Año 12000 AC, orilla occidental del Nilo, al norte del actual Sudán. Una tribu es atacada con lanzas y flechas por un grupo que les sorprende desde la maleza. La emboscada termina con ocho hombres asesinados, unos a golpes y otros desangrados por las heridas de flechas y lanzas. Esta es solo una de varias reyertas que ocurrirán durante varios días.
Año 2021 DC, docenas de seguidores de Trump irrumpen en el Capitolio tras la elección de Baiden como Presidente de los EEUU. Una persona muere de un disparo y varias resultan heridas.
14000 años separan al primer conflicto tribal del que tenemos registro arqueológico de uno de los muchos conflictos tribales modernos. Los métodos son diferentes, pero los principios subyacentes son los mismos.
A este tipo de comportamiento se le llama tribalismo y tiene sus orígenes en lo más profundo de la psique humana. El tribalismo es, y siempre ha sido, una de las grandes fuerzas que dirigen el mundo.
En el artículo de hoy explicaré los descubrimientos de la psicología social y de la psicología evolutiva sobre el comportamiento tribal y los conflictos que provoca en la sociedad moderna. Confío en que lo que te voy a contar te ayude a navegar mejor en las aguas del comportamienRto humano.
Nacemos para ser tribales
El tribalismo tiene diferentes definiciones, pero para el tema que nos ocupa, lo definiremos como el comportamiento social donde se favorece y ensalza al propio grupo discriminando a los que no pertenecen a él.
El origen del tribalismo lo encontramos en la prehistoria, cuando los seres humanos se organizaban en tribus de unas cuantas docenas de personas, en su mayoría, emparentadas entre sí. En ese contexto, un fuerte vínculo con la tribu y la aversión al forastero eran necesarias para sobrevivir. Fuera de la tribu la muerte estaba asegurada por lo que la lealtad a la tribu estaba por encima de todo lo demás.
La Teoría del Conflicto Realista de la psicología social plantea el conflicto tribal como una competición por los recursos, en los que los miembros de cada tribu luchan por los recursos en un juego de suma cero. Es decir, el territorio, la comida, las hembras, o incluso el estatus que consiga una tribu no lo tendrá la otra. Cuanto mayor sea el valor que las tribus den a los recursos y más escaseen, mayor será el conflicto.
El experimento de la Cueva de los Ladrones
Muzafer Sherif, uno de los fundadores de la psicología social, quiso poner a prueba esta teoría y para eso organizó el famoso experimento de la Cueva de los Ladrones. El experimento consistió en juntar a 24 niños que no se conocían entre sí en plena naturaleza. Dividieron aleatoriamente a los niños en dos grupos aislados. Los niños pusieron nombre a sus grupos, unos eran Los Cascabeles y los otros eran Las Águilas. En poco tiempo los niños ya habían creado relaciones de amistad y una jerarquía informal entre ellos. A los pocos días los investigadores enfrentaron a ambos grupos mediante juegos competitivos. Los ganadores de los juegos conseguían premios. Es decir, competían por los premios y el estatus de los ganadores. En seguida empezaron las fricciones entre los grupos, había insultos, comportamiento agresivos y problemas de todo tipo. Hizo falta poco para ver surgir el comportamiento tribal.
Lo curioso es que los niños de cada equipo no se conocían entre sí antes del experimento. Además, los grupos eran heterogéneos, es decir, el origen del conflicto no venía de una discriminación racial, de clase, género ni nada parecido. Los grupos fueron creados artificialmente, no se unieron por orígenes o intereses afines y, aún así, el comportamiento tribal emergió de forma espontánea.
Nosotros los buenos y ellos los malos
La Teoría de la Identidad Social de Henri Tajfel y John Turner nos ayuda a entender mejor las relaciones entre grupos. Veamos algunas de sus claves.
Nuestro primer impulso siempre es favorecer a los de nuestro propio grupo. Lo nuestro siempre es mejor, resaltamos las cualidades de los nuestros y los defectos de los otros. Vemos a nuestros compañeros de tribu como personas con una personalidad diferenciada, con sus particularidades y matices. “Los otros”, por el contrario, son como un ente abstracto, todos son iguales. Así es como funcionan los prejuicios, categorizamos a todo un grupo de forma simplona con unos pocos rasgos, generalmente negativos. Esta manera de categorizar a los de fuera de la tribu podría tener una explicación biológica ya que nuestro cerebro no gestiona bien más de unas 150 relaciones, por lo que tira de prejuicios para simplificar la toma de decisiones en asuntos tocantes a “los otros”.
Existen estudios que sugieren que los prejuicios son algo muy visceral, ocurren de forma automática. La diferencia entre una persona con menos prejuicios es que inhibe esos instintos antes que el resto. Pero eso no significa que no los tenga.
El hombre es más tribal
En 2007 Mark van Vugt presentó una teoría sobre el conflicto tribal llamada Hipótesis del hombre guerrero. Esta hipótesis amplía la Teoría del Conflicto Realista poniendo al macho en el centro de la cuestión. Según Van Vught, el comportamiento tribal está más desarrollado en los hombres que en las mujeres. La tendencia de los hombres a luchar con otros hombres por la comida, el estatus y el poder, podría haber ayudado a los vencedores de estos conflictos a conseguir más parejas sexuales y por lo tanto a tener más descendientes. Se ha demostrado que los hombres en situaciones donde existe una amenaza externa cooperan más con su grupo (ver experimentos) y tienen un comportamiento hostil con el resto. Las mujeres, sin embargo, mantienen su nivel de cooperación interna (habitualmente mayor que la de los hombres) bajo amenaza. Esta implicación de los hombres en los conflictos tribales hace que incluso algunos estén dispuestos a dar la vida por el grupo. Y por cierto, esto ocurre mucho más cuando hay mujeres presentes.
Según esta hipótesis, la mujer también es tribal, pero en menor medida. En su caso desconfía de los extraños porque los ve como una amenaza para su libertad de elegir pareja. Durante toda la historia, en las luchas tribales las mujeres han sido violadas por los hombres de fuera de la tribu, impidiendo que pudieran elegir al padre de sus hijos, algo muy importante para la mujer ya que le permite (sin ser consciente de ello), maximizar la supervivencia de su prole.
Hay muchas evidencias que apoyan la hipótesis del hombre guerrero. Una de las más obvias es que la mayor parte de muertes violentas las provocan los hombres contra otros hombres. Las bandas callejeras suelen estar formadas por hombres y la gran mayoría de los guerreros en la historia han sido hombres. Este comportamiento tribal también puede verse en los estadios de fútbol donde los hooligans más radicales también suelen ser hombres.
El conflicto del hombre civilizado
Parece claro que el tribalismo fue adaptativo, y que somos hijos de esos grandes guerreros como Gengis Khan, que es antepasado de 1 de cada 200 personas en el mundo. Paradójicamente, lo que nos trajo hasta aquí ahora se ha convertido en uno de los grandes problemas del hombre moderno. Hemos heredado un cerebro para sobrevivir en una tribu de la sabana y tenemos que lidiar con él en un mundo globalizado donde no necesitas cazar para comer y donde liarse a golpes en medio de la calle no está muy bien visto.

Nos guste o no, hemos heredado unos impulsos que nos acompañan allá donde vamos. Gracias a la cultura moderna y a nuestro “cerebro pensante” (el córtex prefrontal), somos capaces de inhibir y gestionar adecuadamente muchos instintos de lucha y huida que surgen de la región del cerebro más primitiva (principalmente de la amígdala).
Ideas para convivir en una sociedad tribal
El primer paso es conocernos bien y no negar nuestros instintos. Como dijo Carl Jung:
«Conocer tu propia sombra es el mejor método para lidiar con la sombra de otras personas. Uno no se ilumina imaginando figuras de luz, sino haciendo que la oscuridad sea visible. Lo más aterrador es aceptarse a uno mismo por completo.”
El segundo paso es entender que muchos de los comportamientos que consideramos buenos, virtuosos y deseables son la otra cara de la moneda del comportamiento tribal. La lealtad y el sacrificio por el grupo a menudo vienen en el mismo paquete que la hostilidad hacia “los otros”.
El tercer paso es buscar formas para reducir la parte del tribalismo que dificulta nuestra convivencia pacífica y reduce nuestro círculo moral.
Para ver cómo se pueden reducir los conflictos entre grupos, volvamos al experimento de la Cueva de los Ladrones. Después de los juegos competitivos, Las Águilas y los Cascabeles estaban completamente polarizados. Para intentar reconciliarlos, los investigadores les hicieron colaborar en juegos donde había un objetivo común en el que el trabajo de ambos equipos era necesario. Por ejemplo, la búsqueda de agua o empujar un camión para sacarlo del barro. Como resultado de estos juegos, el conflicto pasó a un segundo plano y todos hicieron buenas migas. En fin, que insistieron en volver todos juntos a casa en el autobús.
Según la Hipótesis del Contacto de Allport, los prejuicios pueden reducirse incrementando la relación entre los grupos en condiciones de igualdad y donde todos los miembros se sientan seguros y colaboren para conseguir un objetivo común. Eso sí, el contacto por sí mismo no funciona para reducir los prejuicios, un contacto no deseado, que provoque miedo o donde un grupo domine al otro solo agravará el problema.
Conclusiones
El tribalismo está en todas partes donde mires. Izquierda y Derecha, Madrid vs Barca, conflictos interminables entre departamentos, taurinos frente a animalistas, guerras de bandas, Cataluña vs España, conflictos raciales, terrorismo, etc. Las consecuencias pueden ir desde el sabotaje pasivo entre departamentos hasta la guerra civil entre dos etnias o ideologías políticas.
Hemos visto que el comportamiento tribal forma parte de la naturaleza humana y que como tal, podemos domarlo pero no eliminarlo.
El camino de la concordia apunta hacia un mayor conocimiento de los otros, buscar objetivos comunes y ampliar nuestro círculo moral. La razón y la compasión son nuestras aliadas en este difícil camino.
Debemos tener mucho cuidado porque es fácil arrastrar a la gente hacia el pensamiento tribal. Solo necesitamos un discurso de ellos y nosotros, usar un lenguaje de guerra, deshumanizar a los otros, provocar una sensación de amenaza aunque no la haya, generar la percepción de que estamos luchando por un recurso escaso. Muchos líderes nefastos lo hicieron con éxito en el pasado y muchos lo intentan ahora. Todos somos responsables de contribuir a una sociedad pacífica y más sosegada, donde la razón se imponga al tribalismo.
Me gustó mucho leerlo y encontrar referencias al alcance para comprenderlo mejor.
Además que lo veo muy oportuno en el momento electoral que vivimos en el Perú.
El «tribalismo» es entonces algo de lo que no nos vamos a poder librar y quizás, en muchos casos, podría ayudarnos a afianzar los valores de nuestra sociedad, dependiendo como los canalicemos.
Gracias Eduardo por comentar. No conozco la situación de Perú, pero en España estamos viendo el tribalismo en todo su esplendor 🙂
Efectivamente, no nos podemos desprender de ello igual que no podemos dejar de ser agresivos o envidiosos, pero sí podemos ir mejorando poco a poco la educación y la cultura para que los efectos negativos sean menos perniciosos mientras conservamos lo más posible aquello que tiene de positivo.
Saludos!