Tener conocimientos en una materia (cambio climático, política española o teoría de la evolución) es un requisito necesario pero no suficiente para pensar correctamente sobre ella. También hacen falta un conjunto de actitudes, habilidades y métodos para ser buenos pensadores. Sin ellos, serás un simple baúl de información, un recopilador de datos y conceptos.
Todos conocemos a personas así; siempre ganan al trivial pero cuando tienen que discernir lo verdadero de lo falso, identificar las motivaciones profundas de un discurso o argumentar una postura política, todo lo que sale de su boca es un sinsentido, ideas sueltas sin base, sin coherencia. Saben cosas pero no saben por qué las saben ni si deberían saberlas ni qué implicaciones tiene. Son incapaces de argumentarlas ni justificarlas.
Se dice que hay poca gente que lea libros, pero hay todavía algo más escaso: gente que piense (sobre todo gente que piense bien).
Estaba valorando crear un curso de pensamiento crítico y me he sorprendido ante las muchas razones por las que no somos buenos pensadores críticos. En el artículo de hoy vamos a repasar algunas de ellas. No pretendo ser exhaustivo ni profundizar en cada una, sólo quiero que seas consciente de las muchas carencias que te impiden pensar bien.
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1.Vas en automático
Si los extraterrestres te observaran desde el espacio, podrían anticipar gran parte de lo que vas a hacer a continuación. Un día tras otro haces y piensas lo mismo. Has automatizado tus pensamientos para ahorrar energía y evitar enfrentarte a lo desagradable que puede ser el pensamiento reflexivo. Sin reflexión la crítica es pura queja, no hay pensamiento crítico. Es importante observar esta diferencia entre crítica y pensamiento crítico.
2.Te precipitas
Optimizar tu depósito de energía te empuja a precipitarte una y otra vez en tus juicios y decisiones. Utilizas la intuición (lo que el psicólogo Daniel Kahneman llama el Sistema 1) para sacar conclusiones que requieren una reflexión pausada, es decir, a tu Sistema 2. Una de las claves de la sabiduría es darte cuenta de cuándo hay que consumir gasolina y poner en marcha tu pensamiento crítico. El científico político Philip Tetlock, en sus estudios con super-pronosticadores (personas que son mucho mejores que el resto realizando pronósticos), vio que éstos no tenían prisas para hacer sus predicciones y corregirlas una y otra vez cuando obtenían nuevos datos.
Ante una situación en la que hay varias opciones disponibles, te pones ansioso. Necesitas elegir una cuanto antes; cerrar el asunto. La ambigüedad es como un grano en el culo. Necesitas crear un relato, ahora.
3.No exploras otras perspectivas
Esa necesidad de cierre es el motivo por el que te conformas con la primera idea disponible. El primer libro que lees sobre cambio climático determina tu posicionamiento política al respecto. A partir de ahí, rechazas explorar nuevas posturas, otros enfoques y autores. Te dices que ya sabes lo necesario, pero la incómoda realidad es que leer al antagonista es demasiado cansado, demasiado molesto. Cuando lo intentas, sufres de disonancia cognitiva, el equivalente psicológico a una ducha de agua fría en febrero. Así que afrontas la complejidad con simpleza: una receta para el pensamiento único y dogmático.
4.No suspendes el juicio
Por fin decides hacer un esfuerzo y lees al polémico Michael Shellenberger, pero su optimismo sobre el cambio climático y sus posturas neoliberales son como tábanos en pleno agosto. Creéme, podrías haberte ahorrado el mal rato. Lo has leído, sí, pero no has aprendido nada; no has suspendido el juicio. Cada frase, cada párrafo era desechado por tus homúnculos cabreados. ¿Por qué les has molestado con nuevos enfoques? ¡Su relato era perfecto tal y como estaba! La incapacidad de suspender el juicio cuando te enfrentas a nuevas evidencias y argumentos te impide aprender. Es la dictadura del primero en llegar.
5.Te casas con una idea o gurú
El primer input que te llega sobre una cuestión es como tu primera novia. Decidiste casarte con ella, pero ¿y si había otra mejor? En la vida amorosa no te recomiendo que vayas picando de aquí y de allá, pero en tu vida intelectual sí. Al menos durante un tiempo, hasta que formes tus propias ideas. Cuanto más te seduzca una idea o un pensador, más crítico debes ser con él. Duda sobre todo de los maestros en el arte de la retórica: Harari, Pinker, Peterson, Greene, Marx, Iglesias…
Otra variante del mismo problema es casarte con los dogmas de tu tribu. Si estás rodeado de liberales, recela de las ideas liberales, si tus amigos son wokes, cuidado con las teorías críticas. Es una postura difícil y poco útil si lo que buscas es la aceptación incondicional de los tuyos, pero es la única vía para desarrollar un pensamiento crítico. Ten coraje.
6.Tus fuentes están sesgadas ideológicamente
Si tu tribu es de izquierdas, seguramente desayunes con Público y te acuestes con Ferreras. Si tu tribu es de derechas, comerás con Federico y cenarás con Herrera. ¿Deberías cambiar tus referentes? Yo creo que sí; busca fuentes menos ideologizadas. Son mirlos blancos, pero existen. Si eres el Aquiles del pensamiento libre, puedes seguir consumiendo su propaganda como ejercicios diarios para afilar tu pensamiento crítico.
Mientras tanto, ahí van algunas recomendaciones: Steven Pinker, Scott Alexander, Eliezer Yudkoswky y mi amigo Sergio Parra. Elijo estos, no porque sepan mucho, si no porque son pensadores críticos y profundos de los que aprendo cómo pensar mejor. Por cierto, si tienes otros referentes del percentil 99, espero que los compartas 🙂.
7.Te dejas abrumar por la retórica y la palabrería
Hablando de propaganda. ¿Sientes que a menudo te venden la moto? ¿Entras a reunión de trabajo en la que querías presentar una idea y sales habiendo comprado la contraria? ¿Te exaltas ante los discursos de Obama? ¿Te emocionas con el discurso de Steve Jobs en Stanford? Es normal, estamos programados para sucumbir ante los discursos emotivos y las personas con carisma. Por eso los gobiernos populistas todavía son habituales en pleno siglo XXI. Ponte alerta.
8.Te avergüenza hacer preguntas “obvias”
La culpa de que te coman la oreja es que te da vergüenza hacer preguntas obvias. Te haces pequeño ante toda esa jerigonza y temes hacer el ridículo. No hace falta saber mucho sobre algo para desmontar un castillo de naipes; pregunta, sólo pregunta. ¿Cómo has llegado a esas conclusiones?, ¿por qué eso es importante?, ¿tienes evidencias que validen tu propuesta?, ¿hay algún meta-análisis que apoye tus afirmaciones?, ¿puedes explicarlo de nuevo? No lo he entendido. De esta forma, si hay algo sólido detrás de las palabras, entonces aprenderás, sino, la verborrea caerá por su propio peso.
9.Te faltan conocimientos
No creo que hagan falta grandes conocimientos sobre una cuestión para darte cuenta de que te la están colando, pero tampoco te engañes, incluso un pensador crítico afilado poco puede hacer cuando desconoce por completo la materia. Sin conocimiento no puedes ponderar la relevancia de un argumento ni comprobar la validez de una inferencia.
10.Te has especializado demasiado
Cómo especialista, día tras día te enfrentas a la falta de conocimientos. Eres un gran historiador medieval, pero cuando te sacan de Tomás de Aquino y las Cruzadas te sientes perdido. Por contra, el polímata dispone de multitud de modelos mentales, conceptos, analogías, metáforas y marcos de pensamiento que ha ido adquiriendo de la macroeconomía, la biología evolutiva, la física teórica, la filosofía moral, la estadística, etc. Con la práctica, muchas de estas herramientas cognitivas se pueden aplicar a docenas de áreas del saber. Por ejemplo, la resiliencia es un concepto de física de materiales muy útil en el mundo empresarial y en la psicología clínica. La función matemática del crecimiento exponencial nos ayuda a entender cómo evoluciona un ecosistema, cómo invertir, cómo aprendemos, etc.
11.Confundes escepticismo con pensamiento crítico
Un problema que observo en el especialista que no sabe de nada más que de lo suyo es que adopta una postura escéptica en todo lo que no sabe (que es mucho). El escepticismo es necesario para el pensamiento crítico, pero no suficiente. Es decir, por poner en duda todo lo que te cuentan no te conviertes en pensador crítico. Estás muy lejos de serlo. Si ignoras los entresijos de una materia es mejor ser curioso, preguntar al que sabe, adoptar la mentalidad del aprendiz.
12.Confundes hipótesis con realidad
Otra trampa en la que caes habitualmente es confundir las hipótesis científicas con leyes o teorías sólidas. En ciencia, sobre todo en ciencias sociales, hay infinidad de hipótesis que carecen de la evidencia suficiente para depositar una fe absoluta en ellas. Lo normal es que diferentes hipótesis compitan entre sí para explicar un fenómeno. Hasta que los científicos experimentales no aporten abundantes pruebas para que una de las hipótesis destaque, es preferible tener una postura escéptica.
13.Confundes posturas filosóficas con realidad
Seguimos con las confusiones, esta quizás la más habitual. Los filósofos pre-modernos eran los científicos de su tiempo. A falta de una metodología más rigurosa y herramientas adecuadas, dedicaban la mayor parte de su tiempo a observar y reflexionar sobre el mundo que les rodeaba. A pesar de que una lectura de Platón, Tomás de Aquino o Nietzsche puede ser muy estimulante, sus ideas son eso, sólo ideas.
Salvo raras excepciones, los filósofos no ponían a prueba con rigor sus modelos de cómo funcionaba el mundo. Carecían de los métodos de la ciencia moderna que sirven para validar hipótesis y construir teorías sólidas. Por lo tanto, aunque citar a Aristóteles puede aumentar tus puntos de erudito en Twitter, la mayoría de lo que dijo el Estagirita sobre física, biología y otras materias de las que hoy se ocupa la ciencia, eran erróneas. Lo mismo pasa con Freud y la psicología o con Marx y la economía. Que no validasen sus ideas no las convierte en erróneas, pero tampoco en ciertas (a no ser que científicos modernos las hayan puesto a prueba con éxito).
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14.No te has parado a reflexionar sobre tus creencias
Si hay algo que te define como pensador acrítico (si es que eso tiene sentido), es que nunca te has tomado la molestia de reflexionar sobre tus creencias más profundas. Esas que heredaste de tus padres, tus profesores universitarios y tus ídolos de juventud y que son como rémoras a tus 55 tacos. Es posible que no sepas cuáles son esas creencias: ¿creo en el alma?, ¿creo en la igualdad de derechos o de oportunidades?, ¿creo en el libre albedrío o tenemos un destino? Quizás sí las conozcas, quizás porque tienes un amigo, de esos puñeteros, que disfruta señalándolas. Pero, ¿tienen una base racional?, ¿son tus creencias consistentes entre sí? Es un cliché, pero la sabiduría comienza por conocerse a uno mismo, y tú eres tus creencias más que cualquier otra cosa.
15.No examinas tus procesos de pensamiento
No sólo tus creencias han escapado a tu ojo crítico, es que lo mismo pasa con tus pensamientos. Nunca te has detenido a observar cómo piensas. ¿Qué proceso sigues? ¿Sigues algún proceso? ¿Cómo validas que tus pensamientos son de calidad? Ni idea, ¿no? El pensador crítico evalúa sus procesos de pensamiento como el golfista evalúa su swing (viéndolo una y otra vez a cámara lenta) para luego intentar mejorarlo. El pensamiento crítico es pensar sobre el pensar. Por eso está entre los más elevados de los conocimientos.
16.Te olvidas de las evidencias
Estás tan acostumbrado a escuchar afirmaciones lapidarias sin evidencias que ni siquiera parpadeas cuando las oyes. En tu mundo la verdad se presupone, no es algo que haya que demostrar. O al menos así es cómo actúas. En el universo del pensamiento crítico, sin embargo, una afirmación sin evidencia sólo es admisible cuando es puro sentido común. Lo demás debería estar soportado por los hechos. ¿Tienes evidencias a favor de tu tesis?, ¿sí? ¿Has comprobado si hay evidencias en contra? Los temas complejos nunca se resuelven con una sola evidencia. Normalmente hay múltiples apuntando en diversas direcciones. Menuda lata, ¡eh!.
17.Los árboles no te dejan ver el bosque
A veces las evidencias abundan, bendito problema, ¿verdad?. Pero cuidado porque pueden ser un señuelo. Los datos por sí sólos no tienen valor. Necesitan un contexto, una teoría, una historia explicativa. Y también han de ser relevantes. Es decir, deben responder a la pregunta que nos quita el sueño. A menudo nos dejamos impresionar por métricas, datos, gráficas, anécdotas y estudios que responden a preguntas secundarias y terciarias (o directamente a preguntas que no preocupan a nadie). No te distraigas; tu mirilla debe apuntar siempre al centro de la cuestión.
18.Confundes correlación con causalidad
Y hablando de datos, habrás oído cientos de veces la frase “correlación no implica causalidad”. Yo sí. Y aún así caigo una y otra vez en el error. Tú también lo haces, ¿verdad? Que dos hechos coincidan en el tiempo no implica que uno sea causante del otro. El otro podría ser el causante del uno o podría haber otro fenómeno que provoque ambos. Por ejemplo, las tormentas causan viento y rayos. Encontramos correlación entre la velocidad del viento y la cantidad de rayos, pero ninguno causa al otro. Diferenciar correlación de causalidad es todo un reto para los científicos sociales.
19.Tienes carencias en tus conocimientos probabilísticos y estadísticos
Y siguiendo con los datos. La estadística y la probabilidad es otro “debe” en tu currículum. Tengo la sensación de que una de las ramas más útiles de las matemáticas es también de las más olvidadas. Las ciencias humanas y gran parte de las ciencias naturales no tienen leyes absolutas. Las buenas teorías se limitan a predecir los sucesos futuros con cierto grado de probabilidad, nunca con certeza. Las malas teorías simplemente no predicen nada. El pensador acrítico desconoce el Teorema de Bayes y la Ley de los Grandes Números. Sin estos conocimientos básicos, te pierdes ante las explicaciones científicas más básicas y dejas de lado herramientas poderosas para tomar mejores decisiones.
20.Te faltan capacidades de análisis
El último análisis que hiciste fue en la universidad. En un ensayo periodístico no sabrías diferenciar los argumentos de las premisas ni de las conclusiones. Tampoco tienes muy claras cuáles son las evidencias y cómo evaluar si son de fiar. ¿El propósito del autor? Ni idea. Hace años que no te detienes a analizar con seriedad y tu capacidad de análisis está oxidada. Sin ella, tu crítica es intuitiva, incompleta, nada sistemática. Si tienes mentalidad analítica saldrás del paso con un 6, si no la tienes, suspenderás.
21.No toleras las críticas
Dado que tu capacidad de análisis está oxidada, tampoco diferencias una buena crítica de una mala. Actúas a la defensiva ante ambas, obviando que las buenas críticas son una de las pocas formas que tienes para seguir mejorando como pensador, como persona. Dudo que tengas un entrenador personal de pensamiento crítico, así que debes contentarte con poner a prueba tus razonamientos ante los demás y exponerte a sus críticas una y otra vez e ir puliéndolos hasta que brillen.
22.No profundizas
Te quedas siempre en la superficie de las cosas. ¡Qué bonito!, dices, ¡Me gusta!. Como eres superficial, lo superfluo te impresiona. Eres carne de cañón de sofistas, vendedores de coches y demagogos. Siempre vives en el presente: la última noticia y la última moda, no necesitas más. Un día rascaste la superficie y no te gustó lo que viste; demasiado complejo. Crees que el pensamiento de segundo orden y el pensamiento sistémico son sólo para tipos como Einstein.
Desconoces que la belleza del mundo reside en su complejidad. Podrías maravillarte el resto de tu vida indagando en la infinita cadena causal que dio lugar a la hormiga más minúscula y al pedazo de roca más insípido, pero no lo haces.
Nunca preguntas “por qué” y tampoco “para qué”. Necesitas urgentemente entender la diferencia entre causa próxima y causa última, necesitas comprender que sólo puedes conocer los sistemas mirando a través de su historia. Necesitas profundizar.
23.Eres amigo de un hombre de paja
Suples tu falta de conocimiento con tu mejor amigo en el debate: el hombre de paja. Desprecias la precisión y la honestidad intelectual por pura pereza. Entender de verdad las ideas del otro te llevaría demasiado tiempo y aprender cosas que no encajan con tu cosmovisión te provoca sarpullidos. Tus modelos mentales del mundo carecen de matices, son burdas representaciones de una realidad extrema que no existe. El capitalismo es una sala llena de hombres blancos y viejos fumando puros en sillones decimonónicos. El marxismo, masas furibundas destruyendo telares y quemando a los patronos en la hoguera.
Has oído hablar del hombre de acero y del principio de caridad, pero sonríes cuando te plantean que podrías usarlo para tener conversaciones más ilustradas.
24.No lo practicas con asiduidad
Al final del día el pensamiento crítico es una habilidad más. Como tocar el piano, jugar al fútbol o jugar al ajedrez. Se refuerza con el uso y se pierde sin él. Tú nunca lo has practicado así que sólo puedes mejorar. Espera, hay una gran diferencia con el ajedrez o el piano. El pensamiento crítico es un superpoder. Cuando lo tienes y lo combinas con un conocimiento básico del mundo que te rodea tomas mejores decisiones, no inviertes en proyectos desastrosos, evitas a los vendedores de aceite de serpiente, priorizas mejor, te conviertes en un referente en tu trabajo, la gente pide tu consejo, te enfrentas mejor ante problemas de salud, no desperdicias tu dinero en cremas inútiles y tratamientos de sacacuartos, eres más útil para los demás y sumas para construir un mundo mejor.
Cuidado, no se trata sólo de practicar por practicar. Primero has de aprender los rudimentos (técnicas, métodos, actitudes, conceptos…), luego practicar, corregir, practicar, corregir y así hasta el infinito. El pensamiento crítico no es una meta sino un camino con una dirección clara pero sin un final. Un camino exótico que se aleja de las grandes autopistas que todos cogen por inercia pero que a ti ya no te seducen.
Cómo convertirte en un pensador crítico
No te lo tomes a mal, sé que tú no eres como este hombre de paja que he creado para escribir este artículo. Poca gente es un zombie como el que he pintado, y menos los seguidores de Polymatas. En todo caso, independientemente de lo desarrollado que tengas tu pensamiento crítico, seguro que todavía tienes un largo camino por delante.
El camino del polímata tiene tres carriles que hemos de recorrer en paralelo: el conocimiento, el aprendizaje y la razón. En los artículos semanales de Polymatas te comparto algunos conocimientos clave para comprender el mundo. De vez en cuando también te doy algunos consejos, técnicas y métodos para aprender con más eficacia y pensar mejor. Pero, siendo honesto, para convertirte en un pensador crítico de altos vuelos hace falta más. Hace falta profundizar en herramientas, métodos y habilidades y ponerlas en práctica de forma sistemática con el feedback adecuado hasta convertirlas en hábitos. Eso es lo que me gustaría hacer contigo en un curso de pensamiento crítico que quiero lanzar en 2023. Para prepararlo, necesito saber cuantas personas estáis interesadas, así que si te interesa, déjame tus datos para mantenerte informado sobre mis avances.
Mauricio Luque dice
25.- Crees que tienes todas las claves para desarrollar un pensamiento crítico y no dejas ni un resquicio para pensar que tus reglas y estrategias pueden no ser las correctas y necesitar un proceso continuo de revisión/adaptación.