.
Te he contado un par de ejemplos de equilibrios de Nash, pero te reto a buscar más a tu alrededor. Estos son otros que se me han ocurrido:
- Guerras de precios entre empresas que hunden sectores
- Escaladas armamentísticas como la Guerra fría
- El uso masivo de combustibles fósiles
- etc.
Estrategias Evolutivamente Estables
Un importante y peculiar equilibrio de Nash es la llamada Estrategia Evolutivamente Estable. Richard Dawkins habla de ella profusamente en El Gen egoísta, un clásico que está entre mis libros favoritos y que es el libro que leeremos y debatiremos en La Biblioteca Polymata en marzo.
Aunque Dawkins no lo menciona en su libro, las Estrategias Evolutivamente Estables son un tipo especial de equilibrio de Nash que se da en la naturaleza. Cuando observas la naturaleza, aunque no seas consciente de ello, estás viendo por todas partes comportamientos que se basan en este tipo de estrategias y que son resultado de la co-evolución de las especies y su entorno.
Imagina un grupo de gorilas en los que todos tengan el comportamiento agresivo y osado del macho alfa. En unos días de convivencia morirían todos de forma violenta excepto el ganador, que sería un amasijo de sangre y heridas. No parece una estrategia muy prometedora para la supervivencia de la especie a largo plazo.
¿Y qué tal grupo de gorilas mansos y obedientes? Al principio todo sería maravilloso; prosperarían seguro, pero tras varias generaciones podría haber una mutación del gen relacionado con la agresividad, dando lugar a un gorila dominante, mucho más agresivo que el resto. El nuevo monarca del grupo haría lo que quisiese con los pobres flanders: elegiría a las mejores hembras, comería primero… no sé qué opinas tú, pero tiene pinta de que a largo plazo acabaría teniendo más lobitos que el resto.
De esta manera, tras varias generaciones sus genes agresivos se esparcirían por todo el grupo. ¿O no? Puede que al principio sí, pero ya vimos lo que ocurría con el grupo donde todos eran dominantes. Seguramente sucedería lo que pasa en la naturaleza; en cierto momento se llegaría a un equilibrio, una manada con una fuerte jerarquía formada por unos pocos gorilas dominantes y muchos sumisos.
Una vez alcanzada una estrategia (o conjunto de estrategias) estable, la evolución acabará penalizando a las mutaciones que se salgan de dicha estrategia. ¿Ves las similitudes con los equilibrios de Nash de los que hemos estado hablando?
En un “mundo ideal de los gorilas», todos serían amables y cooperativos, pero la evolución no entiende de lo bueno y lo malo, no entiende del sufrimiento ni de la crueldad; entiende de supervivencia y reproducción.
La evolución de la cooperación
Pero si todo esto de los equilibrios de Nash y las estrategias evolutivas acaba siempre tan «mal», ¿por qué vemos tanta cooperación y altruismo entre los humanos? ¿Y entre las hormigas? Otro día hablaremos de las hormigas, sus plantaciones de hongos, sus esclavos y su ganadería intensiva, pero deja que te hable de los humanos y por qué somos una de las especies más exitosas que ha poblado este planeta.
No siempre fuimos tan temidos por el resto de animales como lo somos ahora. Nuestros antepasados huían ante los tigres dientes de sable y sucumbían ante picaduras de serpiente. Nuestro poder nunca fue la fuerza, ni la velocidad, ni siquiera nuestra inteligencia. Uno de nuestros mayores superpoderes, el que llevó a dominar la naturaleza es la extraordinaria capacidad para cooperar a gran escala entre nosotros. ¿Podría ser la cooperación una Estrategia Estable Adaptativa? Parece que sí.
En el libro La evolución de la cooperación, el profesor de ciencias políticas Robert Axelrod cuenta cómo organizó dos torneos donde matemáticos, programadores y expertos en teoría de juegos le enviaron programas de software para que compitiesen entre sí en una sucesión de partidas del famoso juego dilema del prisionero. No me detendré a explicar el juego, ya que es muy conocido, pero básicamente consiste en que los dos participantes del juego pueden ganar un premio decente si deciden cooperar o ganar un premio menor si ninguno coopera. En el caso de que uno coopere y el otro no, el pardillo no ganará nada y el jeta ganará mucho. Las jugadas se hacen simultáneamente y ambos participantes conocen los premios.
Si solo vas a jugar una partida al dilema del prisionero, te anticipo que la estrategia racional es no cooperar, pero ¿qué pasa cuando juegas una y otra vez con el mismo jugador? ¿Cuál es la mejor estrategia? Después del primer torneo, en el que intentaron responder a esta pregunta, llegaron a la conclusión de que las mejores estrategias eran las más cooperativas. Ni uno solo de los programas tramposos, vengativos y agresivos quedaron entre los primeros. La ganadora fue la denominada Toma y daca. Esta no era la más sofisticada, pero funcionaba bien tanto contra estrategias flanders como contra estrategias señor burns.
Toma y daca consiste en cooperar en la primera ronda y a partir de ahí copiar siempre la última acción del otro jugador. Siempre empieza de buen rollo pero si el otro participante elige no cooperar en la primera ronda, Toma y daca tampoco lo hará en la segunda. Si por algún motivo el otro jugador coopera en la segunda, Toma y daca volverá a cooperar.
El primer torneo fue revelador, pero el segundo fue todavía más interesante. Introdujeron nuevos programas y cambiaron las reglas para que se asemejara a un entorno evolutivo. Cada programa simulaba una estrategia de comportamiento. Cuando una estrategia tenía éxito se reproducía y cuando no, se quedaba a dos velas. Después de múltiples generaciones, ¡sorpresa! Toma y daca volvió a ganar: parecía una Estrategia Estable Evolutiva (aunque técnicamente no lo era).
Este magnífico experimento demostró matemáticamente que confiar y cooperar, pero sin poner la otra mejilla, es una estrategia robusta y viable en la naturaleza. Y los humanos somos un buen ejemplo de ello. Nuestras relaciones se basan en la confianza pero no dudamos en usar la venganza y el castigo cuando alguien abusa de nuestras buenas intenciones. Como consecuencia, nuestras instituciones han sido diseñadas para crear un clima de confianza y para castigar a los que lo rompan.
Últimas reflexiones
Los equilibrios de Nash no son estados inmutables. Tampoco lo son las Estrategias Evolutivamente Estables. Es mejor verlas como situaciones que necesitarán de un buen empujón para cambiar. A veces para que esto ocurra hace falta una revolución, un descubrimiento científico rompedor, una pandemia o un cometa. Como diría Nassim Taleb, no debemos infravalorar el impacto de los cisnes negros. Otras veces, la taza va llenándose poco a poco, y de un día para otro, se derrama.
Los ejemplos que he presentado en este artículo están hiper-simplificados en pro de la claridad. Obviamente el mundo real es infinitamente más complejo. No existe una única estrategia sino múltiples, no hay un par de jugadores sino cientos. Las simulaciones matemáticas como la del torneo de Axelrod nunca reflejan la realidad pero nos ayudan a ver los patrones que hay detrás de ella.
Párate a pensar un momento y mira a tu alrededor. Identifica situaciones de equilibrio e intenta entender qué es lo que temen los actores involucrados que les hace no cambiar sus estrategias. Solo conociendo la realidad puedes mejorarla.
Me parece muy interesante tu newsletter.La sigo todas las semanas. Da siempre que pensar. Un abrazo. Ana.
Gracias tía Ana! Qué sorpresa verte por aquí 🙂