Como decía Aristóteles “somos un animal social”, el más social de todos; y toda sociedad necesita de una jerarquía. Hay especies como las hormigas o las abejas que nacen con un lugar predeterminado en ella, pero los humanos, al igual que otros primates, disfrutamos de cierta libertad para subir o bajar en la escala social.
Encontrar nuestro lugar en la sociedad no es ningún juego, nuestras posibilidades para sobrevivir y ser felices han dependido históricamente en gran medida de nuestro estatus social. En particular, los hombres damos una importancia inmensa a nuestro estatus porque nuestras posibilidades de encontrar pareja aumentan con él.
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Definiendo estatus
Según la psicóloga Denise Cummins el estatus es el lugar que ocupa un individuo en la jerarquía social. Este lugar determina la prioridad que tiene para acceder a los recursos en situaciones competitivas. Cuando Cummins habla de recursos se refiere a comida, pareja, territorio, dinero, etc. Dicho en lenguaje llano, quien tiene más estatus es el que se come el último trozo de tarta.
Existen dos tipos de estatus. La dominación donde el individuo usa la fuerza y la coerción para acceder a los recursos y el prestigio, donde el estatus no se impone sino que se gana ayudando a los demás. El prestigio suele ceñirse a un dominio concreto. Por ejemplo, un gran jugador de ajedrez puede tener mucho estatus entre otros ajedrecistas pero poco en su familia o en su empresa.
Origen de las jerarquías de estatus
Dada la ubicuidad de jerarquías basadas en el estatus (se encuentran en todas las sociedades) se cree que podrían ser el producto de la selección natural operando a nivel de individuo y de grupo. Incluso sociedades que, a primera vista, pueden parecer igualitarias, tienen jerarquía de estatus. Aquellos que están en la parte alta gozan de ciertos privilegios y beneficios.
Por poner un ejemplo, los Achés, una tribu de cazadores recolectores que vive en las selvas de Paraguay, dan mucha importancia a la carne porque no pueden conservarla mucho tiempo. Los cazadores la reparten entre los miembros de su tribu las piezas que han cazado. Se ha observado que los cazadores más exitosos tienen más relaciones extramaritales que los demás (Hill & Kaplan, 1988). Este tipo de ventajas por estatus es habitual y se han visto en otras tribus de cazadores-recolectores.
Como podemos ver en el ejemplo de los Achés, un alto estatus social proporciona ventajas reproductivas y por lo tanto, los genes de los individuos de mayor estatus se progagarán más. La ventaja reproductiva de los hombres de mayor estatus ha sido ampliamente documentada por Laura Betzig. En un estudio de 1993 recopiló de manera sistemática datos de 6 grandes civilizaciones entre las que se encontraban Mesopotamia, el Egipto antiguo y el Imperio Chino. En todas ellas había un patrón, los emperadores tenían harenes de cientos o incluso miles de mujeres a su entera disposición. El emperador chino Fei-ti tenía 6 palacios donde alojaba a 10000 mujeres. Por contra, la mayor parte de los hombres sólo tenían una mujer y a menudo ninguna.
En resumen, a lo largo de la historia los hombres más poderosos han tenido multitud de hijos mientras que los pobres diablos sin estatus han tenido que sufrir para poder dejar descendencia. Además, un patriarca poderoso podía mantener mejor a su prole y sacarla adelante más fácilmente en unos tiempos en los que la mayoría de los niños morían a los pocos años. Tú, yo y mucha de la gente que anda por la calle podríamos ser descendientes de esos hombres poderosos.
Muerte por deshonor
Para comprender hasta qué punto el estatus es importante para las personas merece la pena ver el análisis que hicieron cuatro investigadores de varios estudios relacionados con el deshonor. En uno de ellos, planteaban a los participantes situaciones hipotéticas donde tenían que elegir entre dos opciones.
En una de ellas se les daba a elegir entre pasar un año en la cárcel y salir con su nombre limpio (nunca sería visto como un criminal delante de su gente) o no entrar en la cárcel pero ser visto como un criminal el resto de su vida ante su comunidad. El 70% elegía pasar un año en la cárcel.
En otra de las situaciones se les daba a elegir entre morir ahora y ser recordado afectuosamente por su comunidad o vivir hasta los 90 años pero ser conocido en su comunidad como un pedófilo. El 53% elegía morir con su reputación limpia.
El problema de este tipo de estudios es que lo que diga uno en una encuesta no tiene por qué ser lo que hiciese en realidad, pero no deja de ser significativo la importancia que damos a nuestra reputación.
¿Cómo se forman las jerarquías?
Hemos visto que un alto estatus proporciona ventajas claras, pero no todos podemos ser el macho-alfa. ¿Cómo se conforman las jerarquías?
A simple vista podrías pensar que siempre debemos luchar por estar en lo alto de la jerarquía, pero eso no es necesariamente cierto. Si vas a un parque y dedicas un rato a ver a los perros interactuar, verás como tras varios juegos, persecuciones, gruñidos e incluso pequeños mordiscos, uno de los perros adopta una posición sumisa. Se pega al suelo y mira al otro con temor o se tumba sobre su espalda. Esto es una señal de que acepta el dominio del otro perro. Ahí acabará todo, no habrá sangre ni mordiscos porque ahora ambos aceptan el estatus del otro y su lugar en la jerarquía.
La gran mayoría de animales sociales tiene comportamientos similares y gracias a ellos se mantienen vivos. Si el animal más débil siguiese desafiando al más fuerte lo más seguro es que acabase herido o muerto. Tras muchas generaciones, ese tipo de comportamientos suicidas van desapareciendo porque el que se comporta de esta manera deja menos descendencia. Sin embargo, saber cuándo agachar la cabeza es muy adaptativo. Quizás el animal sufra más para encontrar una hembra pero al menos vivirá para intentarlo.
Puede que pienses que el perro dominante debería matar al otro, al fin y al cabo es más fuerte y así se quita a un rival de en medio. En parte es cierto, pero aunque el otro sea más débil no significa que no pueda herirlo o incluso matarlo, por eso, a menudo los machos-alfa son magnánimos y dejan vivir al más débil si acepta su rol como seguidor.
Bueno, todo esto de los perros está muy bien, pero los humanos somos más complejos, ¿no? Por supuesto, sobre todo los que vivimos en civilizaciones modernas. Hace tiempo que no está bien visto pelear a puño limpio para ganar un lugar en la jerarquía social, aunque es algo que sucede a menudo entre niños, adolescentes y es lo habitual entre los pandilleros.
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Estrategias para ganar estatus
Hemos visto que la violencia puede ser una vía para conseguir estatus. Al principio del artículo decía que hay dos tipos de estatus: dominio y prestigio. Sin duda la fuerza es una forma muy efectiva de conseguir dominio, pero no es tan efectiva si buscamos prestigio. Un policía tiene dominio pero no tiene por qué disfrutar de prestigio. Lo mismo ocurre con un presidente del gobierno o un general militar. Por su parte, Albert Einstein o Melinda Gates tienen prestigio sin dominio. En cualquier caso, ambas vías de escalar en la jerarquía social dan acceso prioritario a los recursos.
Me voy a centrar en las estrategias más habituales para ganar prestigio:
Engaño y manipulación
Esta, a menudo, es una forma rápida de ganar estatus pero también es peligrosa y puede salirnos el tiro por la culata. Fardar de títulos que no tenemos o exagerar nuestro papel en historias en las que, supuestamente, hemos tenido un papel de héroe, salvador o filántropo puede ayudarnos a corto plazo pero, si te descubren, tu prestigio se desplomará. Hablar mal de otros también podría ayudarte puntualmente, piensa que el estatus es siempre comparativo. Si eres mediocre en tu trabajo pero haces quedar peor a tus compañeros, serás el tuerto en el país de los ciegos.
Potenciar tus relaciones sociales
El interés por asistir a eventos de networking es un buen indicador de la importancia que damos al estatus. Estos encuentros se basan en el potencial para crear relaciones con gente interesante o relevante en un sector. Estas relaciones pueden servir para hacer negocios, pero son valiosas en sí mismas porque mostrar a los demás que estás bien relacionado es una de las señales de estatus más potentes que hay.
Por otro lado, tener muchos y buenos amigos y ayudarles y apoyarles todo lo posible es otra forma de incrementar tu estatus.
Conocimiento y competencias
En cierto modo esta estrategia también abarca las otras dos, porque no puedes manipular o crear buenas relaciones sin las competencias adecuadas. La competencia es la piedra angular del estatus. La gente te valora por tu capacidad para acceder a los recursos y el conocimiento, la cultura, la inteligencia, la capacidad de trabajo o el liderazgo son competencias que predicen tu acceso a los recursos.
Price y Van Vugt desarrollaron la teoría “Servicios-por-Prestigio”. Según esta teoría, los líderes ofrecen a sus seguidores conocimiento, sabiduría, coordinación del grupo y otros servicios, a cambio de recibir prestigio social: ofrecerle más atención que al resto, reírse con él, tener ciertas deferencias que no tenemos con los demás, etc. En esta relación basada en el altruismo recíproco, ambas partes salen favorecidas. Como dato curioso, la gente con mayor estatus tiende a ser más amigable y ayudar más a los demás (Eisenberg 1986).
Señalización: togas y cadenas de oro
Ya hemos visto cuáles son las principales estrategias para escalar en la jerarquía social, pero tan importante es conseguir el estatus como que los demás sepan dónde situarnos. Los seres humanos somos increíblemente hábiles detectando el estatus de los demás. En unos pocos minutos reunido con un grupo de personas desconocidas puedes intuir cuál es la jerarquía existente. La vestimenta, la postura, el tono al hablar, los gestos, las veces que interviene e interrumpe uno, etc. Existen docenas de señales más o menos sutiles que detectamos sin darnos cuenta y que nos ayudan a crear un organigrama en nuestra cabeza.
En todo caso, dada la importancia del tema, nos gusta asegurarnos de que los demás sepan dónde estamos, sobre todo cuando estamos en lo alto de la jerarquía.
En la antigua Roma los ciudadanos sólo podían vestir togas adecuadas a su estatus social o político. Entre los raperos el estatus se mide por el peso de las cadenas de oro y los coches deportivos, aunque en ocasiones no se los puedan permitir y los alquilen.
Todos estos objetos cumplen una función importantísima: señalizar el status.
En un experimento se dio la oportunidad a los participantes de ayudar a gente que lo necesitaba. Uno de los grupos lo hacía de forma anónima y el otro a la vista de todos. Seguramente no te sorprenda que los que lo hacían de forma pública estuvieran más dispuestos a ayudar que los otros. Los investigadores también midieron un aumento en la reputación de los participantes entre el grupo de personas que habían presenciado la ayuda.
Aunque llevar cadenas de oro de 4 kilos de peso y ayudar a los necesitados te puedan parecer actos que están en las antípodas el uno del otro, ambos tienen una cosa en común, incrementan e indican estatus.
Los rituales de señalización de estatus varían mucho entre culturas y grupos, pero todos cumplen la función de dar a conocer a los que me rodean cuál es mi lugar dentro de la jerarquía. En la cultura rapera norteamericana, el dinero tiene mucha importancia y el oro es un símbolo inequívoco de riqueza. Por eso tanto raperos ricos como no tan ricos intentan mostrar las cadenas más ostentosas (algunas llegan a costar 10 millones de dólares). Pero, ¿te imaginas a Warren Buffet o Bill Gates en una fiesta con una cadena de oro gigante? En su sub-cultura de ricos blancos, occidentales y cultos eso sería una obscenidad y dañaría su reputación. Ellos prefieren crear fundaciones benéficas o donar miles de millones a causas nobles.
Dicho así todo esto puede sonar muy frívolo. Pero todos hacemos cosas similares en nuestro día a día. Cuando ponemos en Instagram una foto del lugar exótico donde estamos de vacaciones estamos mostrando nuestro estatus: nos podemos permitir ese viaje, mirad qué feliz soy. Cuando hablamos con nuestros amigos del nuevo puesto tan bien pagado que nos acaban de ofrecer estamos señalizando: somos personas competentes, valiosas e inteligentes.
Para que quede claro, estas cosas no las tenemos por qué hacer de forma consciente. Muchas de ellas están motivadas por emociones que llevan a actuar de cierta manera sin saber cuál es el fin último por el que lo hacemos. Simplemente nos hacen sentir bien. Es decir, no es que Warren Buffet se levante por la mañana y diga: “¡voy a ir a esa cena benéfica y voy a dejar claro quién es el que manda aquí!”. Hacer una donación importante y que todo el mundo lo sepa y le presten atención y hablen bien de él le hace sentir bien. Y le hace sentir bien porque la evolución ha premiado actos adaptativos como ese con emociones positivas como el orgullo.
Si te sientes un poco incómodo con esto es porque es un tema tabú. Quizás hasta ahora ni siquiera fueses consciente de este tipo de comportamientos. Puede que incluso sigas convencido de que tú no eres como los demás. Socialmente no está bien visto reconocer que hacemos cosas por ganar estatus y por mostrarle al mundo dónde estamos en el escalafón social. Parece propio de personas maquiavélicas y superficiales. Sin embargo, yo prefiero decir que es algo propio del ser humano… y a otro nivel, de muchos animales sociales.
Conclusiones
No podemos obviar la importancia del estatus en la vida de todo ser humano. Tanto si eres hombre como si eres mujer, más estatus te va ayudar a sufrir menos estrés, tener más opciones profesionales, más relaciones sociales y, si eres hombre, más posibilidades de tener pareja e hijos.
Hemos venido al mundo con habilidades innatas para movernos en la compleja jerarquía social y algunos son evidentemente más hábiles que otros. Pero durante nuestra vida podemos mejorar algunas competencias para incrementar nuestro estatus. Por ejemplo, podemos mejorar y aumentar nuestras relaciones escuchando más y ayudando a los demás.
También podemos adquirir conocimientos que nos hagan más valiosos y útiles para la sociedad. Todo ello puede ayudarte. Y por supuesto, puedes usar las señales de estatus que creas conveniente: ropa, coches, accesorios, libros, títulos… No te recomiendo que uses estrategias de engaño y manipulación, pero tampoco que hagas como que la imagen y las apariencias no importan porque sí importan.
Nota: El tema del estatus es muy amplio y se me queda muchas cosas en el tintero como las diferencias entre hombres y mujeres, cómo las emociones nos ayudan a navegar por las jerarquías o qué tienen en común las personas con más estatus. Si te interesa, házmelo saber y haré un artículo sobre el tema.
Muy interesante, aunque algunos parece que estamos a por uvas mientras otros cogen sillas, me reconozco en algunas situaciones.
Me llama la atención algo sobre el lado femenino, tener estatus para ellas es tan importante como los hombres. Seguro que hay algunas diferencias y quizás no sean solo culturales, o sí, no lo sé. Pero parece un tema complicado de tratar.
Gracias, ha sido un buen rato de reflexión 👌
Hola Javi, muchas gracias por tu comentario.
El estatus es importante tanto para hombres como para mujeres, pero según los estudios en los hombres tiene una importancia vital para encontrar pareja y en la mujeres son más importante otros factores como el aspecto físico.
Un abrazo!
Hola Val, enhorabuena por tu artículo. Super interesante.
¿Podrías por favor ampliar sobre cómo las emociones nos ayudan a navegar por las jerarquías o qué tienen en común las personas con más estatus?.
Me gusta mucho como escribes y la lógica que les das a los temas que comentas. Sigue así!
Hola Dimas:
Tomo nota de tus propuestas para el futuro. Gracias por comentar!
Val
Buenos días Val. Creo que el estatus esta super presente en las sociedades. Tengo hijos y, desde que son pequeños, en las reuniones sociales con otros padres se puede observar como todos, y me incluyo, consciente o inconscientemente jugamos el juego del estatus y, lo que es peor, como esa competencia social se trasladada a los críos: quien es más listo, quién es más lento, quién un hacha de los deportes etc… encima todo se hace desde un punto de vista recubierto con un cierto cinismo del tipo: – pobrecita,
la niña de mengano no vocaliza bien…. En resumen, creo que lo del estatus es real y, hasta cierto punto, necesario, pero llevado al extremo deriva en una dicotomía peligrosa: listos y/o parias, una dicotomía que no debería ser la única forma de analizar la realidad de la selva social en la que vivimos hoy en día.
¡Un saludo!