«La mayor lección que he aprendido es algo que ha sido corroborado por los investigadores… nuestro juicio no está tan limitado por nuestro conocimiento como por nuestra actitud.»
Julia Galef
¿Cuántas veces has conocido a alguien inteligente y culto que abrazaba ideas completamente estúpidas? Un ingeniero capaz de diseñar un puente colgante de kilómetro y medio que cree ciegamente en el control de precios en toda la economía por parte del Estado o un erudito historiador medieval que todavía está convencido de que la superpoblación acabará con todos nosotros…
No estás solo, todos conocemos a personas así y todos nos sorprendemos en estas situaciones. Lo que quizás no te hayas planteado con seriedad es que tú y yo también padecemos la misma enfermedad. Llamémosla razonamiento motivado (que es como la llaman los psicólogos cognitivos).
Estas situaciones nos descolocan porque pensamos que la razón tiene que ver con el conocimiento. Por lo tanto, cuanto más conocimiento sobre el mundo tengamos, mejor pensaremos. Pero eso no es necesariamente cierto. Veamos por qué y qué podemos hacer para ser más racionales.
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La mentalidad del soldado
Julia Galef en su libro The scout mindset nos proporciona una metáfora estupenda para entender por qué a menudo somos tan irracionales. Nuestra mente está custodiada por un soldado y su misión es defender a muerte nuestras ideas. Sus armas son la vehemencia, la seguridad, la lealtad y la obediencia. Su rey son sus ideas y su reino aquellos con los que las comparte. No busca la verdad porque cree que ya la ha encontrado.
Es fácil identificar a un soldado en una discusión porque no da argumentos y nunca tiene dudas. Todo lo que dice su rey (su ideología) va a misa y todo lo que propone el otro bando es un completo disparate. El soldado suele sentirse atacado, sobre todo cuando cuestionas sus creencias porque éstas son la argamasa que mantiene a su pueblo unido. Esas historias compartidas son la única razón por la que todavía siguen vivos y bajo ningún concepto permitirá que nadie las cuestione.
A pesar de su indudable lealtad, el soldado no sólo lucha por su reino, también lo hace para proteger su honor. Eso significa que nunca cambiará de opinión porque supondría admitir frente a los demás que estaba equivocado. También se protege de aquellos pensamientos intrusivos en los que se cuestiona la concepción que tiene de sí mismo. Si un rival le gana en un duelo con la espada se excusará esgrimiendo lo poco que ha dormido la noche anterior o dejando entrever que tiene una lesión de rodilla que le impide luchar al 100%.
Como ves, su vida entera está entregada a defender lo que tiene.
No le voy a dedicar más tiempo al soldado porque creo que se entiende. Huelga decir que todo lo anterior es un estereotipo. Nadie es soldado todo el tiempo ni llega a los extremos de nuestro hombre. Vamos ahora con el protagonista del libro de Julia; el explorador.
La mentalidad del explorador
El explorador no podría ser más distinto del soldado. Su labor se desarrolla fuera de los límites de la fortaleza. Su función principal es dibujar un mapa del territorio circundante para tener localizados los mejores campos para el pasto, las vetas de hierro más accesibles y los vecinos cercanos con los que comerciar o guerrear. El explorador es fiel a su patria, pero ejerce su patriotismo anotando con todo detalle aquello que observa, tanto si le gusta (una mina de oro), como si no (un ejército que se aproxima a su castillo). Su rey no le paga por su obediencia sino por su conocimiento.
Ya te habrás percatado de que los exploradores escasean mucho (al contrario que los soldados). Si has tenido la suerte de cruzarte con alguno en un debate te habrá sorprendido por su mirada curiosa, su actitud atenta y su disposición a escuchar y a cambiar sus ideas previas. Que no te sorprenda, le pagan por eso: el mapa debe ser preciso. El explorador gusta de hablar con campesinos, bandidos, cazadores y herreros. De sus conversaciones siempre obtiene nuevas ideas para mejorar sus mapas.
Como ves, su vida entera está entregada a revisar sus ideas previas (sus mapas), al fin y al cabo, su supervivencia depende de ello.
¿Por qué hay más soldados que exploradores?
Podría seguir con la metáfora y responder a la pregunta diciendo que hacen falta más soldados que exploradores para que un reino perdure, pero dejaré los cuentos medievales por el momento.
Siempre hemos necesitado a la tribu
Nuestro cerebro lleva evolucionando más de 500 millones de años y, desde que somos animales sociales (varias decenas de millones de años), lo más importante ha sido ser aceptados por nuestra manada. Solo en los últimos milenios hemos antepuesto puntualmente el descubrimiento de la verdad sobre la aceptación del grupo. Y eso es posible porque ahora podemos ser repudiados por los nuestros y aún así seguir con vida.
Los relatos y símbolos compartidos son los que mantienen unida una sociedad. Antiguamente eran los linajes, luego fueron las religiones y ahora las naciones. La función del relato no es ser fiel a la realidad sino cohesionar el grupo. Ya lo decía Harari en Sapiens: somos el animal más poderoso que ha existido gracias a nuestra extraordinaria capacidad para cooperar con millones de personas que nunca conoceremos. De modo que la evolución ha seleccionado comportamientos que promueven la cooperación por encima de la búsqueda de la verdad. Por eso nos resulta tan sencillo ser soldados: siempre lo hemos sido. En un contexto profundamente católico un soldado que cuestiona que Dios creó el mundo en siete días no es de fiar. Es precisamente la creencia ciega la que tranquiliza al resto del grupo. Los que no creen pasan a formar parte de «los otros».
Odiamos cambiar de opinión
Otro motivo por el que hay tantos soldados es porque odiamos cambiar de opinión. Las opiniones, sobre todo aquellas que son públicas y que tocan temas morales: política, religión, ideología, forman parte de nuestra identidad. Cambiar nuestra de ideología es, en cierto modo, dejar de ser nosotros mismos para ser otra persona. Además, cambiar de parecer significa admitir que estábamos equivocados. Y si nos equivocamos, ¿quién va a confiar en nuestro criterio? Yo creo que la gente está bastante dispuesta a confiar en aquellos que se equivocan, siempre y cuando no sean vendemotos incapaces de admitir sus errores.
Nos autoengañamos para engañar a los demás
Dentro del conjunto de opiniones que conforman nuestra cosmovisión, hay muchos pensamientos que tienen que ver con nosotros mismos, con lo que somos, con nuestro valor para los demás… Y curiosamente una de las personas a las que más engañamos es a nosotros mismos. Por lo visto, mentimos mejor cuando nos creemos nuestras propias mentiras. Y mentimos todos los días. Por ejemplo, si suspendemos el examen de física nos convencemos de que no habíamos dormido bien la noche anterior y que además no nos gusta la asignatura. El soldado vive en un mundo de fantasía que le protege de la dura realidad: que es una persona más, nadie especialmente interesante ni competente. Por esta razón, algunos piensan que el autoengaño protege nuestra autoestima. Y puede ser cierto. Sin embargo, el autoengaño también frena el aprendizaje e impide madurar. Si tengo respuestas satisfactorias para todo lo que me pasa ¿por qué habría de cambiar?
El explorador lo enfoca de otro modo.
«He suspendido el examen de física porque no he estudiado lo suficiente y la física no se me da especialmente bien; pero eso no significa que sea un inútil. De hecho, la historia me encanta y se me da genial. Creo que preparando mejor el examen de física conseguiré aprobarlo la próxima vez.»
El explorador no se deprime por no saberlo todo, lo acepta como algo natural. Es compasivo con su naturaleza imperfecta y se enfoca en el autoconocimiento en vez de autoengañarse. Sus expectativas están acordes a la realidad y no apunta más alto de lo razonable.
La irracionalidad racional
Con tanto soldado suelto puede que te sientas tentado a creer en ese mantra tan repetido en los últimos años: los humanos somos seres irracionales con chispas de razón. No tan deprisa.
Ponerse el uniforme de soldado puede ser racional en algunas circunstancias. El economista Bryan Caplan lo bautizó irracionalidad racional. Veamos en qué consiste. Hay dos tipos de razón: la epistémica y la instrumental. La epistémica se basa en desarrollar creencias que reflejen fielmente la realidad. Bajo esta definición creer en Dios sería irracional. Por su parte, la razón instrumental es la herramienta cognitiva que nos ayuda a tomar decisiones para conseguir nuestros objetivos. Bajo este prisma creer en un dios humanoide que creó a la mujer a partir de la costilla de Adán es necesario para que mis compañeros de tribu quieran seguir compartiendo sus piezas de caza conmigo. En palabras de Caplan: es una irracionalidad racional.
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¿Por qué aspirar a ser un explorador?
Entonces, ¿por qué querría yo ser un explorador? Si el soldado es un maestro de la irracionalidad racional y consigue sus objetivos, ¿qué sentido tiene recorrer el arduo camino del explorador?
El mundo ha cambiado
Antes de nada recuerda una cosa; dije que evolucionamos para ser soldados porque la mayor parte de nuestra historia evolutiva fue lo más conveniente para permanecer al calor de los nuestros. Sin embargo, muchas cosas han cambiado en estos últimos milenios. Un cajero de supermercado con un suelo mínimo y pocas ambiciones puede vivir una vida completamente independiente. No necesita a su familia. Se puede ir del pueblo donde nació y vivir en una gran ciudad donde nadie le conozca. En la práctica podría vivir sin relacionarse con nadie más que con los repartidores de Telepizza que le traen la cena a la puerta de su casa. Puede permitirse el lujo de ser un borde con sus vecinos y relacionarse lo justo con jefes y compañeros en el trabajo. Vivimos la mejor época de la historia para los llaneros solitarios.
En pocas palabras, esos terribles miedos que nos acechan cada vez que hacemos o decimos algo que se sale de lo convenido son miedos atávicos completamente desproporcionados en el mundo moderno. Si la tribu nos repudia no moriremos de hambre o de frío; en todo caso, sufriremos en soledad, pero podremos seguir viviendo y hasta tener descendencia.
Por lo tanto, la primera razón que te doy para convertirte en explorador es que no hay que hacer excesivo caso a nuestros miedos ancestrales sobre ostracismo y soledad. Estamos en 2022 y las cosas han cambiado. Además, no tienes por qué renegar de todas las tribus, quizás lo que necesitas es encontrar la adecuada. Por ejemplo, una tribu de exploradores cuya creencia principal sea que no hay creencias sagradas incuestionables.
Los pros y los contras de la irracionalidad racional
Hablemos ahora de religión. Dije antes que podía ser racional creer en Dios si eso te mantenía dentro de la tribu. Y en parte es cierto; si no eres un llanero solitario y quieres mantenerte arropado por los tuyos, ser el más fervoroso creyente te dará esa seguridad que necesitas. Pero, ¿qué hay de los inconvenientes? Vivir alejado de la realidad durante mucho tiempo tiene sus riesgos. Por ejemplo, si fueses católico practicante podrías tener un hijo no deseado o contagiarte de sífilis por no usar preservativo (tal y como requería Pablo VI en una encíclica). O, si fueses testigo de Jehová podrías perder a un hijo por no permitir que reciba una transfusión. Hay multitud de motivos por los que alejarte de la razón epistémica puede complicarte la vida a ti y a los demás. Y ya no te cuento si ostentas poder y tus decisiones tienen un gran impacto… como en el caso de Pablo VI.
De modo que cuando hablamos de racionalidad instrumental tenemos que poner en la balanza lo bueno y lo malo de estas creencias irracionales para poder tomar las mejores decisiones.
El mal hábito de ser irracional
Otro aspecto negativo de ponernos el uniforme del soldado es que vamos a adquirir malos hábitos cognitivos. Cada vez que piensas como un soldado alimentas al soldado. Quizás en esa ocasión actuar como tal te acerque a tus objetivos, pero estás reforzando malos hábitos de pensamiento. Por el contrario, cada vez que piensas como un explorador refuerzas tus hábitos de explorador.
En un mundo cada vez más complejo en el que vislumbrar la realidad es un tortuoso camino a la cruz, casi siempre estamos equivocados. Nuestras creencias básicas, nuestras ideologías, aquello que trasciende lo cotidiano son fundamentalmente erróneas e incompletas. Por eso el soldado vive en las tinieblas y sólo el que espolea al caballo y sale a explorar el bosque alcanza la sabiduría.
¿Cómo convertirte en un explorador?
Ahora vamos con lo que más nos interesa. Si eres seguidor de Polymatas no estás exento de caer en la mentalidad del soldado, pero seguro que aspiras a ser mejor explorador. Julia Galef nos trae algunas buenas ideas.
Aligera tus identidades
Mientras sigas identificándote plenamente con tus ideas es inevitable que acabes defendiéndolas a capa y espada aún cuando sean erróneas. Buscarás datos que confirmen tus creencias y descalificarás a todo el que intente cuestionarlas. Es ley de vida. Julia, que de tonta no tiene un pelo, no nos dice que dejemos de identificarnos con nuestras ideas (ya que eso es imposible). Lo que sugiere es que seamos conscientes de tal comportamiento y que deliberadamente caminemos en sentido contrario. Por ejemplo, yo tengo una clara preferencia por el pensamiento liberal progresista y soy vegano por motivos morales desde hace ocho años. Sabiendo esto, me observo atentamente cuando alguien critica cualquiera de estos temas porque mi tendencia natural es ponerme a la defensiva. Sé que en esos casos necesito un extra de paciencia y apertura mental y que debo ser caritativo con los argumentos de la otra persona. Sólo así puedo seguir actualizando mi mapa del territorio. Por cierto, si quieres verme en acción defendiendo el veganismo puedes ver el debate que tuve con Sergio Parra.
Como ves, no se trata de negar toda ideología, sino de comprender que son ideologías y el tipo de comportamientos que provocan en nosotros para mitigarlos todo lo posible.
Aprende a convivir con el error y la incertidumbre
El explorador ha visto mucho mundo y ha tenido oportunidad, una y otra vez, de darse cuenta de que estaba equivocado. Por eso el que nunca ha salido de su pueblo a menudo habla con más vehemencia que el viajero curtido; nunca ha puesto a prueba sus creencias. Después de varios choques de realidad, el viajero ha entendido que nunca lo sabrá todo y que el mapa está siempre en construcción. Celebra sus errores porque es una señal de que ha aprendido algo nuevo.
Naturalmente que eso provoca en el explorador un sentimiento de incertidumbre que el soldado no tiene; dentro de la fortaleza todo está siempre en el mismo lugar. Pero el viajero asumió hace tiempo que nunca iba a conocerlo todo, y mucho menos a tenerlo controlado. Ha aceptado la incertidumbre como parte de un universo inabarcable y sorprendente.
Esta atípica comodidad con lo incierto hace del explorador un excelente cartógrafo porque revisita una y otra vez sus ideas añadiendo y quitando matices y dejando espacios en blanco cuando no tiene información fiable.
Ponte en el otro lado
Ya hemos visto que la identificación fuerte es el gran enemigo a batir. Julia Galef nos propone un sencillo ejercicio: ponte momentáneamente en el lugar del otro. Imagina que estás investigando sobre el aborto. Tú no eres muy amigo de los argumentos pro-abortistas así que… ¡oh, sorpresa! hasta el momento todas tus fuentes apoyan tus ideas previas. Julia te anima a cambiar tu rol por un rato. Ahora te pondrás las gafas de un pro-abortista. No se trata sólo de decir «soy pro-abortista», debes ser como el actor que se prepara concienzudamente para su papel. Investiga a fondo las ideas de los pro-abortistas hasta que puedas defenderlas como si fueses uno más. Hazlo con honestidad, no te quedes en los estereotipos. Ahora vuelve a revisar las fuentes de tu investigación. ¿Son fiables? ¿Están sesgadas? ¿Hay un equilibrio entre posiciones a favor y en contra?
La comunidad racionalista Lesswrong promueve activamente el uso del steel man (hombre de acero), un recurso dialéctico opuesto al más conocido (y usado) hombre de paja. Si en el hombre de paja uno hace una caricatura de las ideas del contrario para destruirlas fácilmente, cuando alguien construye un hombre de acero hace justo lo contrario: perfilar la mejor cara de las ideas del oponente para luego intentar refutarlas. Cuando te pones genuinamente en el otro lado es inevitable acabar construyendo un hombre de acero. No te sorprendas si decides abandonar tu tesis inicial para abrazar la contraria o si te quedas en un razonable «no lo tengo claro, tendré que seguir investigando».
Hay muchas más cosas que puedes hacer para convertirte en explorador pero sólo con que pongas en práctica una de las tres propuestas que te he hecho hoy, darás un paso de gigante. Una vez vayas adquiriendo la mentalidad adecuada lo demás vendrá solo. Es como cuando te apuntas al gimnasio y terminas comiendo más verdura y acostándote pronto cada día.
Conclusiones
Todos llevamos dentro a un explorador; alguien curioso y ávido de aprender. Tristemente en muchas personas el explorador queda relegado por la tiranía del soldado. Pero necesitamos al explorador para recorrer el camino del polímata y para tener una mejor vida y un mayor impacto positivo en la sociedad. Necesitamos más exploradores que sean capaces de debatir los asuntos difíciles buscando la verdad antes que la derrota del otro.
Yo te he dado la información, ahora te toca a ti pasar a la acción; aprovecha la próxima conversación para poner en práctica tus nuevas habilidades. No va a ser fácil pero, con perseverancia, tus acciones se convertirán en hábitos y pasarán a formar parte de tu identidad para el resto de tu vida.
Ana P. dice
Llevo tiempo intentando convertirme en un buen explorador, luchando contra un montón de sesgos que nos acompañan y a la vez con un montón de soldados que portan la espada de la verdad. Es un camino duro, pero mucho más llevadero cuando sabes que en el mundo, aparte de soldados, hay muchos exploradores.
Muchas gracias por este «reflexionante» artículo.
Val Muñoz de Bustillo dice
Gracias a ti, Ana, por dejar un comentario 🙂
Salva dice
Interesantísimo artículo. Como negociador profesional, he encontrado recursos al pensar sobre mi trabajo desde un enfoque que, por más que pueda parecerse a las tesis de la negociación, son novedosas para mí y que puedo extrapolar fácilmente (lo que no significa ni por asomo que sean fáciles de poner en práctica).
Gracias por un artículo tan rico e inspirador.
Val Muñoz de Bustillo dice
Muchas gracias Salva por dejar tu comentario. Saludos!
Pedro dice
El tema me ha recordado al libro «La trampa de la inteligencia» (David Robson). Muy interesante el concepto de razonamiento motivado.
Creo sin embargo que hay más factores que o bien contribuyen a la adopción de esas ideas «estúpidas» o bien a la elaboración de su razonamiento. Entre ellas, veo que hay factores como:
– la especificidad de la inteligencia (en tu ejemplo, la utilidad de una persona que sea un experto ingeniero en el ámbito de la economía de mercado), y contraposición con la sabiduría.
– La eficiencia del proceso de razonamiento, y hasta qué punto es eficiente la profundización en ciertos temas para la creación de una opinión que tenga en cuenta toda la información disponible.
– La incertidumbre y falta de verdad absoluta en los temas.
Gracias por el artículo.