Pocos temas despiertan tanto debate en Polymatas como el libre albedrío. Los artículos anteriores (La paradoja del libre albedrío y El libre albedrío no existe) generaron decenas de preguntas, y no pocas objeciones.
Entiendo perfectamente que la gente tenga dudas y reticencias. El libre albedrío es un asunto que nos atañe a todos, tiene una gran implicación en la ética, la justicia, incluso en lo espiritual.
A pesar de los dos artículos que he dedicado al tema, sigue suscintando dudas y malentendidos porque es un tema complejo, poco intuitivo y en el que se enredan muchas creencias profundas.
Por este motivo, he decidido coger los comentarios más repetidos en Youtube, iVoox y el blog y responderlas con calma para que todo el mundo pueda comprenderlo. ¡Vamos a ello!
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Cuántica, azar y determinismo
¿Nos da la física cuántica un resquicio de libertad?
Algunos lectores han comentado que, si la mecánica cuántica introduce indeterminismo, quizá eso abra la puerta al libre albedrío. Es una duda razonable, así que vamos a verla con calma.
Primero, lo esencial: la ecuación de Schrödinger, que es la base de la mecánica cuántica, es determinista. Si conocemos el estado actual de un sistema cuántico y las fuerzas que actúan sobre él, podemos predecir cómo evolucionará. Hasta aquí, nada de azar.
Representación de la función de onda de una partícula
El famoso “azar cuántico” aparece cuando medimos una partícula. Antes de medir, solo tenemos una función de onda que nos dice las probabilidades de dónde puede estar esa partícula. En el momento de la medición, la función colapsa y la partícula aparece en un lugar concreto. Ese colapso, según la interpretación de Copenhague, no es predecible, y es ahí donde entra el componente aleatorio.
A la izquierda vemos la función de onda, a la derecha, el lugar donde colapsa la función cuando se realiza una medición
Ahora bien, que haya azar no significa que haya libertad. Si una partícula aparece en un sitio u otro sin causa aparente, eso no implica que tú hayas decidido nada. Solo significa que algunos eventos, en determinadas condiciones, ocurren sin una causa clara.
Además, ese comportamiento indeterminista se da en el mundo cuántico, no en el nuestro. A la escala en la que funcionamos —con cerebros, cuerpos y entornos complejos—, la física clásica sigue siendo la que manda. Esto es lo que se llama decoherencia: a medida que las partículas interactúan con su entorno, sus comportamientos cuánticos se ‘diluyen’ y desaparecen. El resultado es que todo vuelve a comportarse como esperamos en el mundo clásico. Las leyes de la física de toda la vida.
Aunque el azar exista a nivel cuántico, no hay ninguna evidencia de que puedas usarlo para tomar decisiones. No hay “puertas cuánticas” por donde colar una voluntad libre. No es así como funciona el cerebro.
En resumen:
- Si admitimos que el universo es determinista, nuestras acciones están completamente determinadas por causas previas.
- Si hay cierto grado de azar, ese azar tampoco te da control, solo añade incertidumbre.
En ninguno de los dos casos aparece algo que se parezca al libre albedrío tal como solemos entenderlo.
Compatibilismo e incompatibilismo
¿Podemos ser libres aunque todo esté determinado?
Algunos oyentes han señalado —con razón— que parte del lío con el libre albedrío viene de las distintas formas de definirlo. Sobre todo, cuando entramos en el debate entre compatibilistas e incompatibilistas.
Los compatibilistas, como el filósofo Daniel Dennett, defendían que se puede pensar que todo está determinado de antemano y aún así hablar de libre albedrío. Según ellos, actuamos libremente siempre que lo hagamos por nuestros propios motivos y no bajo coacción. Es una definición bastante común: nadie te obliga, decides tú, luego eres libre.
Pero los incompatibilistas, como Sam Harris o Robert Sapolsky, no están de acuerdo. Para ellos, si nuestras decisiones están completamente determinadas por factores anteriores —genética, educación, experiencias, química cerebral— entonces no podrías haber actuado de otra manera. Y si no podías hacer otra cosa, ¿de qué libertad estamos hablando?
Imagina que alguien roba un banco. El compatibilista diría que fue libre porque nadie lo obligó; actuó por sus propios motivos. El incompatibilista respondería: sí, pero esos motivos vienen de su historia, su biología, su entorno… así que en realidad no podía haber hecho otra cosa. En el capítulo La paradoja del libre albedrío profundizo en la cuestión.
Puede parecer que la discusión entre compatibilistas e incompatibilistas es solo una pelea semántica. Como si todo dependiera de cómo definamos “libre albedrío” y ya está.
Pero en este debate hay mucho en juego. Lo que está en juego es cómo entendemos la responsabilidad humana. Porque si nadie puede actuar de otra forma de la que actúa, ¿qué sentido tiene hablar de culpa o de mérito? ¿Qué significa entonces castigar a alguien, o premiarlo, si en el fondo solo está siguiendo el camino que le marcó su biología, su entorno y su historia?
Esta es la verdadera diferencia entre ambos enfoques. Los compatibilistas creen que podemos seguir usando conceptos como responsabilidad o justicia tal y como los entendemos hoy. Los incompatibilistas, en cambio, piensan que si aceptamos que no somos libres en sentido profundo, deberíamos revisar desde la base cómo tratamos a quienes hacen daño… y también a quienes tienen éxito.
Lo que viene ahora tiene mucho que ver con esto.
Responsabilidad, culpa y justicia
¿Dejaríamos de ser responsables en un mundo sin libre albedrío?
Por mis conversaciones con miembros de la Biblioteca Polymata, esta suele ser la principal preocupación de la gente ilustrada. Y lo entiendo, pero una vez más se trata de una confusión en los términos.
Si entiendes la responsabilidad como aquello por lo que te toca rendir cuentas, la responsabilidad permanece en un mundo sin libre albedrío. Si matas a alguien te toca ir a la carcel. Eso no cambia. Pero, y aquí está la clave. Irás a la carcel para evitar que vuelvas a matar. No porque te lo merezcas en el sentido moral que solemos darle a la palabra “merecer”. La responsabilidad en un mundo sin libre albedrío se mantiene en un plano práctico. Pero pierde la connotación que podemos darle en un mundo donde se cree firmemente en el libre albedrío. Como hiciste esto tan malo, te vamos a castigar. No sólo para que no lo vuelvas a hacer, sino también porque te lo has ganado. Obraste mal cuando podrías haberlo hecho bien.
Y aquí está la trampa: no podía haberlo hecho bien porque sus acciones estaban determinadas por un millar de factores y causas (la mayoría desconocidas) que le impulsaron a hacerlo. La película estaba grabada de antemano, él era una actor al que el guión le mandaba apretar el gatillo.
Por todos estos motivos, Harris y Sapolsky defienden a capa y espada la prevención y la rehabilitación como vías para actuar justamente con los criminales.
Impredictibilidad y caos
¿Somos libres solo porque nadie puede predecirnos?
Un par de personas argumentaron que la libertad se esconde en aquellas acciones complejas que no pueden ser anticipadas. Algunos comportamientos humanos son muy previsibles, pero qué hay de la multitud de situaciones en las que es imposible saber cómo actuará una persona. Eso debe ocurrir (piensan algunos) porque la persona en cuestión tiene la última palabra, ¿verdad? Pues no.
Que no podamos predecir algo sólo significa que, o bien no tenemos los conocimientos necesarios (se nos escapan ciertas leyes), o bien no tenemos la potencia de cálculo para realizar simulaciones realistas, o bien simplemente hay comportamientos caóticos y complejos que por su propia naturaleza son impredecibles. Pero cuidado, que sean impredecibles no significa que no estén determinados de antemano.
Nunca podremos predecir el tiempo que hará en Madrid dentro de dos años, el tamaño de las nubes que taparán la Castellana y el volumen de agua que caerá, pero eso es porque el clima es un fenómeno caótico que se vuelve impredecible con el tiempo. Lo mismo pasa con la evolución de las economías y las sociedades. Son impredecibles pero no indeterministas.
Asumir que la complejidad y el caos abre una grieta para la libertad es un salto lógico que no se sostiene.
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Sentido existencial
¿Tiene sentido la vida sin libre albedrío?
Fernando, uno de los fieles seguidores de Polymatas desde sus principios comentaba lo siguiente en iVoox.
“Me intento aferrar a la ilusión del libre albedrío con tal de intentar encauzar mi vida, pero no funciona porque en el fondo no me lo creo y vuelvo a caer en el para qué? si no importa y ni siquiera depende de mí’.”
Este tipo de reacción es muy común. Cuando dejamos de vernos como agentes completamente libres, algunas preguntas existenciales nos golpean con fuerza: ¿Qué sentido tiene esforzarse? ¿Qué papel juego yo en todo esto?
Es comprensible. Pero aceptar que nuestras acciones están determinadas no significa que nuestras acciones no importen.
Aunque no elijamos lo que somos en un sentido absoluto, lo que hacemos sigue teniendo consecuencias reales: si estudias, apruebas. Si haces daño, alguien sufre. Si ayudas, alguien mejora. Que no seamos los autores últimos de nuestras decisiones no borra su impacto en el mundo. Y ese impacto es lo que da sentido a nuestras vidas, no la ilusión de que somos “libres desde cero”.
En la práctica, seguimos viviendo como si tuviéramos cierto grado de libertad. Sentimos que decidimos. Esa sensación forma parte de cómo funciona nuestro cerebro, y sería absurdo ignorarla en nuestro día a día. Podemos entender racionalmente que no somos completamente libres, y aun así seguir tomando decisiones con responsabilidad y propósito.
Religión y libre albedrío
¿Y Dios qué opina de todo esto?
No me sorprende que bastantes de los comentarios que he recibido saquen a relucir a Dios.
No creo que con estas palabras vaya a convencer a ningún creyente, pero tampoco quería dejar la cuestión sin responder.
Las iglesias cristianas y la biblia afirman, sin excepción, que somos libres para elegir y que, por lo tanto, somos responsables ante Dios.
Pero como todas las afirmaciones contenidas en la biblia, este es un dogma más. La llamada “palabra de Dios” no es otra cosa que creencias (más o menos acertadas) de los múltiples autores que fueron dándole forma a la compilación de escritos a la que llamamos biblia. No son evidencia de nada.
Lo que dice la mejor ciencia que tenemos es que el universo probablemente sea determinista (al menos a nivel macroscópico) Y si el universo es determinista, no hay libertad real. No hay rastro de un alma que desafíe las leyes de la física y que permita obrar fuera de la infinita cadena causal en la que estamos inmersos.
¿Una cuestión de grados?
¿Hay personas con más libre albedrío que otras?
Casi todo en la vida es una cuestión de grados… pero no el libre albedrío. Decía oyente de Youtube que “depende del país, familia o hasta color de piel, tendrás más o menos libre albedrío q el resto”.
No es así. Lo aclaro.
Depende del país o familia donde caigas, tendrás más o menos libre albedrío si te acoges a la definición de los compatibilistas que dicen que la acción deliberada sin coerción es una acción libre. Pero según la definición de los incompatibilistas (a los que me adscribo), nazcas donde nazcas tendrás el mismo libre albedrío: cero.
Entiendo que esto es antiintuitivo. Por eso intentaré explicarlo de nuevo.
El libre albedrío no habla de si naciste con más o menos posibilidades aparentes. En ese caso, un rico noruego tendría más libertad que un pobre keniata. El libre albedrío existiría si las cosas podrían haber sucedido de otro modo. Si en vez de que yo sea un divulgador con una comunidad de lectores, hubiera podido ser un controlador aéreo. Pero eso no podría haber sucedido. Los millones de condicionantes que tenía antes de nacer, mis genes, lo que vivió mi madre cuando estaba en su vientre, las vivencias de mi infancia, los desencuentros de mi juventud… llevaban irremediablemente a que lanzase Polymatas y la Biblioteca Polymata.
Cada acción que he tomado en mi vida provenía de causas previas que a su vez provenían de causas previas y así hasta el inicio de los tiempos. Y ninguna de esas causas estaba bajo mi control. Incluso aquellas acciones aparentemente meditadas y libres estaban definidas de antemano por mi historia y mi biología, y por mi cultura, y por mis amigos…
Lo sé, cuesta creerlo, pero todo apunta a que es así.
Vamos cerrando
Espero que este nuevo esfuerzo por aclarar las dudas más habituales relacionadas con el libre albedrío haya dado sus frutos. Aún así, es muy posible que sea una idea que se te sigue escapando. Lo veo totalmente normal, en cierto modo es como la cuántica o la consciencia, cuestiones cuyo funcionamiento es contrario a la intuición más elemental.
Vale, el guion esta escrito pero, perder el locus de control nos deja como marionetas movidas por hilos infinitos.
Qué buen artículo, Val.
Me sigue costando creer que no existe el libre albedrío, pero, como dices, debe ser porque es algo poco intuitivo.
Buen artículo y buena pescadilla :), dsado que creer o no en el libre albedrío realmente no está en nuestras manos casi mejor dejar de seguir dando vueltas… o no