🦾 Curso de Inteligencia Artificial “Vida Inteligente Plus”
Si eres lector habitual de Polymatas, sabrás que colaboro a menudo con Marcos Vázquez de Fitness Revolucionario. Lo hago porque me parece que hay una sintonía total entre nosotros y nuestra forma de ver la divulgación. Pues bien, acaba de sacar con su hermano Pablo la segunda edición del curso Vida Inteligente (la primera tuvo más de 4000 participantes).
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El ritual del Tambaran
Kawi se encuentra ante la imponente Casa Tambaran. La observa con una mezcla de anticipación y nerviosismo, sabiendo que su vida está a punto de cambiar para siempre. Hoy, cruzará el umbral, dejando atrás la infancia y adentrándose en el mundo de los hombres.
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El momento ha llegado sin previo aviso. Los hombres de la aldea se acercan a Kawi y lo separan de su madre. En este instante, la puerta a su vida anterior se cierra. Kawi siente un vuelco en el estómago, pero también una extraña determinación. Sabe que este es su camino.
Lo conducen al interior del Tambaran. Al entrar, la oscuridad lo recibe como un manto. El aire huele a madera vieja y a humo. Sus ojos se acostumbran lentamente a la penumbra, revelando un espacio misterioso, lleno de máscaras extrañas y sombras danzantes. Lo esperan un grupo de hombres de aspecto severo, su presencia impone respeto. En ese preciso momento, una nueva vida comienza para él.
Uno de los edificios del Tambaran de una aldea de Papúa Nueva Guinea
Desde el primer día las pruebas físicas se convierten en una nueva rutina en la existencia de Kawi. Cada amanecer, al despuntar el día, los jóvenes iniciados como él son llevados a la selva. Allí, bajo la mirada atenta de los veteranos, comienza el baile de resistencia. Los tambores marcan un ritmo implacable, y los cuerpos de los jóvenes se mueven, se agitan y retuercen en una danza que parece no tener fin. El sol castiga con fuerza, el sudor resbala por sus rostros, sus músculos se tensan hasta el límite. Kawi siente una fatiga extrema pero sabe que no puede detenerse. La danza es una prueba de resistencia, de voluntad, de disciplina y de entrega al ritual.
Luego vienen las marchas a través de la selva. Jornadas enteras caminando entre la vegetación espesa, aprendiendo a leer las señales del entorno, a moverse con sigilo y a economizar energías. Los hombres mayores lideran la marcha transmitiendo su conocimiento ancestral sobre plantas, animales y senderos ocultos. Kawi poco a poco va aprendiendo a confiar en sus piernas y en su instinto de supervivencia.
En ocasiones las pruebas se vuelven todavía más duras. Los veteranos imponen ejercicios de fuerza bruta como el levantamiento de grandes pesos o la escalada de troncos resbaladizos. Kawi está exhausto, sus músculos tiemblan y sus pulmones arden. Su mente lucha contra las ganas de rendirse. Pero es en esos momentos límite cuando encuentra una fuerza interior que no sabía que poseía.
Tras varias semanas de rituales y pruebas, un anciano se acerca a Kawi con una vara de bambú afilada. El joven contiene la respiración. Siente un corte en su piel, una punzada aguda que se extiende por su cuerpo pero no grita. Soporta el dolor con estoicismo, como le han enseñado los hombres mayores. Las cicatrices que permanecerán con él para siempre no son el rastro de simples heridas, sino insignias de honor, símbolos de su transformación, marcas que lo identifican para siempre como un hombre Tambaran.
Escarificaciones en la piel realizadas durante el Tambaran
Kawi comparte cada prueba y momento de sufrimiento con otros jóvenes iniciados. Esas experiencias compartidas forjarán una hermandad indestructible que los unirá para toda la vida. Saben que están viviendo algo único, algo que los separará para siempre del mundo de la infancia y los unirá al mundo de los hombres.
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El relato de Kawi refleja una realidad que Joseph Henrich, autor de Las personas más raras del mundo ha estudiado en profundidad en su análisis de la cultura de Ilahita, una comunidad de Papúa Nueva Guinea donde el culto Tambaran desempeñaba un papel central en la organización social. Henrich explica que el Tambaran no es solo un espacio de iniciación, sino una estructura ritual compleja diseñada para mantener la cohesión social entre los clanes y reforzar la interdependencia dentro de la comunidad.
El Tambaran como mecanismo de cohesión social
En la mayoría de las aldeas del río Sepik, las comunidades rara vez superaban los 300 habitantes porque las rivalidades entre clanes generaban fragmentaciones constantes. Sin embargo, la sociedad Ilahita logró integrar 39 clanes y una población de más de 2.500 personas gracias a su estructura ritual. El Tambaran provocaba una interdependencia “artificial” entre los clanes que dejaban de poder subsistir de manera aislada. Las normas del culto imponían que ciertos ritos sólo podían ser realizados por clanes específicos para otros clanes, asegurando así que todos los grupos dependieran unos de otros.
Los ritos de terror y la creación de la hermandad
Una de las prácticas más intensas del Tambaran eran los ritos de terror, donde los jóvenes como Kawi pasaban por experiencias de dolor, aislamiento y privación extrema. Algunos de estos crueles rituales como la flagelación con ortigas o los cortes realizados con cuchillas de bambú generaban recuerdos imborrables y forjaban vínculos profundos entre los iniciados. Henrich explica que estos rituales explotaban la psicología humana para generar una sensación de pertenencia extrema. Algo similar le pasa a los soldados que han estado juntos en combate.
La interdependencia ritual y económica
El Tambaran no sólo regulaba el paso de los niños a la edad adulta, sino que también dictaba reglas estrictas relacionadas con la economía y la alimentación de la comunidad. Por ejemplo, los miembros de un grupo ritual no podían consumir los cerdos que criaban, sino que debían entregarlos a otro grupo, lo que creaba una red de intercambios obligatorios. Este sistema reforzaba los lazos sociales y evitaba la fragmentación de la comunidad.
Beneficios de los rituales
En definitiva, el conjunto de rituales del Tambaran aporta a sus individuos y a su comunidad una serie de beneficios que no siempre pueden obtenerse por otras vías:
- Cohesión social: La interdependencia entre clanes refuerza los lazos comunitarios
- Hermandad profunda: Los ritos de terror y las pruebas crean lazos de lealtad y apoyo inquebrantables entre los iniciados
- Sentido de pertenencia y propósito: Cada persona ocupa un rol claro dentro de la comunidad
- Resiliencia física y mental: Las pruebas extremas enseñan autodisciplina, resistencia y control del miedo
- Normas claras y compartidas: La cultura del Tambaran establece códigos de conducta que todos respetan, proporcionando estabilidad
Definición y características de los rituales
A estas alturas del ensayo, ya me puedo permitir definir el término “ritual”. Los rituales son comportamientos repetitivos que generalmente no se cuestionan y que dotan a las personas y a la comunidad de un significado y un propósito. A menudo están ligados a momentos de transición (como el Tambaran), pero no siempre es así.
- Los rituales dotan a las personas de una predictibilidad que proporciona paz y ahorra tiempo y energía.
- Los rituales dotan a las personas de una sensación de pertenencia y a veces de trascendencia que raramente se puede crear por otras vías.
- Los rituales te conectan con el momento presente. Te permiten hacer algo por el propio valor de hacerlo, sin buscar un objetivo o rendimiento.
- Los rituales tienen una función que ha sido moldeada por la evolución cultural, pero los participantes no tienen por qué conocerla. Estos llevan a cabo los rituales por su valor intrínseco, porque así es como debe ser. Por lo tanto el cumplimiento del ritual requiere de cierto salto de fe.
Un salto de fe que en Occidente estamos perdiendo.
El precio del progreso
Soy un gran defensor de Occidente, de la idea de progreso y sinceramente creo que vivimos en el mejor lugar en el mejor momento de la historia. Sin embargo, no debemos ser ingenuos; el cambio a una cultura occidental, tiene un precio. La mentalidad práctica, científica y orientada a la productividad se está llevando por delante los rituales y las tradiciones. En la sociedad occidental todo debe tener una razón explícita porque no nos gusta perder el tiempo repitiendo tradiciones “inútiles”.
Parte de la fe necesaria para replicar los rituales se ha perdido con el secularismo de Occidente. La fe religiosa siempre ha sido (y sigue siendo) el motor principal de la creación y mantenimiento de muchos rituales. De hecho, muchos de los rituales que todavía hoy tienen lugar en países como España son de origen religioso. Celebrar las Navidades, los bautizos, las bodas, descansar el domingo, las procesiones de Semana Santa… Obviamente, con la secularización de la sociedad también estos rituales han perdido fuerza y sólo son un eco de lo que eran (salvo para un grupo reducido de personas).
Creo que la mayoría de hijos de la Ilustración no somos conscientes de todo lo que hemos perdido con la extinción de los rituales.
Los nuevos rituales
Bueno, bueno, no quiero ponerme dramático; los rituales no han desaparecido, más bien se han transformado reflejando los valores modernos.
Los nuevos rituales son un reflejo de la individualidad de la cultura occidental. Los rituales ya no son tanto un deber colectivo sino deberes autoimpuestos que nos mantienen saludables, bellos y cuerdos. Nos autoimponemos rituales de ayuno, duchas frías, retiros de meditación y entrenamiento.
Sigue habiendo rituales comunitarios como las bodas y los funerales, aunque al perder su carácter religioso se han hecho más flexibles perdiendo una de las propiedades fundamentales de los rituales: la rigidez y perdurabilidad. Uno de los beneficios históricos de los rituales es que nos conectaban con las generaciones pasadas y futuras. Al mantenerse intactos, era un elemento compartido con padres, hijos y abuelos. Eran parte de los cimientos de la cultura de una sociedad. Hoy la perdurabilidad ya no es un valor principal.
En las últimas décadas, los grandes festivales han sustituido los rituales comunitarios de antaño. Eventos anuales como TomorrowLand o Burning Man dotan a sus asistentes durante unos pocos días de cierta sensación de comunidad. Lo consiguen gracias a compartir con otros iguales, días y noches de bailes, música, drogas y otros elementos que han sido la base de muchos rituales milenarios.
Una reflexión personal
Personalmente, me encuentro en un momento de mi vida en el que echo en falta esos rituales que dotaban de sentido al transcurrir del tiempo, que me unían a mi familia y amigos. Las Navidades ya no son como eran. Ya no veo a mis amigos todos los sábados en el parque como cuando tenía 16 años. Tampoco soy religioso y no sigo los rituales propios del cristianismo. Cada vez soy más consciente de esa ausencia, la experimento como una sensación de vacío que me visita a veces, de repente. A menudo desearía tener que elegir menos y que ciertas cosas vinieran impuestas desde fuera. ¿El precio de la individualidad y de la libertad es el desasosiego y la incertidumbre? ¿Estamos abocados a una falta de sentido en Occidente?
Supongo que reconocer esta falta es un comienzo. Quizás lo próximo debería ser plantearme algunos rituales que den cierta estructura a mi vida y que me integren dentro de alguna comunidad. ¿Pero cuáles?
Ahora que lo pienso sí que tengo algunos rituales, aunque algo superficiales. Escribir en mi diario cada noche, mis comidas con Mariano el primer miércoles de cada mes, las tardes en el roco con Arrieta una vez por semana, los paseos de mindfulness por las tardes, las mañanas trabajando en la Biblioteca, la comida de los sábados en casa de mi madre, las charlas de la Biblioteca Polymata, las partidas en el Club de juegos los domingos por la mañana. Es cierto que son rituales sencillos, flexibles y sin demasiada trascendencia, pero me ayudan a dar cierta estructura a mi vida, me reconectan con mis seres queridos cada poco tiempo y me mantienen cuerdo.
Supongo que el siguiente paso es mirar un poco más allá, crear nuevos rituales, a poder ser que doten de mayor sentido a mis días, que tengan cierta trascendencia, que me conecten con el resto del mundo. Rituales que combatan la inercia que lleva a la soledad, el egoísmo y la falta de sentido.
🦾 Curso de Inteligencia Artificial “Vida Inteligente Plus”
Si eres lector habitual de Polymatas, sabrás que colaboro a menudo con Marcos Vázquez de Fitness Revolucionario. Lo hago porque me parece que hay una sintonía total entre nosotros y nuestra forma de ver la divulgación. Pues bien, acaba de sacar con su hermano Pablo la segunda edición del curso Vida Inteligente (la primera tuvo más de 4000 participantes).
Yo estoy dentro y te diré que tiene muy buena pinta, si necesitas ponerte al día con la Inteligencia Artificial, aquí tienes la solución.
Es curioso como estamos eliminando sin darnos cuenta todo lo colectivo. No sé si hay un concepto para esos “rituales individuales” de los que hablas, pero yo no los llamaría rituales. El ritual remite a la comunidad, y son esos rituales los que nos dan más sentido.
Creo que la afición al futbol y otros deportes viene también por ahí: a la necesidad humana de pertenencia con ritual incluido, en este caso, todos los domingos.
Reforcemos el juntarnos, sólo así podremos evitar ese vacío al que este modelo de sociedad nos está llevando.
Gracias Iñaki por tu comentario 🙂