Importante
Esta es la primera parte de un resumen del libro El universo en tu mano de Christophe Galfard muy especial que he hecho para los suscriptores de la Biblioteca Polymata. Si te gusta, dentro te espera el resumen de las otras seis partes, una ficha descargable con las ideas y preguntas clave del libro, una reseña y un lugar donde poder hablar sobre éste y otros 49 libros necesarios para comprender el mundo.
Galfard comienza fuerte. A ti, lector, te envía al espacio; pero no ahora, sino dentro de 5000 millones de años. Te hace presenciar la muerte del Sol en una explosión que incinera la Tierra como si fuera una simple colilla. Es una visión trascendental porque te enfrenta a una realidad inevitable. La cuenta atrás de la Tierra y todo lo que haya en ella no se detiene, y aunque el futuro se vea lejano es una certeza. Galfard hace una declaración de principios nada más empezar.
“De todos los futuros posibles que existen, (…) solo una vía permitirá a la humanidad sobrevivir a la inevitable muerte del Sol y a casi cualquier otra catástrofe. Esa vía es la del conocimiento, la de la ciencia. Un viaje que solo está al alcance del ser humano. Un viaje en el que estás a punto de embarcarte.”
En este viaje descubriremos de qué está hecho el universo, qué hay más allá de la Tierra, hasta qué distancia puede uno mirar, cuál ha sido la historia del universo. Empecemos por lo más cercano, nuestro satélite natural.
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La luna
Hace 4000 millones de años nuestro joven planeta sufrió el impacto de otro planeta del tamaño de Marte que arrancó un trozo considerable de su masa y la lanzó al espacio. A lo largo de los milenios siguientes, los escombros de aquella colisión fueron compactándose en una única esfera que orbitaba en torno a nuestro mundo. El resultado de ese proceso fue la Luna; la primera parada de tu odisea.
La luna nos trajo las mareas y un “sol” pálido que ilumina la noche. Sin nuestro astro hermano, la vida como la conocemos no existiría en la Tierra. También nos protege bastante bien de asteroides y cometas que se acercan a nuestro planeta.
Te encuentras en el interior de un gran cráter mirando al cielo. Ves las estrellas y el resto de planetas con total nitidez porque la Luna no tiene atmósfera. Los cráteres como en el que descansas y que salpican la superficie de la Luna son un buen recordatorio de ello. Cientos de miles de peñascos del tamaño de montañas han estado azotándola desde su nacimiento.
El Sol
A 150 millones de kilómetros de distancia resplandece nuestro poderoso Sol. Si el ser humano fuera capaz de captar toda la energía que irradia nuestra estrella en un segundo, sería suficiente para sostener las necesidades de todo el planeta durante los próximos 500 millones de años.
El Sol es mucho más pequeño que cuando lo viste en aquella visión de su muerte, pero al lado de la Tierra es un titán.
El hidrógeno y el helio forman el 98% del universo. Antes eran casi la totalidad de lo que existía, pero las estrellas crearon elementos más pesados como el oxígeno o la plata
Al acercarte al Sol ves enormes llamaradas de plasma (que no fuego) surgir de su superficie. El calor es abrasador, y la estrella ocupa la mitad de tu visión. Te adentras en su interior gracias a tu inmunidad al calor. Ventajas de viajar con el pensamiento. El núcleo es un amasijo de átomos de hidrógeno que han sido despojados de sus electrones (cationes) debido a la enorme energía circundante. Una intensa gravedad provoca que éstos núcleos se fusionen formando núcleos más pesados. Según van saliendo hacia la superficie de la estrella, atrapan electrones y se transforman en átomos más grandes como el nitrógeno o el carbono.
Esas reacciones de fusión nuclear son las que diferencian a las estrellas de los planetas. La Tierra, Marte o Urano no tienen el tamaño necesario para provocar una presión suficiente en su núcleo para que se produzcan reacciones de fusión.
En el proceso de fusión, la masa resultante del nuevo átomo es menor que la del hidrógeno y el helio por separado. El resto no desaparece, sino que se convierte en energía, mucha energía. Para calcular cuánta, sólo necesitas una fórmula.
E = mc2
La energía despedida por la fusión es la culpable de que las estrellas brillen y de compensar la fuerza gravitatoria de las estrellas evitando el colapso del astro. Cuando ya no quedan suficientes núcleos de hidrógeno y helio en su interior, la gravedad gana la partida y las estrellas mueren. Al morir expulsan los átomos pesados de su interior creando nubes de polvo de estrellas. Quizás en un futuro, ese polvo sea la simiente de nuevas estrellas y planetas.
El autor narra así el fin de nuestra estrella:
“el Sol se encogerá y ganará densidad hasta que se desate una nueva reacción de fusión nuclear, pero en esta ocasión alejada del núcleo, más cerca de la superficie. Esta renacida reacción no equilibrará la gravedad, sino que la superará, y la superficie del Sol se verá impelida hacia el exterior, con lo que el astro crecerá”
Es sobrecogedor darte cuenta de que todos los átomos que componen tu cuerpo, el aire que respiras y la manzana que te estás comiendo fueron creados en el interior de las estrellas hace miles de millones de años.
Nuestra familia cósmica
Cansado de tanto calor te alejas del Sol y diriges tu mirada a nuestros planetas hermanos. Sobrevuelas los cuatro más cercanos, todos ellos de naturaleza rocosa (incluida nuestra Tierra). Un poco más allá atraviesas el cinturón de asteroides, un rastro de un pasado violento. Los cuatro más alejados del Sol son nubes gaseosas gigantescas con un pequeño núcleo de roca. Todos ellos desaparecerán con la muerte del Sol dentro de 5000 millones de años, así que si queremos ponernos a salvo a nuestros tataranietos, tenemos que dirigir nuestra mirada más lejos en el firmamento.
Superado el hipnótico Neptuno, ves más objetos desperdigados, esta vez son sucios bloques de nieve y hielo que forman el cinturón de Kuiper. De ahí proceden los famosos cometas que de vez en cuando hacen las delicias de los astrónomos aficionados. Hace frío, mucho frío. Te das la vuelta y el Sol ya sólo es una pequeña mota brillante. Ah! y por aquí anda mi amado y olvidado Plutón 🙂
A pesar de la lejanía del Sol, todavía te encuentras en sus dominios gravitatorios. Hasta ahora planetas, asteroides y polvo estaban en un mismo plano orbital, pero lo que ves a continuación es sublime. Una colosal esfera de miles de millones de cometas potenciales que abarca todo el espacio visible. Su nombre hace honor a su grandiosidad: la nube de Oort.
La nube de Oort delimita la “pequeña” parcela del universo que los humanos llamamos Sistema Solar.
Más allá del Sol
Cruzas sin demora la nube de Oort, algo apenado por abandonar tu hogar, pero excitado por conocer la estrella más cercana, a sólo 4,2 años luz de la Tierra: Próxima Centauri.
Ya no estás en los dominios del Rey Sol, lo sabes porque los cometas que distingues siguen otra órbita, la de nuestra estrella vecina. Esta común enana roja no tiene planetas, así que de poco nos servirá en un futuro. Al ser más pequeña que el Sol, su presión interior y el ritmo al que se fusiona el hidrógeno es mucho más pausado, hasta el punto que se piensa que vivirá 300 veces más que la vida actual del universo. ¡OMG! Esta característica de las enanas rojas las hacen muy interesantes para nosotros, ya que un planeta habitable orbitando una enana roja podría ser nuestra casa para el resto de la eternidad.
Un monstruo cósmico
Desde Próxima Centauri ves la Vía Láctea, nuestra galaxia formada por 300.000 millones de estrellas. Te ves atraído por su centro, intuyes que ahí debe pasar algo interesante.
Dejemos que el autor nos acompañe un poco durante el viaje:
“Vuelas junto a decenas de millones de estrellas a la velocidad del pensamiento. Algunas son mucho más grandes que el Sol y están condenadas a una vida todavía más corta que la de nuestra estrella, mientras que otras son minúsculas y están en condiciones de seguir brillando durante un tiempo que escapa a la imaginación. También vuelas a través de guarderías estelares, nubes de polvo hechas de los restos de cientos de estrellas que han estallado, y de cementerios estelares, que esperan el momento de fusionarse y convertirse en guarderías estelares”
Has llegado al centro de la galaxia y lo que ves te sobrecoge. Un anillo luminoso de dimensiones pantagruélicas rodeado de polvo, rocas y estrellas girando extremadamente rápido a su alrededor destinadas a ser engullidas. En el centro, la más absoluta negrura. Qué mejor nombre que “agujero negro” para esta criatura mitológica que tiene la masa de 4 millones de soles y que es opaca como una noche sin luna. La causa de su negrura es su increíble masa que provoca tal fuerza gravitatoria que no deja escapar la luz.
Gracias a que no eres corpóreo esta vez te libras de ser pasto de la bestia.
La Vía Láctea
La Vía Láctea es una de miles de millones de galaxias. Nuestro planeta reside en uno de sus brazos, relativamente alejado del agujero negro que acabamos de visitar. Cuando miramos al cielo en una noche estrellada podemos distinguir una franja más saturada de estrellas. Solemos decir que es la Vía Láctea, pero en realidad es sólo un brazo de la galaxia. En realidad, todas las estrellas que vemos a simple vista desde la Tierra pertenecen a la Vía Láctea.
Tu siguiente destino es la galaxia más cercana: Andrómeda. Es bastante más grande que la Vía Láctea, y a diferencia de ésta, con un telescopio podemos verla al completo desde la Tierra.
Pero tú tienes la suerte de no necesitar un telescopio. Desde el lugar privilegiado en que te encuentras, Andrómeda se asemeja a un enorme buque luminoso. Miras arriba, abajo y a los lados y estás rodeado de miles de millones de otras galaxias, muchas de ellas agrupadas por cientos o miles. El universo es tan grande que tu imaginación es incapaz de abarcarlo.
¿Abrumado? Hace unos pocos cientos de años no sabíamos nada de lo que te he contado. Giordano Bruno fue quemado por la Inquisición por atreverse a sugerir que existían otros mundos como el nuestro ahí fuera y que no éramos el centro del universo. Gracias a valientes como él, Copérnico, Galileo y otros tantos que se jugaron la vida, hoy sabemos infinitamente más que entonces. ¿Estamos solos en toda esta inmensidad o tenía razón Giordano Bruno al afirmar que había otras tierras habitadas?
Desde 1995 hemos dado un paso de gigante para la búsqueda de la vida más allá de la Tierra. En 27 años hemos descubierto más de 5000 exoplanetas, de los cuales 16 podrían ser habitables. Mi opinión personal es que hay más vida ahí fuera. Apenas hemos empezado a rascar nuestro conocimiento del universo y ya hemos detectado bastantes planetas con posibilidades. Imagina lo que puede haber más allá de Andrómeda…
El primer muro del fin del universo
¿Cuál es el tamaño del universo visible? ¿qué hay detrás?
En tu viaje hacia los confines del universo, te alejas de tu hogar, saliendo del pequeño grupo de galaxias del que forman parte Andrómeda y la Vía Láctea. Más allá descubres otros superclústeres formados por decenas de miles de galaxias unidas por la gravedad.
Pones la directa, estás impaciente por conocer el tamaño del universo.
A tu alrededor, ves galaxias que colisionan, supernovas que estallan, agujeros negros masivos. Te das cuenta de que en el cosmos todo gira alrededor de todo, y tienes la fortuna de presenciar un espectáculo de proporciones épicas y bellezas inhumanas.
Viajas intentando llegar al finisterre del universo. Estás a 13.000 millones de años luz de tu casa y todo se empieza a oscurecer. Hay menos galaxias, menos estrellas y éstas son mucho mayores que las que pudiste ver en Andrómeda. A 13.500 millones de años luz de la Tierra, casi todas las fuentes de luz han desaparecido.
Vuelves a hacerte la pregunta que te trajo hasta aquí: ¿tiene límites el universo? La respuesta es que para nuestros telescopios sí. Los telescopios captan la luz y ésta es muy rápida pero tarda mucho tiempo en viajar por las inabarcables distancias del universo.
Lo que ves a tu alrededor ocurrió hace 13.500 millones de años, en la llamada Edad Oscura, y en estos momentos esa luz está llegando a los telescopios más avanzados de los que disponemos. En ese lejano pasado se estaban formando las primeras estrellas, nuestro universo era sólo un bebé. Lo que hay más allá nunca lo podremos ver, al menos no con la luz.
Dejaré que Galfard cierre esta parte:
“Sigues avanzando, convencido de que la oscuridad se extenderá para siempre, hasta que, de repente, llegas a un lugar por el que la luz ya no puede viajar. Es la superficie de lo que parece ser un muro en el espacio y el tiempo. Más allá de él, el universo no es oscuro. Es opaco. Te detienes justo delante de esa pared y tiendes una mano virtual con mucho cuidado para comprobar qué hay detrás. Un escalofrío recorre tu inexistente carne al tocar lo que parece ser una cantidad de energía tremenda. La energía es tan densa que entiendes de inmediato por qué la luz no puede viajar tras el muro: sería algo parecido a encender una linterna en el interior de una pared. La luz existe tras la superficie que tienes delante de ti, pero no goza de ninguna libertad de movimiento. El lugar al que acabas de llegar no es un producto de tu imaginación. Es el más lejano que pueden ver nuestros telescopios; el punto del espacio y la luz situado donde y cuando nuestro universo se volvió transparente. Ninguna luz más lejana ni de antes de ese momento llegará jamás a la Tierra en línea recta. Nuestros telescopios no captarán nunca luz emitida antes de ese punto.“
“Para que te vayas preparando, te diré que la superficie que viste, la superficie última de dispersión, no es el fin de la historia. Existen, por lo menos, otras dos superficies más allá de esta, con nuevos muros tras ellas. La primera se llama Big Bang. La segunda oculta lo que causó el Big Bang.”
Si tienes curiosidad, descuida, más adelante nos adentraremos en ese extraño mundo fuera del universo visible.
***
Esto ha sido todo por hoy, si quieres leer el resumen completo, suscríbete a la Biblioteca. ¡Nos vemos dentro! 😉
Pakorrural dice
Gracias por esta viaje tan alucinante. En dos palabras: ¡¡im-presionante!!
Val Muñoz de Bustillo dice
Gracias a ti por comentar 🙂
Val Muñoz de Bustillo dice
fdsf
Maria dice
No sabía que lo habíais tratado aquí, el otro día en la librería de un conocido centro comercial pregunté por, Antifragil, La atabla rasa, pero no tenían ninguno de los 2, no se por qué pero vi el universo en tu mano y lo compre. Solo lo he empezado pero me parece que te conmociona y mantiene atenta en cada página. Me alegra saber que en su día lo analizasteis en Polymatas.
Val Muñoz de Bustillo dice
Qué bueno que te has encontrado con esta maravilla de libro, María 🙂
Un saludo!