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La consciencia explicada

Mente y cerebro · 08/07/2023

Hay tanto que decir sobre la consciencia; y a la vez tan poco…

Hace ya casi cuatro siglos, René Descartes escribió en El discurso del método:

“Pienso luego existo”

Esa frase, en principio trivial, destilaba una verdad universal: sólo hay una cosa de la que puedo estar seguro; de mis dudas, de mi pensamiento. Lo demás podría no existir, ser una ilusión creada por mi mente.

Descartes iba bien encaminado, pero hoy podemos ampliar esa afirmación a

“Experimento luego existo”

O si lo prefieres

“Soy consciente luego existo”

Si lo prefieres, escúchalo en Spotify, iVoox, Apple o Google

La experiencia abarca el pensamiento y la duda, pero va más allá. El momento de éxtasis observando un amanecer carece de reflexión pero es una experiencia. Esa experiencia es “algo” que no puedo negar, en realidad es lo único de lo que tengo certeza. Todo lo demás podría ser una mera ilusión, una simulación sofisticada. El resto de personas bien podrían ser avatares injertados en mi mente por extraterrestres ociosos; quién sabe.

Entonces, todo lo que tengo es mi experiencia. Y la experiencia soy yo, la consciencia, el “yo” que experimenta el azul, el dolor agudo y el ladrido de un perro en la lejanía. Curiosamente, esto que somos en realidad, lo que nos conecta con el mundo, todavía es todo un misterio. Como tal, filósofos, místicos y científicos se han devanado los sesos para conseguir unas pequeñas migajas de conocimiento.

Veamos qué sabemos sobre la consciencia.

Empecemos por lo más básico, lo que cada uno de nosotros puede aprender sin necesidad de abrir un libro. ¿Qué ves a tu alrededor? ¿Qué oyes? Observa y escucha durante unos segundos. ¿A qué huele? ¿Qué sensaciones corporales tienes? ¿Notas la presión en la planta de los pies? ¿Tensión en el cuello? ¿En qué piensas? Cierra los ojos por un momento e imagina que estás en lo alto de un cerro. Es noche cerrada sin luna. Las estrellas titilan en lo alto. Sopla una brisa fresca y agradable. Abre los ojos.

Bien, todo lo que has experimentado durante este ratito es tu consciencia. Simplificando mucho, aquello a lo que has prestado atención ha pasado por tu consciencia. Mientras tanto, en tu cuerpo (incluido tu cerebro) ocurrían “cosas biológicas”: la respiración iba y venía, el corazón palpitaba, tus oídos captaban sonidos de fondo de los que no eras consciente. Todo eso a lo que no prestabas atención no dejaba huella en tu consciencia. En lo que a ti respecta, no existía.

Dos problemas sobre la consciencia: el fácil y el difícil

Cuando te he pedido que observaras a tu alrededor habrás visto objetos: una silla, una pared blanca, una botella de plástico con un poco de agua. Trillones y trillones de átomos entrelazados emitiendo fotones que tus ojos han recogido y transformado en señales electroquímicas que han viajado hasta tu cerebro. Estos procesos físicos y fisiológicos son bien conocidos por los físicos y los neurocientíficos. Saben cómo un átomo puede emitir un fotón, cómo este viaja por el espacio hasta nuestra córnea, cómo la retina transforma la energía del fotón en impulsos eléctricos que viajan por el nervio óptico hasta la corteza visual, etc, etc.

Que tengamos este conocimiento es impresionante, pero para muchos estudiosos de la consciencia, es incompleto. ¿Por qué? Porque aún conociendo todos los detalles físicos y biológicos de cómo un conjunto de átomos al que llamamos botella ha dejado huella en mi cerebro, sigo sin saber cómo eso causa la experiencia de ver la botella. La experiencia de ver el azul no es equivalente a saber qué conjunto de neuronas se ha activado justo antes de “ver” el azul. La experiencia es algo fundamentalmente distinta a los procesos fisiológicos que la producen.

Para empezar, es diferente porque no hay forma de medir objetivamente el azul. Puedes medir la longitud de onda de un haz de luz pero no la sensación de ver el azul. De hecho, intuyes que los demás ven el azul como tú porque se parecen a ti, pero no puedes estar seguro. Igual que no puedes saber qué experimenta un murciélago que mira la misma botella que tú estás mirando.

La experiencia es única de cada uno e inaccesible para los demás. Es lo único verdaderamente privado que existe. Es más, si quisieras hacerla pública, ¡no podrías! A la experiencia de ver el azul, sentir el peso del pie o de imaginar un unicornio volador, se le llama qualia. Y al problema de cómo explicar las qualia y por qué existen se le llama “problema difícil de la consciencia”.

Quizás nunca te lo hayas planteado, pero ¿por qué deberían existir las qualia? ¿No podríamos ser simplemente máquinas orgánicas programadas con algoritmos de supervivencia y reproducción? Esto, por cierto, era lo que pensaba Descartes que eran los animales no humanos. Claro, que en el caso de ser máquinas orgánicas sin consciencia, no seríamos y por lo tanto no existiríamos. Esto siempre y cuando compres la tesis de que eres tu consciencia y no tus músculos, neuronas, órganos internos, ojos y orejas.

La verdad es que nadie tiene ni idea de por qué experimentamos en vez de no hacerlo. Hay quien propone que es una ventaja evolutiva, que facilita la interacción social, la planificación y el aprendizaje. Pero la verdad es que no lo sabemos. La consciencia simplemente podría ser un subproducto del cerebro sin ninguna utilidad práctica. Por ejemplo, esto es lo que dijo el biólogo Thomas Huxley:

“La consciencia no parece estar relacionada con el mecanismo del cuerpo más que como un producto secundario de su funcionamiento, y no parece que tenga más poder de modificar su funcionamiento que el que tiene el pitido del vapor de influenciar la maquinaria de una locomotora. De qué modo algo tan destacable como un estado de conciencia resulta de la irritación del tejido nervioso, es algo tan inexplicable como lo era la aparición del genio cuando Aladino frotaba la lámpara.”

El problema difícil es una cara de la cuestión; la otra cara, como puedes imaginar, es el problema fácil. Éste es al que se enfrentan los neurocientíficos que buscan relaciones entre las experiencias de la consciencia y la activación de ciertas partes del cerebro. En ese problema (que de fácil tiene poco) se ha avanzado mucho durante las últimas décadas. Incluso se han identificado engramas, pequeñas redes neuronales que se activan al mismo tiempo que experimentamos recuerdos concretos. También hemos sido capaces de manipular los estados de consciencia manipulando áreas del cerebro.

Pero seamos claros, donde estamos bastante perdidos es en el problema difícil. El que Thomas Nagel puso encima de la mesa cuando escribió su famoso ensayo: ¿Qué se siente ser un murciélago?. Algunos filósofos de renombre, como Daniel Denett, han decidido ignorar o negar el problema difícil. Según este filósofo de la mente, no existe tal problema y es una pérdida de tiempo abordarlo. Por cierto, el título de este capítulo es un guiño a su libro La consciencia explicada en el que, según muchos de sus colegas, hace de todo menos explicar la consciencia.

Entonces, podemos afirmar que la consciencia emerge del cerebro (problema fácil). Pero al abordar el problema difícil, nos enfrentamos a una cuestión de naturaleza completamente distinta. ¿Cómo logramos comprender esas qualias que experimentamos constantemente pero que se resisten a cualquier medición o estudio sistemático? Si la consciencia es privada y sólo el experimentador tiene acceso a ella, ¿cómo podemos estudiarla, comprenderla, entender sus orígenes, su utilidad, su esencia? Giulio Tononi viene en nuestra ayuda.

La Teoría de la Información Integrada

Giulio Tononi es un neurocientífico italiano que en 2004 le dio la vuelta al estudio de la consciencia. Lo hizo enfocando el tema al revés de como se venía haciendo. En vez de centrarse en conocer los procesos fisiológicos que generan la consciencia, dijo: analicemos primero la consciencia misma y cuando la comprendamos mejor, veamos qué sistemas físicos podrían cumplir los requisitos para generar consciencia. Su trabajo y el de otros colegas dio origen a una de las teorías más prometedoras del campo: La Teoría de la Información Integrada (IIT).

Observando la consciencia, Tononi propuso cinco axiomas fundamentales:

Tiene una existencia intrínseca: La consciencia existe: cada experiencia es real, de hecho, que tu experiencia existe es el único hecho del que puedo estar seguro. Además, es independiente de los observadores externos. Aún estando sólo en el universo, seguirás experimentando porque no necesitas de otros para hacerlo.

Está estructurada. Esto significa que cada experiencia que tienes se compone de muchas “partes” o detalles diferentes, y todos estos detalles se combinan para formar la experiencia completa, al igual que las piezas de un lego se unen para formar un castillo. Por ejemplo, la experiencia de comer un helado se conforma del sabor dulce, del frío en el paladar, del crujir del barquillo, etc.

Es específica: Cada momento de conciencia es único e irrepetible y se distingue de todos los demás por los detalles particulares que percibes en ese momento. No hay dos experiencias iguales. Incluso aunque pudieras rebobinar la cinta de la vida, tu experiencia sería distinta, porque tu atención cambiaría ligeramente. Fíjate que dos conciencias en el mismo lugar y al mismo tiempo experimentan qualias diferentes. Una podría estar escuchando el ruido de un avión sobre sus cabezas, mientras la otra no lo oiría en absoluto porque está absorta en sus preocupaciones.

Está unificada: Experimentas cada momento como un todo, no como pedacitos de fenómenos. La experiencia no se puede reducir a sus partes. Aunque pueda descomponerse en trozos como los sonidos que escuchas, las cosas que ves y las sensaciones que tienes, todas ellas se combinan para formar una sola experiencia unificada. Imagina que estás leyendo un libro. Tu experiencia no consiste en un millón de pequeños estímulos aislados: la negrura de las letras, el contorno de las hojas, el olor a libro recién comprado, etc. Tu consciencia experimenta todos esos estímulos a los que presta atención como un todo.

Es excluyente: No puedes experimentar una cosa en este momento y al mismo tiempo otra distinta. Si estás viendo una estantería con un libro azul, no puedes estar viendo una estantería con un libro rojo al mismo tiempo. En otras palabras, mientras experimentas una cosa, no puedes experimentar otra. Parece obvio, ¿no?

Para el neurocientífico italiano, la consciencia es una propiedad más de los sistemas físicos que depende de la cantidad de información que contienen y de cómo se integra dicha información. La Teoría de la Información Integrada no explica el propósito de la consciencia, lo que intenta explicar es qué sistemas físicos (cerebros, ordenadores, ecosistemas, etc.) pueden tener algún nivel de consciencia.

Lo que dice Giulio Tononi es que, una vez conocidos los axiomas fundamentales de la consciencia, podemos ir al mundo físico y buscar un sistema que cumpla los cinco axiomas que he mencionado anteriormente. El italiano propone una idea revolucionaria: todo sistema físico que cumpla estas condiciones tendrá algún nivel de consciencia. No hace falta que sea un animal, ni siquiera un ser vivo. Podría ser una ciudad, una galaxia o una bacteria.

Dos de los axiomas protagonistas en esta teoría son que la consciencia es estructurada, osea, que está formada por diferentes piezas de información y, a su vez, estas partes están integradas irreductiblemente. Es decir, que dependen unas de otras para generar la experiencia completa. Por lo tanto, la teoría predice que todo sistema físico con información integrada alcanzará algún nivel de consciencia.

Esto nos abre muchas preguntas. Si un sistema con información integrada puede tener consciencia, ¿los ordenadores tienen consciencia?, ¿una ciudad tiene consciencia?, ¿una célula tiene consciencia? Según Tononi todo apunta a que no. Al contrario que un cerebro humano, en el que millones de neuronas se activan al unísono integrando una gran cantidad de información para generar una experiencia, esto no ocurre con un ordenador, una célula o una ciudad. Ya que pueden contener mucha información pero está muy poco integrada en comparación con el cerebro.

He dicho “el cerebro humano”, pero debes saber que no todas las partes del cerebro están igualmente involucradas en la generación de la consciencia (artículo). El cerebelo, con unas 80.000 millones de neuronas, puede ser extraído de tu cabeza y tu consciencia seguirá intacta. Sin embargo, si te quitan la corteza cerebral, con menos neuronas, tu mente se apagará para siempre (estudio). Según Tononi, esto tiene que ver con el nivel de integración de la información, mucho mayor en la corteza que en el cerebelo.

Tononi ve la consciencia como un gradiente que va desde la ausencia total hasta la consciencia humana (o más allá). Para estimar la cantidad de conciencia (información integrada) ha creado una medida en bits a la que ha llamado Phi. 

Un ser humano despierto, por ejemplo, tendría un valor de phi muy alto. Esto se debe a que nuestro cerebro tiene una gran cantidad de información altamente integrada, lo que significa que cada parte del cerebro contribuye a la experiencia consciente global.

Un ser humano soñando todavía tiene actividad cerebral, pero esa actividad está menos integrada que cuando está despierto. Por lo tanto, durante estos estados de sueño, el valor de phi sería más bajo que cuando el individuo está despierto.

Un gusano C. elegans, con un sistema nervioso de 302 neuronas tiene un sistema extremadamente simple en comparación con el cerebro humano, pero alberga cierta cantidad de información y esa información está algo integrada. Por lo tanto, según la IIT, un C. elegans tendría un valor de phi mayor que cero, pero mucho más bajo que un ser humano.

Por último, un ordenador personal, aunque puede procesar grandes cantidades de información, ésta no está integrada como en un cerebro ya que cada parte de la computadora puede funcionar de manera independiente de las demás. Por lo tanto, una computadora actual tiene un valor de phi muy bajo o incluso cero. Ello no descarta que en un futuro puedan crearse ordenadores o robots con sistemas de información altamente integrados de los que emerja consciencia. 

Diagrama esquemático de cómo descomponer sistemas en complejos superpuestos según la Teoría de la Información Integrada de Tononi.

¿No te parece fascinante que una teoría se atreva con algo tan loco como calcular el nivel de consciencia de un sistema físico de cualquier tipo…? Pero no hay que olvidar que es una teoría que, si bien ha despertado mucha expectación también tiene muchos críticos, no es la teoría definitiva. Requiere todavía de más evidencia empírica y de mucho desarrollo. Además, quizás te has dado cuenta de que aún en el caso de que fuese válida, no soluciona el problema difícil, ya que no explica qué es la consciencia ni por qué tengo una sensación de dolor o de color azul y en qué consisten dichas sensaciones. Lo que hace la IIT, es intentar predecir qué objetos de la realidad física van a desarrollar consciencia y en qué grado.


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Una propiedad fundamental del universo

David Chalmers, el famoso filósofo que planteó el problema difícil cree que la consciencia es un elemento fundamental del universo; como lo son la masa, el espacio, el tiempo y la carga eléctrica. Si no podemos explicar la consciencia en términos de masa, espacio, tiempo o carga eléctrica, hemos de ampliar los ladrillos de los que está formado el universo. Y si aceptamos que la consciencia es un elemento más de la naturaleza, nada obliga a que tenga que ser exclusiva de los cerebros humanos o de otros animales “superiores”.

Y aquí es donde entra en juego una antigua filosofía de la mente llamada panpsiquismo. El panpsiquismo propone que la mente (que aquí equivale a consciencia) es una característica fundamental del mundo que existe en todo el universo (ver libro). Chalmers llega a especular que hasta un fotón podría tener un grado mínimo de consciencia. No de inteligencia, cuidado, ni de sintiencia, sino algún grado básico de subjetividad. Como hemos visto, Tononi también coquetea con el panpsiquismo, pero no cree que un fotón tenga ni la información integración suficiente como para tener consciencia.

Para terminar, quiero resaltar que es más lo que no sabemos sobre la consciencia que lo que sabemos. La IIT es prometedora, pero todavía le falta mucho para ser una teoría sólida y en unos años podría falsarse. El panpsiquismo ha renacido, pero la idea de que un fotón, o incluso, un ordenador, pueda llegar a tener consciencia, no deja de ser especulación filosófica; con fundamento, pero especulación.

Las implicaciones del estudio de la consciencia

El estudio de la consciencia siempre me ha interesado por pura curiosidad, pero también por las implicaciones éticas que trae de la mano. Diferenciar si hay alguien ahí o es un cascarón vacío es el primer paso para un comportamiento ético. Sólo podemos hacer daño a aquello que tiene consciencia y/o sintiencia. Como humanos es muy tentador creer que sólo nosotros hemos sido dotados de consciencia, pero cuanto más sabemos, más lejos nos encontramos de esa postura y más nos acercamos a la posibilidad de que todo ahí fuera tenga algún grado de consciencia.

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Archivado en: Mente y cerebro Etiquetado con: cerebro, consciencia, ética, IIT, mente, panpsiquismo, sistemas complejos

Val Muñoz de Bustillo

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Comentarios

  1. Freddy dice

    15/05/2025 en 05:22

    Dice que la conciencia es el cúmulo de factores físicos, los cuales te dejan experiencias, experimentar. Pero me pregunto que hay de las personas sordas, ciegas, que no pueden hablar, muchas de ellas tienen dos discapacidades. Ellos no tienen conciencia?

    Responder

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